viernes, marzo 29, 2024

TEMAS CENTRALES: Vale más no cantar victoria antes de tiempo

Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

A dos semanas de que inicie el período de campañas para los candidatos a la presidencia de la República y al Congreso de la Unión (cámaras de senadores y diputados), las encuestas no han variado mucho  en el orden de las preferencias en la carrera hacia Los Pinos. Tampoco la distancia entre los aspirantes partidistas, de acuerdo con el modelo Poll de Polls (MPP) más reciente. Y, bueno, a menos de que algo extraordinario sucediera, es muy probable que el 30 de marzo, fecha de arranque de campañas, estos candidatos iniciarán en esas posiciones y con números muy similares.

El candidato de Morena y sus aliados, Andrés Manuel López Obrador, aparece a la cabeza con 39 por ciento de las preferencias, seguido por Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, con 29 por ciento y en tercer lugar José Antonio Meade de la alianza Todos por México, con 22 por ciento. Importa mucho destacar que esta medición registra un 20 por ciento de encuestados que no tienen definida su preferencia. Son los indecisos que, por su volumen pueden inclinar la balanza en cualquier sentido, así que hacer cuentas alegres, a partir de los datos expuestos, es un error.

Por supuesto que el candidato que quiere hacer historia, (tres intentos presidenciales no son cualquier cosa), insiste en asumir su ventaja como algo definitivo, reiterándolo en sus discursos, entrevistas y declaraciones. La estrategia es proyectar la percepción de que sus contrincantes nunca lo alcanzarán. Y es que,  además, maneja una ventaja mayor, 20 puntos sobre el segundo lugar, diferencia que no registra ninguna encuesta publicada, pero que le sirve para presumir una ventaja de calle y señalar que el pueblo ya lo eligió desde ahora.

La estrategia de manipular números tiene un sentido perverso en la campaña de ya sabes quién. En sus anteriores intentos para ocupar la silla del águila, no reconoció su derrota y se dijo víctima de fraude electoral. Algo que nunca pudo probar. En la elección de 2006, la más cerrada en la historia del país, mandó al diablo a las instituciones, desechó las vías de impugnación legales y optó por el enfrentamiento con un plantón y bloqueo en la principal arteria del entonces Distrito Federal, que causó estragos en la economía y desempleo de miles de capitalinos. Además de auto nombrarse presidente alterno con todo y gabinete, lo que le restó seriedad a su inconformidad.

Si en los comicios de 2006, la mínima diferencia de .62 por ciento, le sirvió al tabasqueño de argumento para no reconocer el triunfo de su contrincante y alegar fraude, en la de 2012, no obstante que siempre estuvo abajo en las encuestas y al final salió derrotado por una diferencia de 6.62 puntos, tampoco lo aceptó y, una vez más, alegó fraude electoral, sin poderlo demostrar ante la autoridad electoral.

Por estos antecedentes, preocupa la advertencia del candidato de la república amorosa expresada en el foro de la Convención Bancaria, la semana pasada, en el sentido de que “…si las elecciones son limpias, libres, me voy a Palenque…tranquilo…Si se atreven a hacer fraude electoral, me voy también a Palenque, y  a ver quién va a amarrar al tigre… Yo no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral. Así de claro.”

Y preocupan estas palabras porque, su subjetivismo para calificar el resultado de las elecciones, según se ha visto, es de fraudulentas  si no gana, con la cerrazón como argumento. De la misma manera que no acepta opiniones diferentes a la suya ni hay quien se oponga a su voluntad, sin sufrir las consecuencias. Y si no, que le pregunten a Ricardo Monreal. Imaginar un López Obrador reconociendo su derrota y levantando la mano de su contrincante, es impensable, porque su lógica le dice que con la ventaja que lleva todo este tiempo, sólo con fraude o por que los de la mafia del poder le echen montón y hagan trampa, podrán revertir los números.

A pesar de lo que digan las encuestas, todavía faltan eventos y circunstancias que necesariamente influirán en la toma decisión de los ciudadanos y que pueden modificar la fotografía endoscópica del momento. Por lo pronto, la campaña formal. 90 días en los que cada candidato deberá definir, exponer y difundir sus propuestas de gobierno para convencer al electorado de ser la mejor opción, y los tres debates oficiales que organizará el INE, que nos permitirán conocer mejor las habilidades, manejo y preparación de los candidatos, frente a frente. Y supongo que no serán más, al menos no con la participación de los tres candidatos de las alianzas, porque ya sabes quién ha dicho que sólo participará en los debates oficiales. Su aversión a estos encuentros es histórica.

Algunas circunstancias también influirán en el ánimo de los electores como las características de los personajes postulados a otros cargos de elección popular; la definición de las alianzas con ciertos sectores; los compromisos políticos; los acuerdos de última hora; la búsqueda del voto útil. En fin, que todavía falta mucho por ver, antes de cantar victoria, y quien lo hace anticipa una mala intención.

Es de esperar madurez en la victoria, pero sobre todo, en la derrota.

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