jueves, diciembre 12, 2024

OTRAS INQUISICIONES: “Posverdad”

Pablo Cabañas Díaz

La definición de “posverdad” que nos da el  Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, da cuenta de  un fenómeno que es tan viejo como la humanidad: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Pero hay, evidentemente, algo nuevo, y lo nuevo es, precisamente, que se pretenda que el fenómeno es  nuevo.  La  “posverdad”  cumple  una  función  de  reclamo  y  de  pantalla  de  humo  al  mismo  tiempo.  ¿Qué  fuerzas  o  qué lógica están detrás de esa puesta en escena de la verdad o de la mentira?  ¿Qué que desencadena la representación de lo verdadero y de lo falso?.  Cuando  se  busca  el  antídoto  para  la  “posverdad”, se apela a “los hechos”, la definición del Oxford Dictionary da por supuesta la existencia de eso que denomina “hechos objetivos”, al definir la “posverdad” como “relacionada con circunstancias  en las que los  hechos objetivos son menos  influyentes en la  formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a la creencia personal”. La mayor parte de las veces, lo que denominamos “hechos” en realidad,  se trata  de  declaraciones, fragmentos  de  audio,  vídeo,  fotografías,  o imágenes  sometidas a un contexto determinado. No hay hechos, o mejor, no hay hechos fuera de un contexto que los hace emerger como tales. Los hechos no pertenecen ni a un mundo objetivo ni a un mundo subjetivo, sino al mundo del relato y del discurso. La mentira no se refuta con “hechos”, sino con argumentos y documentos .

La capacidad de establecer la agenda pública, se da desde el  poder, no la de la verdad.  Cuando  intentan  convencernos,  de  manera  consciente  o dejándose arrastrar de que vivimos en la era de la “posverdad”, porque las mentiras circulan  a  gran  velocidad  en  las  redes  y  no  tenemos  manera  de  contrastar  la información y de verificarla, podríamos afirmar con idéntica contundencia que nunca la hemos tenido. En términos informativos, los usuarios de las redes sociales, no poseemos la posibilidad de verificar lo que se produce . La información recibida  cae fuera de nuestra posibilidad exploratoria y de verificación sea de orden  político,  científico  o  económico.  Aunque  tuviésemos  los  medios  y  el  poder  para  verificar alguno de los mensajes, tendríamos  también  la posibilidad de tener el poder de convertir la verdad en un acto públicamente relevante, es decir, de acceder a aquellos foros desde los que se establece la agenda pública y se determina el estatuto de emisor “autorizado”. Hay  que  tener  en cuenta, inevitablemente, que lo que conocemos como información se ha basado más en la “fe” que en la corroboración de supuestos hechos que, como se ha dicho, están generalmente fuera de nuestro alcance. La información  se ha basado en la autoridad y confianza que atribuimos a quien nos las dice. Como bien decía Oscar Wilde refiriéndose  a  la  representación  artística  y  a  los  modos  de  recepción  : “Mirar una cosa es muy distinto que verla (…) .
 

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