Por Pablo Cabañas Díaz
Pese a no haber gozado del reconocimiento en vida, John Fante se ha convertido en una figura esencial para entender la literatura norteamericana del siglo XX. Nacido en Denver en 1909, en el seno de una familia humilde de origen italiano, Fante trasladó pronto su universo a California, donde ambientó la mayoría de sus novelas, retratando con crudeza y humanidad la vida de los inmigrantes italoamericanos y los márgenes de la sociedad estadounidense.
La obra de Fante está marcada por la pobreza, el catolicismo y la incomunicación familiar, constantes que atraviesan su narrativa y que encuentran eco en la saga de Arturo Bandini. Este personaje, su alter ego literario, protagoniza cuatro novelas —entre ellas la famosa Pregúntale al polvo (1939)— en las que la lucha por sobrevivir, el deseo de escribir y la búsqueda de identidad se mezclan con el desencanto y la soledad del inmigrante en Los Ángeles. La ciudad, lejos de la imagen glamourosa de Hollywood, aparece en su obra como un espacio hostil y desolador, testigo de los sueños rotos de sus habitantes.
A pesar de su talento, Fante tuvo que trabajar como guionista en Hollywood para subsistir. Él mismo confesaba que estos guiones carecían de interés literario, eran solo una forma de ganarse la vida. Sin embargo, la literatura fue siempre el centro de su existencia. Su estilo, directo y descarnado, mezcla humor, violencia y ternura, logrando una sencillez narrativa que lo convierte en uno de los autores más accesibles y, a la vez, profundos de su generación.
La recepción de su obra estuvo marcada por el olvido hasta que, décadas después, escritores como Charles Bukowski reivindicaron su influencia. Bukowski, máximo exponente del realismo sucio, consideraba a Fante su principal referente y, gracias a él y al editor John Martin, la obra de Fante fue reeditada y divulgada, alcanzando finalmente el éxito y el reconocimiento póstumo que merecía.
El final de Fante fue doloroso: la diabetes lo dejó ciego y sin piernas, y murió en Los Ángeles en 1983. Su legado, sin embargo, perdura y su retrato de los perdedores, de la lucha cotidiana y de la incomunicación sigue vigente. Hoy, títulos como Pregúntale al polvo son considerados clásicos y ofrecen una de las mejores descripciones de la vida en Los Ángeles en los años treinta. Fante, el cronista invisible, es hoy visible y esencial.
