Pablo Cabañas Díaz
Para la cultura nahuas, según López Austin: había tres entidades que eran parte integrante del ser humano:“el alma tonalli, el teyolía y el ihíyotl”. El alma tonalli se consideraba un vínculo personal con el mundo de los dioses y de forma material se entendía como un hilo que salía de la cabeza del individuo. La cabeza era una de las partes del cuerpo por donde podía escaparse el tonalli. La salida del tonalli del cuerpo significaba enfermedad, podía estar fuera, pero poco tiempo, ya que era indispensable para la vida. López Austin nos dice que el tonalli, es quien decide cuál será el lugar definitivo de residencia para las almas .
El ihíyotl, se situa en el hígado, cuando sale del cuerpo, “aire de noche” es una sustancia maligna, hasta el punto de atacar a los seres humanos. El teyolía, en cambio, era la entidad anímica destinada a dirigirse a uno de los cuatro destinos del alma.
Una vez muerta la persona viaja al Mictlán, este a su vez se divide en el Tonátiuh Ilhuícac espacio al que van los muertos en batalla, las mujeres fallecidas durante el primer parto y las víctimas de los sacrificios: Al Tlalocan allí van aquéllos cuya muerte estaba relacionada con la lluvia, las aguas o el sacrificio al dios Tláloc. El chichihualcuauhco es el lugar de reposo de los niños muertos durante el período de lactancia. El Teyolía, la entidad anímica que viaja al reino de los muertos, la que, desde los primeros días de la Colonia, empezó a identificarse con la palabra que llega hasta nuestro días: “ánima”.
Parece ser, que al fallecer el cuerpo, la separación del alma teyolía no era inmediata y suponemos que el centro de conciencia se quedaba cerca del cadáver. La cremación del cuerpo tenía lugar cuatro días después, en ese momento el teyolía partía y se quedaba otros cuatro días sobre la tierra antes de descender al Mictlán. En total el teyolía se quedaba ocho días cerca del cuerpo y de los lugares que éste había habitado antes de empezar su penoso viaje.
[…] los muertos sin gloria, los que no habían sido elegidos por un dios, los que perecían por enfermedad común y corriente (tlalmiquiliztli, “muerte de la tierra”, muerte causada por las fuerzas telúricas), pasaban al helado camino
Según López Austin, el conocimiento médico y terapéutico de los antiguos nahuas, había un contenido profundo de “tradición ecológica cultural”. De esta manera su aplicación y manejo cotidiano y médico-terapéutico implicaba conocimiento riguroso y sensibilidad en las recomendaciones y en los tratamientos de prevención, diagnóstico, autoatención: a nivel personal. En suma, era una dinámica, que guiaba sus acciones colectivas e individuales, productivas y reproductivas, y su manera de comprender y justificar su mundo social, que era muy complejo y lleno de tensiones.