Pablo Cabañas Díaz.
Claudio X. González, promotor del bloque opositor anunció que la próxima movilización de la coalición Fuerza y Corazón por México será el 18 de febrero, con la “Marcha de Nuestra Democracia”, y que contará con la presencia de Lorenzo Córdova, exconsejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), como orador único. En entrevista con Carlos Loret de Mola el 17 de enero, el activista de X. González, con un tono demagógico expresó que “la Marcha por la Democracia no es contra el gobierno ni a favor de ninguna candidatura, es ciudadana”.
Córdova en su libro: La Democracia No Se Construyó En Un Día (2021), menciona que “el proceso electoral de 2018 cerró diversos ciclos históricos: uno de 50 años, si se considera el movimiento de 1968 como arranque de la democratización; uno de 40, si se ubica en la reforma política de 1977 el inicio del camino hacia la pluralidad; o uno de tres décadas, si se considera a las elecciones de 1988 como el punto de quiebre de la transición. Y llega a la conclusión en abierta provocación contra el movimiento de la 4T de que la democracia mexicana no nació el 1 de julio de 2018”. Dos años después publicó con Ciro Murayama: La democracia no se toca, texto en el que en ningún momento está presente la declaración que hizo el 21 de noviembre del año 2022 cuando admitió que las elecciones presidenciales del 2006, tuvieron una serie de irregularidades, por lo que esta podía ser considerada como una elección fraudulenta.
La corriente política en la que se encuentra Córdova omite señalar que el foco real del problema de la democracia en México, radica en que los derechos políticos, civiles y sociales que acreditan a un ciudadano en una democracia consolidada, existen desde que el individuo nace, en ese instante los adquiere y dan forma al régimen, a las instituciones y a la democracia. Pero eso no es posible en México, porque las personas no adquieren esos derechos inmediatamente al nacer debido a que en algunos momentos no existen, y en el mejor de los casos debe organizarse para gestionarlos y obtenerlos. En ese sentido las personas hacen una “apuesta democrática”, participan bajo las reglas de la democracia, bajo condiciones que no eligieron, pero que sí sancionan con su voto. México es un país con grandes niveles de desigualdad social, baste señalar que un estudio presentado recientemente por José Nabor Cruz, secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluacion de la Politica de Desarrollo Social (Coneval), reveló que las personas en pobreza moderada entre 2020 y 2022 eran 44.9 millones y para el año pasado se redujo a 37.7 millones una cifra significativa que omite el expresidente del INE en su análisis sobre la democracia mexicana. A la par, según el Reporte 2023 de riqueza global de la Unión de Bancos Suizos, México suma un total de 367 mil 110 personas que poseen una fortuna de entre un millón y hasta 5 millones de dólares; 15 mil 915 acumulan una riqueza de entre 5 y 10 millones de dólares; 9 mil 247 mexicanos cuentan con capital personal de más de 50 millones de dólares. No entender esta realidad nos lleva a no comprender de que hablamos cuando nos referimos a nuestra democracia, y a quienes participan en ella.
