CIUDAD DE MÉXICO, 29 de junio (AlmomentoMX).- Cuando la lluvia cae sobre las calles de la Ciudad de México es muy común que varias zonas queden sumergidas bajo el agua: ¿por qué se inunda tanto la Ciudad de México?, ¿es algo nuevo?, ¿se puede arreglar?
El escritor y periodista Héctor de Mauleón alguna vez encontró un dato que hasta ahora podría maravillar a más de uno: En 1629, en el día de San Mateo, la Ciudad de México fue abandonada y quedó sumergida bajo el agua durante 5 años.
El dato no es cualquier cosa, es un recuerdo constante de que la ciudad está sobre un lago, justo en medio de una cuenca lacustre, tal es así que se ha inundado desde tiempos de los mexicas.
El cronista de la ciudad, Salvador Novo, cuenta que el mascarón felino que hay entre la calle de Madero y Motolinía fue colgado ahí (a una altura como de 2 metros) indicando el nivel de las aguas que se desató después de la tromba de San Mateo.
(Ciudad de México en 1628)
Nosotros podremos ser olvidadizos pero la ciudad tiene su manera de recordar las cosas. México Tenochtitlán fue creada en el islote y se tuvo que enfrentar al agua, los mexicas/tenochcas habían hecho sus propias obras hidráulicas para lidiar con el agua del lago: depósitos de agua, diques, calzadas, etcétera.
Los mexicas/tenochcas construyeron una de las ciudades más habitadas del mundo y fundaron uno de los imperios más importantes de la humanidad gracias, en parte, a su habilidad para explotar económicamente los enormes cuerpos de agua que rodeaban la ciudad. Aún así los lagos inundaron México-Tenochtitlán en varias ocasiones. Así empezaría una lucha que sigue hasta la fecha: la ciudad contra el lago.
México-Tenochtitlán en 1524 (Wikimedia Commons)
Destrucción de México-Tenochtitlán: nace la muy noble e insigne, muy leal e imperial Ciudad de México
Luego de destruida México-Tenochtitlán, la Ciudad de México volvió a ser trazada, esta vez por la mano del español Alonso García Bravo, el Jumétrico, quien con su mano creó las calles, plazas y edificios que hoy aún se preservan, después de medio milenio, en el primer cuadro de la ciudad.
Cortés quería que su ciudad fuera increíble, una señal y una marca. Esta enorme empresa hizo que se modificara considerablemente la cuenca y poco a poco se fue construyendo un problema que cada vez se hizo más grande: el agua, las inundaciones, la última revancha de los dioses, en específico de Tláloc, el dios de la lluvia.
Según De Mauleón en un artículo de Nexos, la tromba que inundó la capital de la Nueva España, destruyó a su paso las casas de los indios, matando a treinta mil de ellos (según datos del arzobispo Francisco de Manso y Zúñiga).
De las 20 mil familias que habitaban en la ciudad antes de la inundación, sólo quedaron 400.
Mural de Diego Rivera (Wikimedia Commons)
El agua llegó a medir hasta “dos varas” y la única forma de moverse fue la canoa. Los sacerdotes dieron misa en las azoteas. Las reservas de grano se arruinaron, hubo saqueos y enfermedades… el agua no bajó.
Las autoridades convocaron a una asamblea para que los ciudadanos propusieran proyectos para vaciar la cuenca, incluso se creyó que los indios tendrían en su memoria algún sistema de desagüe olvidado (un mítico desagüe del que sólo sabía Moctezuma) y se ofreció una recompensa de 100 mil pesos a quien lo entregara… dicho desagüe no existía, los indios también habían tenido que lidiar con la ira del agua en la cuenca.
Fray Gonzalo de Córdoba dijo entonces: “Esta ciudad no volverá a poblarse jamás.”
Se pensó en abandonarla y poblar otra región, pero la Ciudad de México era la joya de la Nueva España, tenía 22 conventos, 22 templos, 8 hospitales, 6 colegios, 1 catedral, 2 parroquias, Casas Reales, Universidad, Santo Oficio, cárceles, etcétera… no se iba a abandonar tanta inversión. Por otro lado, Cortés quiso fundarla ahí por algo: era la señal de la victoria de España sobre el imperio mexica… la carga simbólica también era importante.
Los habitantes se aferraron y las autoridades continuaron la lucha contra el agua. Nuestros ancestros habían perdido el round 2 contra el lago.
La CDMX vs. Tláloc
Tláloc, el dios de la lluvia (Wikimedia Commons)
Los habitantes de Coatlinchan, Estado de México, no lo han olvidado: el gobierno les robó el dios de la lluvia.
Fue en 1964 cuando las autoridades se llevaron del pueblo a Tláloc, un monolito con 1, 500 años de antigüedad. Fue un 16 de abril cuando el pueblo se reunió para impedir el secuestro del dios.
Tláloc había sido descubierto en el siglo XIX en la Cañada del Agua, en el cerro que lleva su nombre: “El Tláloc”.
Los habitantes atribuyen distintos fenómenos a la desaparición del dios.
Un anciano llamado Cirilo aseguró a El País: “Nomás se lo llevaron y aquí dejó de llover como antes”
Por otro lado, los habitantes de la Ciudad de México recuerdan que cuando llegó el dios de la lluvia cayó un chubasco.
