domingo, diciembre 15, 2024

ISEGORÍA: Las ciudades que vivimos

Sergio Gómez Montero*
Cada día concibe este poema. Borra versos enteros.
Vuelve a recuperar palabras extraviadas
M. Argueta: “El poeta escribe”

Hace ya 41 años que me tocó, junto con Norma, llegar a vivir a Ensenada y a Baja California. No me quejo. No me puedo quejar. Ella, Ensenada, ha sido, en muchos sentidos, una ciudad agradable y amable para mí. Pero también esos 41 años, como Tierra Baldía de Elliot: “Abril es el mes más cruel, hace brotar/ lilas en tierra muerta, mezcla/ memoria y deseo, remueve/ lentas raíces con lluvia primaveral”, Ensenada, pues, como el poema de Elliot nos habla de raíces y memoria, pues aquí hemos fincado nuestra estancia entre el mar y las calles y los valles y las sierras de una ciudad, de un municipio, que luego de 40 años si no son los mismos han cambiado un poco, porque como toda ciudad y municipios del país son hoy ellos una ciudad y un municipio medio agrestes, en donde los servicios públicos hoy tan deficientes (agua, vialidades, recolección de basura, iluminación y sobre todo seguridad), no eran así hace 40 años. Por la Primera a las nueve de la noche, era una delicia caminar, mientras te parabas en una esquina a comerte un churro, un hotdog o tomarte un café, un té, un chocolate. Escasos carros circulaban y regresábamos con Norma al rumbo de Los Globos donde vivíamos a guardar la camioneta y a protegernos del frío de la madrugada, para por la mañana, entre la neblina matutina salir al Valle de Guadalupe, al Valle de la Trinidad o a San Quintín a realizar nuestro trabajo.
En la tarde, cuando regresábamos, Ensenada era la ciudad amable que en la mañana habíamos dejado: sosegada, sin aspavientos, sin movimientos convulsos o violentos que, al día siguiente, merecieran la atención de la página roja de los periódicos o fueran las primeras planas de esos mismos periódicos reportando el crimen del día que correspondía al muerto 31 del mes de 30 días. ¿Tanto así es que ha cambiado la ciudad y ésa es la ciudad que estamos dejando a nuestros hijos y ellos a nuestros nietos? Una ciudad, la de hoy, por ende, cargada de tristezas que huele a esa ciudad amarga y triste como la del Seúl que se describe en la película Parásitos y que habla de las trapacerías que comete, de generación en generación, el capitalismo, que no ha dejado de perder los rasgos que Dickens y Marx, al mismo tiempo, describieron cuando se referían ambos al Londres de mediados del siglo XIX. ¿Por qué han evolucionado hacia la violencia criminal nuestras ciudadesCulpa de quién: de gobiernos ineptos (kakistocráticos) y mediocráticos? ¿De un crecimiento sin freno ni medida del crimen organizado? ¿De un valernos madre a todos, no importa el que nuestras ciudades sean así? ¿Qué Ensenada nos tocará conocer dentro de 10 años (si es que vivimos para entonces, cuando las metas del milenio) cuando leamos una crónica periodística o una novela de esta ciudad que hoy nos toca vivir entre temores y dudas, entre noticias que nos asustan y paseos en carro por el ejido Chapultepec temerosos y expectantes luego de salir en la noche de una consulta médica con el doctor? ¿Será así como hoy se mide la evolución de las ciudades en un país que aparentemente hemos dejado en manos de las bandas de narcotraficantes que no sólo, ahora, viven en las sierras de Sinaloa, sino que han aterrizado virtualmente en todas las ciudades del país? ¿Las nuestras volverán a ser alguna vez las ciudades que nos tocó conocer hace 40 años atrás?
¡Ah, los saldos de las pinches y corruptas guerras en contra del narcotráfico!

*Profesor jubilado de la UPN y
Culturólogo recorriendo camino
gomeboka@yahoo.com.mx

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