martes, abril 23, 2024

ISEGORÍA: Échame la mano, compa

Sergio Gómez Montero*

Ya que no hablamos para ser escuchados
Sino para que los demás hablen

  1. Parra: “Solo de piano”

 

En tan poco tiempo y ya son singulares las campaña políticas que iniciaron el año actual, más que nada por la negatividad que las ha caracterizado, como si lo electoral desde sus orígenes se tradujera sólo en porquería, engaño, pérdida absoluta de positividad. Desde guerras sucias (JJ Rendón a la cabeza) hasta olvido oportunista de creencias políticas pululan hoy en esas campañas, y lo más nuevo: la transformación por arte de magia de tendencias económicas, ¿o alguien nos pudiera explicar cómo fue posible que virtualmente de un día para otro el FMI anunciara que la tendencia de crecimiento del país se había revertido de negativa a positiva para los próximos dos años? ¿Todo se vale, entonces, pues, en términos de cuestiones electorales?

¿Será tan estrecha la amistad de la señora Lagarde con Pepe Antonio Meade (“Una manita, compita”) como para cambiar así, de improviso, las tendencias de crecimiento económico  del país, para ver si de tal forma, de rebote, ello influye en las decaídas cifras que marcan el nulo crecimiento de los indicadores de aceptación en la presente campaña electoral del candidato priista a la Presidencia del país? Ahorita fue el FMI, mañana serán Gurría y la OCDE y pasado mañana Cartens y su nueva institución bancaria mundial. Quién sabe, pero lo que sí ello significa es que en una campaña electoral como la actual en México en ella pueden suceder las cosas más increíbles e inauditas que uno pueda imaginar, lo cual, desde el principio, va a contaminar los resultados de esas elecciones, anulando así, desde el principio, la validez de todo el proceso. ¿Tiene entonces sentido participar en esos procesos electorales?

Si bien, históricamente, en sus orígenes las elecciones fueron una opción para validar el consenso social, en la medida en que el tiempo pasó ellas se contaminaron y perdieron validez, hasta llegar a la actualidad, cuando su validez es nula por los cientos de inconsistencias que hoy las caracterizan y que las tienen sumidas en estados fraudulentos totales y sumidos a los gobiernos que de ellas emanan en los más inútiles revisionismos de la actualidad (leáse a Massimo Modonessi en Nueva Sociedad: “México 2018: panorama antes de la tormenta electoral”). ¿Qué puede surgir si a López Obrador, al fin, se le respeta su triunfo electoral o si a Lula en Brasil se le descargan las culpas reales y ficticias que pesan sobre él? ¿Qué cambios se generarán con sus gobiernos?

Hasta hoy, en América Latina los gobiernos surgidos de los procesos electorales (a excepción del de Pepe Múgica) han sido gobiernos endebles, tibios, nada trascendentes; ellos, al final de cuentas, han sido gobiernos que han servido para muy poco y cuya impronta ha sido sólo de tristeza y de fracaso porque han sido gobiernos que, socialmente, nada han transformado, sino que, de una u otra manera, sólo se han visto sometidos a la inercia de la cual surgieron; es decir a un capitalismo ramplón y voraz.

Fundar en las elecciones nuestras esperanzas de cambio social es sólo creer en milagros.

*Profesor jubilado

gomeboka@yahoo.com.mx

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