A este respecto, don Cirilo comentó al mismo medio: “Por eso se inunda ahora la ciudad, porque se llevaron a Tláloc”
(De este tamaño eran los cuerpos de agua que rodeaban Tenochtitlán (Wikimedia Commons)
Fuera del mito detrás del dios robado, lo cierto es que actualmente, después de más de 690 años de existencia de la ciudad (si contamos el tiempo desde la fundación de Tenochtitlán) todavía no podemos lidiar con las inundaciones.
Cuando la ciudad era administrada por el Ejecutivo y antes de que comenzaran las conquistas de la ciudad por su autonomía (es decir, antes de haber tenido un jefe de Gobierno), esta urbe tuvo un crecimiento poblacional sin precedentes. La respuesta de las autoridades fue comenzar a negar permisos de construcción, pero la gente siguió viniendo y la ciudad siguió creciendo.
Los asentamientos ilegales (muchos de ellos regularizados después) se hicieron en importantes áreas de recargue de agua (bosques, ríos, lagos, barrancas). Lo que ha hecho que la naturaleza no detenga la misma cantidad de agua que detenía anteriormente, además de que se comenzó a consumir muchísima más agua que antes, es decir, nos falta agua potable y nos seguimos inundando por las lluvias.
En agosto del 2016 , Ramón Aguirre, titular del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, aseguró que era urgente sustituir el 30% de la red hidráulica de la ciudad, más o menos 4 mil kilómetros de tuberías (muchas de ellas fueron puestas en el Porfiriato, es decir a finales del siglo XIX).
Mientras que la ciudad se hunde por la extracción de las aguas del manto acuífero, la lluvia nos inunda por no poder irse por la coladera…el fondo de la ciudad se seca, la superficie se inunda.
La Asamblea Legislativa del Distrito Federal advirtió este año que el 50% de los encharcamientos, además, se presentan por las coladeras que se tapan por la basura. Si la ciudad no puede estructuralmente con el agua, los ciudadanos no están ayudando para evitar inundaciones, sino que, por lo contrario, empeoran la situación.
Según la Comisión Nacional del Agua (Conagua) (en un documento que publicó en su portal en 2016), debido a la insuficiencia en la capacidad de desalojo pluvial y a que las lluvias son cada vez más abundantes, se construyen 6 túneles que ayudarán al sistema actual de drenaje.
Pero ¿es suficiente sacar el agua de la ciudad para poder lidiar con los problemas que tiene esta urbe con el líquido vital?
Un viejo proyecto: Ciudad Futura
La ciudad se ha convertido en un monstruo que impide que se recarguen sus mantos acuíferos (mandamos el agua de lluvia al drenaje) y que padece de escasez de agua potable en distintas zonas de la ciudad.
Falta de agua e inundaciones: nuestra relación con el agua es desastrosa, pero hubo varios mexicanos ilustres que pensaron en soluciones para resolver esta relación, unos de los más importantes fueron el ingeniero Nabor Carrillo y el ingeniero Gerardo Cruickshank en 1965.
Los ingenieros pensaron en que lo primordial es salvar el lago de Texcoco, sólo así podríamos comenzar a resolver el problema de las inundaciones, abastecernos de agua, recargar los mantos acuíferos y limpiar nuestro aire… así es, estos problemas comenzarían a solucionarse si comenzábamos a respetar la naturaleza lacustre de la ciudad.
Así nació el lago Doctor Nabor Carrillo que tiene una superficie de mil hectáreas y una capacidad de almacenamiento de 36 millones de metros cúbicos. El lago nació como una promesa de que en un futuro se cumplirían los sueños de Carrillo: recuperar el lago de Texcoco.
Después de su muerte, otros mexicanos ilustres desarrollaron otro proyecto para recuperar la esencia del sueño de Carrillo, entre ellos estaban celebridades de la arquitectura mexicana como Teodoro González de León, Alberto Kalach, Gustavo Lipkau y Juan Cordero, quienes junto a urbanistas, ingenieros, filósofos, políticos y biólogos mexicanos promovieron la vuelta a la ciudad lacustre: Ciudad Futura.
Ciudad Futura permitiría generar un sistema de lagos contiguos e interconectados por infraestructuras urbanas… el proyecto es tan importante que su tamaño equivaldría a 3 veces la bahía de Acapulco y se alimentaría con aguas tratadas que la ciudad actualmente desecha.
Autopista México — Texcoco (México Ciudad Futura, 2010)
Además permitiría el desarrollo económico del oriente de la ciudad y la regeneración de la flora y la fauna. Incluso, en una de las múltiples islas del nuevo lago, estaría un nuevo aeropuerto para la CDMX (más pequeño que el que construye la administración actual).
(Diseño del aeropuerto para Ciudad Futura (México Ciudad Futura, 2010)
Con un cuerpo de agua así de grande, cambiaría incluso el clima, pues ya no sería tan extremoso (gracias a la humedad que habría en el ambiente que, además, podría ayudar a combatir la contaminación). También se estarían nutriendo de manera importante los mantos acuíferos de la ciudad, lo que ayudaría a que ya no se hundiera.
(FUENTE: Noticieros Televisa/Clemente Núñez)
CDMX/fm