Luis Alberto García / Moscú
*La asombrosa reinvención religiosa y espiritual de una nación.
*Son celebraciones que aún se realizan con el calendario juliano.
*Durante setenta años se hicieron clandestinamente y en la intimidad.
*Según las antiguas costumbres, la Nochebuena es el 6 de enero.
*Ded Moroz es Santa Claus y Snegurochka la Doncella de las Nieves.
*Veliki Ustiug es su residencia al Norte de Moscú.
Es de tales dimensiones la religiosidad de los rusos que, pese a la prohibición de los cultos y credos durante más de siete décadas, fueron capaces de reconstruir en su totalidad el templo de Cristo el Salvador -construido por órdenes del zar Nicolás I en 1839, concluido por Alejandro III en 1860, y dinamitado porque Iósif Stalin así lo quiso en 1931- a fines del siglo anterior, respetando el estilo arquitectónico bizantino de la Rus de Kiev.
Y como parte de esa reinvención religiosa y espiritual, en la Rusia contemporánea también se retomaron la tradición del árbol de Navidad y muchas tradiciones más, llevadas a San Petersburgo y Moscú por Pedro el Grande tras viajar por Europa hace más de tres centurias y, desde entonces, ha habido varias revoluciones y fiestas decembrinas y, a la fecha, tal vez más sofisticadas.
Para comenzar, la Navidad se celebra según el calendario juliano, que tiene una diferencia de trece días respecto al que habitualmente se usa en otros países, que es el gregoriano; pero con un mismo protagonista: Sara Claus, San Nicolás o Papá Noel, que en Rusia se llama Ded Moroz, el Abuelo del Frío.
Otra diferencia es que llega de visita a la Tierra acompañado de su nieta Snegúrochka, la Doncella de las Nieves, decretándose que, Desde hace algunos años, ambos viven “oficialmente” a unos mil kilómetros al norte de Moscú, en Veliki Ustiug.
Por motivos que nadie alcanza a comprender, el ex alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, proclamó esta localidad de 30 mil habitantes residencia oficial del Abuelo del Frío y ahí, el 24 de diciembre, el anciano de barbas blancas y gorro rojo engancha no los renos, sino tres caballos que lo ayudan a repartir los regalos.
Sin embrago, es ahí donde la historia se empieza a complicar, y lo que ocurre es que la tradición de celebrar la Navidad el 25 de diciembre, instituida por Pedro el Grande, fue abolida por los dirigentes bolcheviques tras la Revolución; es decir, el 7 de noviembre de ese año para otros países.
El calendario gregoriano, que para entonces era el que se utilizaba ya en toda Europa, fue introducido por Vladímir Ilich Ulianov, Lenin; pero la cúpula de la Iglesia ortodoxa rusa le llevó la contraria y se mantuvo fiel al calendario juliano, que va trece días retrasado.
De modo que la Nochebuena en Rusia se celebra el 7 de enero, según el calendario gregoriano y, como si nada pasara, el 25 de diciembre es un día laborable para los rusos.
En la época soviética –de 1917 a 1991-, la Navidad se convirtió en una festividad que celebraban en la intimidad de sus hogares algunos opositores y devotos clandestinos, en vista de que, en la década de 1920, los vencedores del zarismo crearon unas festividades no religiosas, y las hicieron coincidir con el 1 de enero, llamándola Novi God, Año Nuevo, en ruso.
El primer árbol del Año Nuevo soviético se colocó en 1937 en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos de Moscú, y hasta allí llegó el protagonista de la celebración, Ded Moroz; pero los moscovitas y habitantes de otras regiones y ciudades no dejaron de perder el cariño por la antigua fecha.
Prueba de ello es que, hasta ya entrado el siglo XXI, el Novi God continúa siendo la festividad más importante del año, en la que la familia se reúne en torno a una mesa llena de comida y en la que los regalos se colocan bajo un pino siberiano.
Al mismo tiempo, la Navidad original o Nacimiento, Rozhdestvó, en ruso, ha recobrado su antigua importancia, y cada año miles de creyentes moscovitas acuden a la catedral de Cristo el Salvador, que quedó casi idéntica a la original de 1839, para celebrar la Nochebuena, sin que falten las procesiones aparecen en las calles, algo inconcebible en buna parte del siglo pasado.
Los ortodoxos rusos –como en la vigilia de los viernes entre los católicos- no comen carne durante los cuarenta días anteriores a la Nochebuena y comienzan el banquete con sochivo, un dulce hecho de nueces, semillas de amapola, miel y cereales.
Según un decreto de 2005, Rusia se sume en unas vacaciones de diez días de duración que comienzan con el año nuevo, y durante este tiempo la capital se convierte en un gigante dormido: sus habitantes se escapan de Moscú para celebrar las fiestas con sus familias, los hoteles se quedan vacíos y las filas desaparecen de las taquillas de los teatros. Se trata de un auténtico paraíso navideño.
Rajak Bekh Kadjieff, antiguo cadete de la guardia imperial de Nicolás II, quien se exilió en Francia, Inglaterra y otros países al triunfo de la Revolución de 1917, explicaba que, según la Biblia, hace más de dos mil años la humanidad fue testigo del cumplimiento de su esperanza más ansiada: conseguir una estrecha comunicación con Dios.
“La fiesta de la Navidad –narraba Kadjieff- simboliza la reconciliación del hombre con Dios, y la Navidad recuerda la hazaña redentora de Jesucristo y la renovación de la naturaleza humana, por eso cuando abordamos ese tema, diferenciamos la Navidad de tradición católica, que se celebra el 25 de diciembre, de la ortodoxa, festeja el 7 de enero”.
Así, la Navidad quedó ubicada ese día, y junto a las Iglesias ortodoxas de Rusia, Jerusalén, Georgia y Serbia, los católicos del rito oriental celebran su fiesta el 7 de enero, ya que también siguen el calendario juliano, mientras que once de las quince Iglesias ortodoxas del mundo lo festejan el 25 de diciembre.
El 6 de enero la Iglesia ortodoxa rusa celebra la Nochebuena -víspera de la Navidad-, a las diez de la noche, el Patriarca de Moscú y Todas las Rusias dirige la ceremonia navideña tradicional en la catedral de Cristo el Salvador, ubicada en el centro de la capital, con un servicio religioso que consta de la vigilia nocturna y la liturgia, que normalmente dura unas cinco horas, y ya el 7 de enero, el dirigente religioso celebra la liturgia en un monasterio moscovita.
El periodo de abstinencia empieza el 28 de noviembre y dura hasta el 6 de enero, en una tradición originaria del siglo IV, aunque inicialmente el periodo de abstinencia era mucho más corto, de unos siete días: la duración posterior fue establecida en el concilio ecuménico de 1166.