viernes, diciembre 13, 2024

OTRAS INQUISICIONES: “Fuego y sangre

Pablo Cabañas Díaz.
“Fuego y sangre”, se titula el excelente trabajo de Juan Alfonso Millán López, en donde menciona que uno de los foros que se fundaron para consolidar a la literatura nacional fue la revista “El Renacimiento”, semanario dedicado a divulgar poesía, ensayos, crónicas y noticias. Millán precisa que en su “crónica semanal” del cuatro de septiembre de 1869 a cargo de Ignacio Manuel Altamirano se adelantan los aspectos técnicos de lo que sería titulado: “El Libro Rojo” un texto que contendría la historia de todos los personajes célebres de México, pero en particular “los que habían sufrido una muerte violenta; en suma, de todos los hechos famosos en los que había habido víctimas, desde los tiempos de la Conquista hasta nuestros días”.
Millán López, pregunta: qué se quiere comunicar, ¿qué aprender y qué imitar? Comunicar el sacrificio o martirio de personajes que fueron brutalmente asesinados. La violencia ejercida en los episodios de “El Libro Rojo” fue practicada por tres agentes: los españoles (durante la conquista y el virreinato); los extranjeros (españoles y franceses) y los conservadores mexicanos (monárquicos y mochos).
¿Qué podemos decir de la personalidad y psicología de los perpetradores, de aquellos que ejercieron la violencia en las páginas de “El Libro Rojo”? Comencemos con los españoles, éstos según Ernesto de la Torre Villar, gozaban de mala fama, en la literatura mexicana del siglo XIX de la siguiente forma: crueles, ambiciosos, déspotas, iracundos, seres cuya ansia de poder y dominación corre paralelo con su sentimiento de superioridad, con el desprecio que siente hacia quienes no tienen la misma sangre, el mismo origen, costumbres y creencias. A los ojos de Payno y Riva Palacio la violencia ejercida por los extranjeros, los enemigos de casa constituían un agravio y un dique al proceso civilizatorio, por lo que su actuar debía no solo ser condenado, sino denunciado y visibilizado.

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