Teresa Gil
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx
La flor de la palabra se llamó en español la antología sobre la lengua zapoteca, que escribió el poeta juchiteco Víctor de la Cruz en agosto de 1981, hace 41 años. En homenaje a este gran bardo de Juchitán Oaxaca, y en tormo al Día internacional de los Pueblos Indígenas el 9 de agosto, dedico esta crónica a su recuerdo. Mucho se ha escrito por fortuna de las 68 lenguas mexicanas y de sus 364 variantes y hay un impulso permanente por promover los diversos idiomas que hablan más del 6 por ciento de los mexicanos uno de los cuales, el náhuatl, compite con el español y el inglés, los tres idiomas que más se hablan en el país. Ese idioma central nuestro, es el cuarto además que se habla en América, en donde tres países le llevan la delantera, porque ahí se expresan en buena parte sus idiomas indígenas: Guatemala con 41 por ciento, Bolivia con 36 y Perú con 32. En medio de este proceder hablante, hay que considerar que existen comunidades instaladas en estados de la república que tienen sus propios lenguajes llamados lenguas alóctonas, mormones, menonitas, vénetos, los afros con su lenguaje criollo, el kikapú, el romanés, entre otros. De las grandes familias españolas, México también tiene comunidades que hablan catalán, vasco, gallego, para poner algunos ejemplos cuyos datos exactos no se precisan porque varían, pero con los menonitas por ejemplo, puede haber más de cien mil hablantes.
HAY PUEBLOS COMO EL ZAPOTECO, QUE LUCHAN Y RESCATAN SUS IDIOMAS
La antología de Víctor de la Cruz ha tenido posteriormente nuevos aportes al origen de ese idioma que no solo se habla en sectores de Oaxaca sino en Chiapas y otros estados. La Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) organismo político, social y cultural de la zona juchiteca, que tuvo gran realce por sus luchas en los años setenta y ochenta del siglo pasado, generó grandes poetas y escritores, algunos de los cuales son retomados por de la Cruz en esta antología como Macario Matus, Andrés Henestrosa, Javier Meneses de Gyves a quien tuve el honor de vigilar algunos de sus libros, Enedino Jiménez, Gabriel López Chiñas, María Villaobos, entre otros. Es una pléyade que pobló el pasado siglo, con excepción de Enrique Liekens Cerqueda, quien nació en 1882. Henestrosa, también político, es autor de muchos libros, el más mentado Los hombres que dispersó la Danza, Javier Meneses, ingeniero petrolero escribió también varios libros, entre ellos El tulipán y el viento y Los vientos de Octubre cuyo prólogo fue hecho por Henestrosa precisamente. Todos de origen zapoteco algunos mezclados con la sangre francesa que invadió esos pueblos. Aparecen sus libros, con sus menciones ante el invasor, las ofensa que reciben de los blancos por su rebeldía y como tema central de la zona, el viento que sopla como desesperado en esos entornos para quedar en muchos casos plasmado en sus poemas. La investigación de de la Cruz profundiza, aunque él insiste que le faltó tiempo, en el origen del idioma zapoteco, la vida ante los españoles y otras razas y en la forma como se deslumbra la defensa de su idioma. En la introducción que se llama Los bárbaros, se pregunta, ¿Quienes eran lo bárbaros? al mencionar todas las tropelías que sufrieron los nativos. A lo largo de este interesante libro (La Red de Jonás, Prensa Editora 1983) cuya portada es un plato pintado por Francisco Toledo, va poniendo en su lugar lo bárbaro de los otros, frente a las luchas que daban los indígenas, los aportes que dieron al mundo y los casos extraordinarios como el de los zapotecos, cuya lengua compara con el castellano en una edición bilingüe, para demostrar que muchos de los vocablos y sus concepciones, trascienden al español ya en palabras, que son herencia de ese idioma.
SUEÑO
Anoche tuve un sueño,
los dos al pie de un árbol,
un aire helado estremecía
y llenaba la tierra de hojas.
Y muy cerca de los dos
fluía un agua limpia,
como el agua de tus ojos
cayendo sobre una tumba.