Luis Alberto García / Quiroga, Michoacán
*La razón de ser de la bandera purhépecha.
* Un pueblo que guarda la memoria de sus muertos.
* Ceremonia ritual desde 1980 en recuerdo de una protesta.
* Amarillo, verde, morado y azul, representativos de cuatro regiones.
* La obsidiana en el escudo es el dios Curivcaveri.
* Júchari Uinápíkua, “nuestra fuerza” para defender la tierra.
“Los purhépechas de las regiones lacustre y serrana de Michoacán rinden un homenaje anual a los hermanos muertos y heridos en la defensa de sus territorios, de las tradiciones y por la integridad de las tierras comunales que nos han pertenecido.
Los habitantes de Santa Fe de la Laguna dedican esa conmemoración a sus hermanos indígenas fallecidos violentamente el lunes 17 de noviembre de 1979 a orillas de lago de Pátzcuaro, a manos de los ganaderos y terratenientes, latifundistas de Quiroga y sus guardias blancas de Quiroga.
Las honras luctuosas -celebradas a partir de noviembre de 1980- consisten también en glorificar a la anaákukua o bandera purhépecha en la comunidad indígena del municipio de Quiroga, para evocar con respeto ese día, cuando, con el apoyo de los gobiernos federal y del estatal de Carlos Torres Manzo, se consumaron esos homicidios.
El único medio de prensa capitalino que consignó esos hechos fue el diario uno más uno, cuyo reportero, Víctor Avilés, los detalló, cuando la tragedia fue calificada por Torres Manzo como “asunto policiaco y del orden común”, y no como una cuestión agraria y política.
“Tenemos un símbolo y una enseña, generados por un proyecto en el que, para su elaboración y diseño, han intervenido un gran número de personas de las distintas regiones purhépechas, así como de diferentes niveles de conocimientos y disciplinas, llegando a la imagen que nos representa”, asegura don José del Carmen.
Ex regidor de “Quiroguita, buena gente”, como se conoce a esa población y a los lugareños, célebre por sus carnitas michoacanas, su artesanía, sus dulces y su historia, reseña y explica la razón de utilizar diferentes colores en esa bandera.
Pueden explicarse como sigue: “El amarillo (Eraxamánirhu de la Cañada de los Once Pueblos) representa a esa región en la que figura el río Duero, que corre serpenteando por ella los como símbolo de vida y energía que transmite a la gente de esta zona tan fértil.
“El verde Juátarhu (región de la Meseta Purhépecha) expresa la fecundidad de los bosques serranos, de pinos y encinos, y la riqueza de las maderas comunales de los pueblos pertenecientes a la bien llamada Meseta Purhépecha o Tarasca, donde se sitúan Paracho, Zacán, Núrio, Cherán, Nahuatzen, Sevina, Comachuén y muchos más.
“El morado Tsakapúndurhu (región de la Ciénega de Zacapu) se hace presente, no obstante que en ella y en sus pueblos se han perdido el idioma materno y parte de su herencia cultural que, sin embargo, aún cuidan y mantienen con sus manos al maíz, uno de nuestros dioses antiguos.
“El azul (Japóndarhu (región del lago de Pátzcuaro) da significación a la zona lacustre, donde está Tzintzuntan, primera capital del reino purhépecha, reflejando en sus aguas la grandeza de sus dioses y lo imponente de las yácatas, parte de la historia de casi todos los pueblos de la ribera lagunar, donde se continúan comiendo las acúmaras y el pescado blanco, alimentos ancestrales.
En el centro de la bandera de los purhépechas -cuenta don José del Carmen, más conocido como Carmelo- se ha colocado un bloque de obsidiana que representa a Curicaveri, el dios solar que significaba el “gran fuego”, alimentado de la lumbre, que abrasa y proyecta cuatro haces de flechas a cada uno de los puntos cardinales.
En la Relación de Michoacán de Jerónimo de Alcántara escrita en la década de 1540 e intepretada magistralmente por el escritor francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, se dice que “estas flechas son dioses:
En cada una de ellas, Curicaveri mata y no suelta dos flechas, y también se encuentra el cuchillo de piedra blanca que señala el mensaje o destino del pueblo purhépecha y su origen divino, descendiente del linaje de ese Dios.
La mano cerrada indica la unión de la etnia purhépecha, la presencia del hombre y la mujer que unen a todos las fuerzas de los pueblos para defender su destino de pueblo elegido, como la oración que se repite ahora a través de los siglos:
“…¡Oh tú, Curicaveri / dios del fuego, / recibe propicio nuestras preces: / lleguen hasta ti las espirales / de humo / de la leña sagrada / el valor / a nuestros guerreros / que hoy empuñan las armas / para aumentar los dominios / de nuestro padre el sol / …”
Por último, don José Carmen subraya que, como leña del escudo purhépecha, se ha tomado la frase que nació en la lucha organizada por la defensa de las tierras comunales en Santa Fe de la Laguna.
Esas dos palabras son Júchari Uinápikua (“nuestra fuerza”), que “encierran toda la herencia cultural de un pueblo no vencido y que hoy repiten el resto de los poblados purhépechas que buscan su liberación económica y social, y el fin de las desigualdades”.