jueves, marzo 28, 2024

La población refugiada contribuye a México Ana Lorena Delgadillo, Gretchen Kuhner, Alejandra Macías y Ana Saiz

Todos recordamos imágenes impactantes en la televisión y en los principales diarios del mundo sobre el horror de la guerra civil en Siria: miles de niñas, niños, jóvenes, madres, padres, abuelas y abuelos huyendo de los combates, de sus hogares en ruinas, para poner su vida a salvo. Su travesía ha sido igualmente difícil y arriesgada: han tenido que caminar miles de kilómetros o construirse balsas improvisadas para cruzar el Mar Mediterráneo con la esperanza de pisar tierra firme y quizá una nueva oportunidad de vivir.

Lamentablemente, esta tragedia humanitaria ha quedado en segundo plano por el surgimiento de la doble crisis global, sanitaria y económica, y sus graves consecuencias en países de todo el mundo. Tardarán muchos meses, si no es que años, para que las cosas puedan regresar a una aparente normalidad, aunque
nunca volverán a ser iguales.

Lo que no ha cambiado y continuará son las travesías de millones de personas, quienes diariamente deben abandonar su lugar de origen por violencia, guerra o persecución y tienen que cruzar fronteras para buscar seguridad en otros países. De un día a otro se vuelven personas refugiadas que no migran por elección, sino
por obligación. Y esto no sólo ocurre en lugares lejanos como Siria; sucede aquí, a la vuelta de la esquina, en nuestro territorio.

Debemos recordar que esta situación no es nueva en México, ya que nuestro país tiene una larga tradición de asilo. Durante décadas, abrimos las puertas a personas que huían de los peligros en sus lugares de origen. Españoles, chilenos, argentinos, guatemaltecos, entre muchos otros, llegaron a México y lo convirtieron en su hogar. En retorno, aportaron su conocimiento y experiencia para el avance de las ciencias en todas sus ramas, la cultura y las artes.

Hoy, esta tradición de generosidad y solidaridad de nuestro país está en riesgo. Las personas solicitantes de asilo y refugiadas viven una situación muy difícil. Las políticas migratorias adoptadas tras la firma del acuerdo entre México y Estados Unidos no están contribuyendo a honrar nuestra tradición de asilo. Ante la
pandemia por Covid-19, no están accediendo a servicios de salud o recibiendo atención médica preventiva e integral. Las autoridades migratorias las han abandonado en zonas de la frontera sur del país, dejándolas a su suerte. Y de aquéllas que están dentro de estaciones migratorias, así como en las ciudades fronterizas del norte, conocidas por sus altos índices de violencia contra personas migrantes, ni siquiera hay información sobre cómo se encuentran.

Lejos de cerrar los ojos ante esta realidad, es momento de que comencemos a visibilizar el problema. No podemos aceptar una “nueva normalidad” en México que rechace a la población solicitante de asilo y con necesidades de protección internacional. No es normal que violemos nuestra Constitución Política y los Tratados Internacionales que nos obligan a protegerles. México seguirá recibiendo a personas en tránsito, solicitantes de asilo y refugiadas. Los problemas que los obligan a dejar sus países no van a desaparecer. Esto nos obliga a repensar e ir construyendo nuevas políticas migratorias y nuevos acuerdos regionales para colaborar y construir una migración digna y para proteger a quienes lo requieran. México ha sido líder en la firma de muchos acuerdos internacionales, esta no debe ser la excepción y nuestra respuesta debe estar a la altura del reto.

Es mucho lo que podemos hacer para brindarles nuestra solidaridad. Los gobiernos deben cumplir con las resoluciones judiciales y trabajar en políticas públicas de inclusión, a fin de que respeten plenamente sus derechos humanos. Las empresas, deben comenzar a verlas como personas que pueden contribuir a
la recuperación económica. Y, desde luego, la sociedad debe verles como lo que son: personas, con derechos y obligaciones que enriquecen y contribuyen con una mayor diversidad a nuestro país.

Este 20 de junio en el que se conmemora el Día Mundial de las Personas Refugiadas es una gran oportunidad para ello. Veamos en las y los refugiados y solicitantes de asilo a personas que aportan y contribuyen a hacer de México un país más fuerte y más humano. El abrir la puerta a quienes lo necesitan está en nuestros corazones. Ya lo hicimos en el pasado y de nosotros depende seguir haciéndolo en el futuro.

AM.MX/cctp

Artículos relacionados