jueves, abril 25, 2024

RAFAGA: Cuevas, Zabludovsky y la Zona Rosa

Jorge Herrera Valenzuela

Rebelde con causa, desde los diez años de edad, José Luis Cuevas vivió vertiginosamente e impuso su voluntad cuantas veces quiso. Dicen que llegó a manifestar su deseo de ser inhumado en la Rotonda de las Personas Ilustres. Pudiera ser el mexicano 124 que recibiera el honor. Sus cenizas están en lugar desconocido para las hermanas Ximena, Mariana y María José Cuevas Riestra. El pintor, escultor, grabador, dibujante, pionero de los candidatos independientes en la política mexicana, murió el pasado lunes 3.

José Luis, originario del Distrito Federal, nació en los altos de la fábrica de lápices y papeles “El Lápiz del Águila”, en la calle de 16 de Septiembre muy cerca de San Juan de Letrán (hoy Eje Central Lázaro Cárdenas), en pleno centro de la Capital del País. Él aseguraba que nació en 1934, pero su hermano Alberto afirma que fue en 1931, hasta en eso nuestro personaje provocó controversias como ocurrió en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes al encontrarse la viuda de Cuevas Novelo y las hijas que el pintor procreó con la muy recordada Bertha Riestra.

Notoria la ausencia de los funcionarios del gabinete peñanietista, principalmente de Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación Pública. Ni en el homenaje que se rindió “de cenizas presentes” y tampoco en el inmediato que tuvo como escenario el Museo José Luis Cuevas, sito en Academia 13, a un costado de Palacio Nacional, al inaugurarse la exposición “José Luis Cuevas y su Colección a 25 años de la apertura del Museo”. Ahí están 1,860 obras donadas por José Luis,  1,173 de su autoría y algunas de Vicente Rojo, Pedro Friedeberg, Manuel Felguérez y Gabriel Macotela, entre otros.

Mucho se ha escrito, comentado, sobre la vida y obra de este “terrible niño” de la pintura mexicana y principal miembro de la Generación de la Ruptura. Mucho más se hablará en torno al defeño que en 1970 determinó lanzarse como candidato a diputado por el Primer Distrito del D.F. Dos datos importantes, que José Luis se postuló como candidato independiente y que el sitio elegido fue la Zona Rosa, una fracción de la Colonia Juárez, entre Paseo de la Reforma, Avenida Chapultepec, Avenida Insurgentes Sur al Oriente y la calle Florencia al Poniente. Zona de restaurantes, bares, centros nocturnos de primera línea y galerías de arte. La Zona Rosa cobró auge a partir de los primeros años de la década de los sesenta.

Cuevas hizo su campaña con un cartel o poster gigante en el que aparecía su rostro, sonriente, con fotos de él como fondo. Con los dedos índice y medio, de la mano derecha, hacia la v de “la victoria”. Obvio, no triunfó. Recuerdo que en 1970 el PRI postuló como contrincante del joven pintor al carismático locutor y actor León Michel Vega, potosino que falleció hace cuatro años. También en esa campaña, José Luis hizo un mural que después destruiría, por lo cual fue llamado “el mural efímero”. Por cierto, el primer diputado priista, en 1967,  de la Zona Rosa fue Pedro Luis Bartilotti Perea, quien arrolló a sus contrarios.

Durante más de una década la Zona Rosa fue un sitio exclusivo. Desde el mediodía cientos de capitalinos se daban cita en los lujosos restaurantes para deleitarse con riquísimos menús. Por la tardes las reuniones eran para saborear rico café y echar chisme. A partir de las nueve de la noche y hasta la mañana siguiente, el bullicio se daba en  los bares, mientras que las variedades artísticas nos reunían en los centros nocturnos. En las madrugadas, concurridos los lugares donde “empezaban las curas” con pancita, pozole y birria.

Bueno, pues la paternidad del nombre de “Zona Rosa” se le atribuye a diferentes personajes y, antes de darle nombres, dejo constancia de que Jacobo Zabludovsky  y sus amigos dieron fama al lugar.  Unos aseguran que José Luis Cuevas es el “papá” de la criatura; otros afirmaron que fue Agustín Barrios Gómez, columnista de las notas sociales y algunos nos juraron que fue el escritor Salvador Novo quien “bautizó” a la entonces elegante zona, pues decía que no era roja, aunque tuviera muchos bares.

No debo omitir que a José Luis Cuevas, promotor de su imagen y narcisista por gusto personal, le rindieron tributo muchos de sus amigos y admiradores. De la parte oficial anote usted a: María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura; a Lidia Camacho, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes; y a Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura de la Ciudad de México. El doctor en Derecho Miguel Ángel Mancera Espinoza no tuvo tiempo para asistir, en virtud de que sigue en su campaña para ser candidato presidencial, de quien lo quiera apoyar, en el 2018.

PREGUNTA PARA MEDITAR:

¿Autorizará el Presidente de la República que las cenizas de José Luis Cuevas sean llevadas a la Rotonda de las Personas Ilustres o pasará lo mismo que con los restos de la eximia actriz María Tereza Montoya?

jherrerav@live.com.mx

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