CIUDAD DE MÉXICO, 17 de abril (AlmomentoMX).- Detrás de la fealdad se pueden esconder los rasgos y sentimientos más hermosos, como el amor, la piedad y la solidaridad, en contraposición de algunos que se vanaglorían de ser normales y que solo siembran maldad y crueldad.
Cuando Víctor Hugo escribió en 1831 su novela El jorobado de Notre Dame, se estaba refiriendo a estas cualidades y lanzaba sus críticas muy agudas a ciertos sectores de la sociedad que se consideraban guardianes de la moral y el orden.
En esta novela, una de las más bellas expresiones del romanticismo francés, Hugo ensalza la deforme figura de Quasimodo, un ser dotado de ternura pero rechazado por su apariencia que ejerce de campanero de la iglesia de Notre Dame de París, y que es protegido por el siniestro sacerdote Frollo. El objeto de devoción del contrahecho Cuasimodo es la bella gitana Esmeralda, que será víctima de las intrigas del inicuo sacerdote.
Los hechos ambientados en el siglo XV, durante la Edad Media, son descritos con rigurosidad y maestría por la pluma del autor, convirtiéndola en un clásico de la literatura universal, por eso su estilo en esta novela adopta fuertes dosis de tenebrosidad.
Quasimodo era un niño jorobado y de rostro contrahecho que fue abandonado poco después de nacer cerca de la catedral de Nuestra Señora de París, y habitaba en la catedral de Notre Dame, tocando las campanas. Supuestamente era hijo de una gitana. Sólo podía utilizar un ojo, ya que el otro lo tenía casi bloqueado por la deformidad de su rostro, y quedó casi sordo por el tañer de las campanas de la catedral, de las cuales él se encargaba y las cuales significaban todo para él, antes de conocer a la joven gitana Esmeralda, de quien se enamora por ser ella la primera que le mostró bondad.
Quasimodo era odiado por el pueblo de París por causa de su deformidad, por lo cual posee un carácter tímido y retraído. Sin embargo, posee una gran valentía, astucia y un corazón noble. Antes de Esmeralda, la única persona importante para él era el archidiácono Claude Frollo, quien lo adoptó cuando fue abandonado en la catedral entre los niños expósitos.
Durante el desarrollo de la novela, cuenta con unos diecisiete años. Victor Hugo lo describe físicamente como un joven de gran tamaño y fuerza y una gran agilidad a pesar de sus defectos físicos, la cual podría ser el producto del ejercicio que realiza constantemente trepando por las torres de Notre Dame y los techos de los alrededores, si bien no sale mucho de la catedral. Su cabello es muy rojizo y, si bien no se lo aclara en el libro, se ha interpretado que sus ojos podían ser azules. Por esto se cree que tal vez no era hijo de una gitana, sino que había sido raptado por una o, quizás, dejado a su cuidado.
El final de Quasimodo es sumamente dramático: cuando ve, desde lo alto de Notre Dame, que Esmeralda es ejecutada y él no podrá llegar a tiempo para salvarla, su alma se entristece y decide morir junto a ella después de asesinar al cruel archidiácono que la entregó.
Una de las características más importantes sobre él es el cariño que siente por la catedral de Notre Dame de París, en donde vive. Victor Hugo describe esta relación como si el campanero y la catedral fueran una sola alma unificada. Es allí en donde Quasimodo tiene su refugio del mundo que lo repudia injustamente.
Etimología
El nombre de Quasimodo proviene del latín quasi modo (en español: como si, casi como), primeras dos palabras del introito de la misa del primer domingo tras la Pascua, por haber sido abandonado en este día del año. Al mismo tiempo, supone un juego de palabras, ya que el campanero era considerado un casi humano: muy cerca de todos los demás y, al mismo tiempo, tan diferente.
Quasimodo en la vida real
En agosto de 2010, un archivero de la Tate Gallery, Adrian Glew, encontró pruebas de que Quasimodo podría haber sido inspirado en un tallador en piedra jorobado que trabajaba en las obras de restauración de la catedral de Notre Dame en la década de 1820.
