Por Pedro Camacho
Es sorprendente la cantidad de personas, incluso algunas medianamente cultas, que confunden el vocablo inminente con el término eminente, y muchas veces los usan como si se tratara de sinónimos. No es así. Lo inminente es aquello que está muy cercano en el tiempo, próximo a suceder; aunque no necesariamente es inevitable, como suele creerse también. Por ejemplo, es inminente el final del actual torneo de futbol profesional. También puede ser inminente el choque de dos trenes en un cruce de vía, pero quizá se pueda evitar. En cambio, eminente es quien destaca entre las demás personas de su círculo, sea por estatura o porque posee alguna cualidad o un alto grado de prestigio, preparación o mérito. Por eso, a los obispos se les llama “su eminencia”.