viernes, abril 19, 2024

OTRAS INQUISICIONES: Lobbies conservadores

Pablo Cabañas Díaz

Estamos en una época de recomposición de las fuerzas sociopolíticas y de las alianzas. Las categorías políticas que permitían clasificar los actores a veces no son tan precisas. En varios países, las fuerzas sociales se polarizaron, dejando con poco margen de maniobra a las voces críticas. El peso de los lobbieses particularmente fuerte en las instituciones europeas. En 2017, el reporte de la ONG “Observatorio de la Europa Corporativa”, sobre las negociaciones para prohibir el glifosato (un pesticida cancerígeno), muestra el protagonismo de los lobbies de la agroindustria que logró revertir los debates y posponer la decisión de cinco a diez años. Bruselas, sede de las principales instituciones de la Unión Europea, alberga más lobbies que Washington: alrededor de 25 mil  personas trabajan como “lobistas”  en la ciudad. En Europa se multiplicaron los análisis, libros y reportajes que muestran de forma cada vez más clara que, lejos de ser marginal, la acción de los lobbies se encuentra a menudo en el centro del sistema político a nivel regional y nacional, como lo exponen los periodistas alemanes Uwe Ritzer y Markus Balser en su ensayo Lobbykratie (Lobbicracia).

Dichos autores muestran cómo la política alemana se construye bajo la presión constante del sector industrial y cómo la proximidad entre los lobbies industriales y el poder político explican ajustes repentinos de la Cancillería del Consejo Europeo.

La amenaza de los lobbies contra la democracia se exacerba por la concentración de la riqueza en las manos de unos pocos, en un mundo en donde empresas transnacionales manejan más dinero que el PIB de países enteros. Los escándalos de corrupción de Odebrecht muestran que la política latinoamericana es particularmente vulnerable ante los lobbies. Y, aun cuando se multiplican los reportajes y los libros de periodistas, hasta ahora pocos sociólogos han estudiado las prácticas de lobby como una parte del repertorio de acción de un “movimiento por el capitalismo global”.

En otros países se constata, al contrario, una mezcla entre actores progresistas y reaccionarios, con fronteras borrosas entre los dos. Movimientos reaccionarios retoman elementos del repertorio de acción de los progresistas, así como argumentos en contra del capitalismo financiero global. En Hong Kong, entre los jóvenes que llevan la lucha en contra del gobierno subordinado a Beijing, se encuentran progresistas, pero también muchos nacionalistas que se quejan de los chinos (mainland Chinese) que “vienen a aprovecharse de nuestro sistema social”.

La enmarañada recomposición de alianzas y la oposición entre fuerzas sociopolíticas complejizan la relación entre actores de movimientos reaccionarios, las élites económicas y el movimiento por un capitalismo global. Múltiples movimientos nunca alcanzarán las portadas de los grandes periódicos y son mucho menos visibles que las manifestaciones y las ocupaciones de plazas públicas, pero están instigando a transformaciones “subterráneas” de la sociedad a partir de prácticas concretas.

El hecho de que sean menos visibles, y que sus prácticas estén ancladas en la vida cotidiana, no disminuye la importancia de estos movimientos, que son significativos tanto en el cambio concreto que representan para las comunidades y los ciudadanos como en la crítica al sistema dominante.

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