jueves, marzo 28, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Juan Pablo Castañón, la codicia

Gregorio Ortega Molina

 

*Los empresarios debieran asumir la responsabilidad política y social del gobierno de los mexicanos, a efecto de que constaten que su funcionamiento no es sencillo, y tener éxito en esa empresa requeriría una modificación en sus apreciaciones éticas y morales de lo que significa el convivir, además de tener presente, siempre, que sin corruptores no habría corruptos

 

¿El hábito hace al monje? Juan Pablo Castañón es ejemplo de pulcritud en su lenguaje, tanto como en su vestir. Sus palabras nunca dejan lugar a equívocos: su debilidad es la codicia, pero es la esencia de su ser.

Desconozco el origen de sus ideas, pero en su razonamiento muestra una lógica implacable, la del hombre de empresa, la del tiburón tras su presa, puesto que su fin último en la vida es crear riqueza para los suyos y nadie más.

     No habla por él mismo, tiene la responsabilidad de ser presidente del CCE, una de las representaciones sociales de los empresarios para defenderse -¿de quién?, me pregunto- y dialogar con el gobierno, lo que es una manera de decir, porque la agenda de esa relación está pautada por los barones del dinero desde hace muchos años; su éxito se traduce en devoluciones y créditos fiscales, devoluciones impositivas, condonaciones y convenios para pagos de IMSS e INFONAVIT… sin mencionar la creación de una ley laboral a modo, que asegura la anulación de la fuerza sindical y el silencio de los obreros. La responsabilidad patronal empieza y concluye en la eficacia del outsourcing.

Ahora insiste, se empeña en acabar con la informalidad. Asegura que los trabajadores formales ganan 63 por ciento más que los mexicanos que, por una u otra razón, se ven obligados a vivir del comercio ilegal. En sus propias palabras: “No es casualidad que los seis estados con mayor informalidad son los que tienen mayores índices de pobreza”. ¿A quién corresponde crear la riqueza y los empleos para que ese fenómeno desaparezca? Imposible olvidar que el Estado se sometió a un adelgazamiento de muerte, para darles gusto, no para atender las exigencias de la sociedad.

     También quiere que se acabe la carga regulatoria porque se incrementan los costos laborales y se desincentiva la formalidad y el emprendimiento; pero no solamente las regulaciones, sino también las inspecciones e informes que tienen que rendirse porque los pequeños negocios no pueden hacerlos, y por eso entran a la informalidad.

Pienso que quizá los empresarios debieran asumir la responsabilidad política y social del gobierno de los mexicanos, a efecto de que constaten que su funcionamiento no es sencillo, y tener éxito en esa empresa requeriría una modificación en sus apreciaciones éticas y morales de lo que significa el convivir, además de tener presente, siempre, que sin corruptores no habría corruptos, porque no se requiere que compartan lo que legítimamente es suyo, pero sí es necesario que cumplan lo que ofrecen en materia de creación de empleos con salarios justos, para reactivar el mercado. Lo anterior, sin olvidar que la esencia del funcionamiento de la administración pública es el pago puntual y completo de los impuestos, pero eso no lo entienden.

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