domingo, mayo 19, 2024

ISEGORÍA: ¿Qué pasará en realidad?

Sergio Gómez Montero*
La objetividad en la política es, siempre, una verdadera ficción. Ella, en cada una de sus expresiones siempre está cargada de ideología, es decir de un sentido de clase en todo lo que dice o cree, pues ése es el sentido de su ser batalla, lucha, siempre. Nada pues de lo que dice la política está por encima de quien lo expresa, que es siempre un alguien de carne y hueso –vivito y coleando– y que por ende pertenece a una clase social. De esta manera pues, todo lo que se diga o se exprese en torno al proceso electoral que estamos viviendo ahorita se dice con la finalidad, expresa o no, de defender los intereses de clase en los cuales se cree, sean éstos conservadores o inclinados hacia los cambios que hoy registra la vida social del país. No hay de otra. ¿Lo entienden bien así los consejeros electorales del INE?
Puede ser que la tarea de esos burócratas –en el sentido de administradores– no sea indagar sobre tales vericuetos filosóficos, sino sólo verificar que las cuentas salgan bien y nada más, sin que una encuesta diga mentiras del tamaño del mundo o una guerra sucia cubra de lodo y podredumbre a todas las redes sociales del país. A ellos eso no les incumbe, que los políticos hagan cera y pabilo de esas, para ellos, minucias de un proceso electoral que, como el de ahora, ya tiene definidos sus resultados desde hace mucho tiempo atrás y por tanto, que la guerra sucia tire todo el lodo que quiera, el INE está tranquilo porque él, como todos los ciudadanos, de antemano ya conocemos los resultados del proceso electoral, Nada de qué preocuparse.
En otras palabras, ¿no es superfluo un aparato electoral cuando, bien sea por fraude prefabricado o mayoritario convencimiento ciudadano, se conocen de antemano los resultados de un proceso electoral? Cuando las fuerzas del cambio que hoy se manifiesta dominen total y arrasadoramente el panorama político, ¿será necesaria la existencia de un árbitro como el que hoy existe? Es decir, la política por venir en un futuro inmediato obliga a pensar ya, urgente, en qué panorama político es el que ya hoy se comienza a vislumbrar. Agotada en muchos sentidos la democracia electoral, ¿hacia dónde comenzar a caminar? Si la política se queda sólo pensando en el presente, no tiene sentido, no es política. A ella, sí, le corresponde vencer en las batallas en las cuales está involucrada. Pero también, otra de sus tareas, altamente significativa, es visualizar el futuro, pues una victoria, una sola, es siempre pírrica si, a partir de ella no se comienza a construir la noción de imperio.
Los que estamos viendo, desde la política, el triunfo por venir, estamos viendo también, pues, el futuro y de allí las especulaciones que lo conducen a uno a comenzar a visualizar qué será de la vida política del país los años por venir, cuando no haya ya conservadores que vencer y el sistema de representación popular haya dejado de pasar por el filtro de la democracia electoral.
Sí, tiempos muy diferentes a los actuales son los que se vislumbran en el futuro por venir. Tiempos a los que ni Dios padre podrá evitar, creo.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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