La evidencia se encontraba en las memorias de Henry Sibson, un escultor británico que trabajaba en las obras al mismo tiempo que Victor Hugo escribía la novela. Sibson describe al tallador: “Era un tallador del escultor del gobierno, cuyo nombre he olvidado, ya que no tenía interacción con él, todo lo que sé es que era jorobado y no le gustaba mezclarse con los otros talladores.” Debido a que Victor Hugo tenía estrechos vínculos con la restauración de la catedral, es probable que conociera a este tallador jorobado apodado Le Bossu (el jorobado, en francés) a quien supervisaba Monsieur Trajin. Adrian Glew también descubrió que tanto el tallador como Victor Hugo vivían en Saint-Germain-des-Pres en 1833, y que en los primeros borradores de Los Miserables, Hugo llamaba al personaje principal “Jean Trajin” (el mismo apellido que el del supervisor del tallador jorobado de nombre desconocido) para más tarde cambiarlo por “Jean Valjean”.
Si eres fanático del libro de “Nuestra Señora de París”, de Víctor Hugo, esta es una historia que tienes que saber. Ya que, por muchos año se creyó que Quasimodo, el trágico héroe conocido mundialmente como “El Jorobado de Notre Dame”, fue una creación de Víctor Hugo. Más de un siglo después, un documento que forma parte del archivo de la galería de arte Tate revela la verdadera identidad del protagonista de esta historia.
Acorde a este documento, aparecieron evidencias de que la novela se basó en un escultor que trabajaba para el gobierno francés y trabajaba en la catedral cuando la novela fue escrita en el siglo XVIII. Este escrito forma parte de una autobiografía del escultor británico del siglo XIX Henry Sibson (1795-1870), encontrada en una casa de Penzance (Cornualles) donada a Tate en 1999.
Sibson fue contratado para trabajar en la reparación de la Catedral de Notre Dame de París. Y en sus apuntes aparecen claras referencias a un “solitario escultor jorobado” que también había sido contratado por el gobierno y “no le gustaba mezclarse con sus compañeros”. Sin embargo, para desfortuna de los fanáticos de la historia, no parece haber referencias, hasta el momento, del amor que le tenía a la joven gitana Esmeralda.
Adrian Glew, el documentalista del museo que hizo el descubrimiento, contó que se sorprendió cuando vio que la fecha del jorobado de la ficción y el de las memorias de Sibson coincidían. “Es un descubrimiento fascinante. Muchos estudiosos han tratado de vincular las deformidades de Quasimodo con ciertas enfermedades, pero nunca he visto ninguna referencia a un personaje histórico real?, dijo el profesor Sean Hand, jefe del Departamento de Filología Francesa en la Universidad de Warwick y experto en la obra de Víctor Hugo.
Quasimodo llega al cine
Su adaptación al cine ha sido diversa, pero merecen destacarse algunas de estas producciones que han logrado llevar la magia que destilan las páginas de la novela, sobre un tiempo pretérito que yace sepultado entre los polvos de la historia.
El primer intento serio de hacer una megaproducción sobre esta obra estuvo a cargo de Carl Laemmle Sr., dueño de los estudios Universal, que al igual que haría con el Fantasma de la ópera, reconstruirá detalladamente la estructura de la monumental catedral parisina, eligiendo como director de esta versión El jorobado de Notre Dame (1925) a Wallace Worsley.
Aunque esta cinta ha sufrido el desgaste del paso del tiempo, especialmente en la dirección, teniendo escenas malogradas, el mérito se lo lleva su actor principal, el genial Lon Chaney, que logró una de sus grandes interpretaciones, incluso para reflejar de manera realista el sufrimiento del personaje, utilizó un maquillaje especial y se pondría en la espalda una joroba de goma de 22 kilos.
En 1939, un pequeño estudio como RKO, especializado en cintas de bajo presupuesto, realizó una de las mejores versiones de esta historia, titulada Esmeralda, la zíngara, dirigida por el artesano William Dieterle y protagonizada por Charles Laughton y Maureen O’hara.
El papel de Cuasimodo es un reto para cualquier actor que quiera demostrar su versatilidad y en este personaje la actuación de Laughton es magistral, opacando incluso la de Chaney. Solo él ha logrado reflejar toda la ternura que desborda el personaje en la novela original, la cinta tuvo dos nominaciones al Oscar, pero extrañamente no en la categoría de Mejor actor, otra de las típicas injusticias de la Academia.
Otra de las versiones populares basadas en el libro es la de 1956, dirigida por Jean Delanoy y protagonizada por Anthony Quinn y Gina Lollobrigida. Es destacada la interpretación de Quinn y las escenas finales son realizadas con bastante acierto.
Y como siempre no podría faltar la adaptación animada realizada por Disney en 1996, con fondo musical incluido.
AM.MX/fm