Pablo Cabañas Díaz
En su campaña por la presidencia de la República, Ricardo Anaya desmanteló la alianza de facto establecida por los dos partidos que se habían alternado el poder en México —PRI y PAN— y también dividió a su interior a la fuerza más antigua de la oposición mexicana. Además, amenazó al entonces presidente Enrique Peña Nieto con meterlo a la cárcel en un spot televisivo.
Culpó a Peña Nieto de la filtración de un video en el que se le acusaba de recibir recursos ilícitos para financiar su campaña. “A usted, presidente Enrique Peña Nieto, lo responsabilizo de mi seguridad y la de mi familia. No me va a doblar”. La grabación, subida a YouTube, revelaba imágenes y audios editados de tres encuentros entre una empresaria argentina y el hermano menor de Manuel Barreiro, un hombre de negocios que se convirtió en un dolor de cabeza para el aspirante presidencial porque lo vinculaba con un caso de lavado de dinero en un negocio inmobiliario. Anaya se acabó con las revelaciones de Barreiro más por el poco tiempo que le quedaba para dar respuesta a ellas, que por la veracidad o falsedad de esos hechos. El daño estaba hecho a su carrera por la presidencia de la República.
Al amenazar con meter a prisión a un presidente se convirtió en una figura frágil ante el oleaje furioso de todos los enemigos que sembró en el camino. Lejos quedaba la noche del 6 de junio de 2016, cuando el arma más poderosa del dirigente panista fue su sonrisa socarrona, que sacó de balance al mismísimo Manlio Fabio Beltrones, con quien años antes, cuando ambos eran coordinadores de sus partidos en la Cámara de Diputados, jalaba para todos lados. En el debate televisivo posterior a las elecciones de 2016, el entonces líder nacional del PRI se exasperó, tartamudeó en un intento por zafarse de las ironías del panista, que todo el tiempo lo tuvo contra las cuerdas.
Para quienes lo conocen , Anaya no es de confiar, desde que traicionó a Gustavo Madero .Conforme a esto, lo primero que hizo después del triunfo del PAN y el PRD de 2016, fue adjudicarse para él solo la victoria electoral y reunirse con los accionistas y dueños de grandes empresas y comprometerse con ellos a echar para atrás la reforma fiscal, de inspiración perredista, “Reforma tóxica”, le llamaba Anaya a la que promovió el PRD y por la que recibió, a cambio de sus votos en el Congreso, una gratificación de miles de millones de pesos para el gobierno del entonces Distrito Federal .La reforma “tóxica”, promovida por Videgaray tuvo la virtud de unir a la clase media norteña con la clase empresarial, pero también con la clerecía, en especial la católica, que no estaba de acuerdo en pagar impuestos si ella a su vez estaba acostumbrada a cobrar diezmos para ofrecer una vida eterna.
Cuando Anaya estaba en campaña por la presidencia del PAN, criticó que el entonces Senador Javier Corral Jurado, su rival, hablara en contra de quien en ese tiempo era ya ex Presidente de México: Felipe Calderón Hinojosa.
“No se nos olvida tu oposición a nuestro presidente Calderón […]. A nuestro presidente le llamas cobarde, colérico, fracasado […]. Oposición sí, Javier, pero a los priistas, a los de enfrente. No a nuestro buen presidente panista”, le dijo Anaya a Corral durante uno de los debates. Eso era Calderón Hinojosa para Anaya: el “buen Presidente”. Pero la figura del expresidente, para el joven panista, no era sólo esa, sino también la de un ideólogo. Así quedó plasmado en la tesis doctoral que Anaya presentó en 2011 en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. “Los Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional, 1939, 1965, 2002: referentes ideológicos”, es un documento de 508 páginas en el que Anaya recorre la historia ideológica del partido al que se adscribió en el año 2000.
En mayo de 2018, en el programa “Tercer Grado”, Denise Maerker le recordó que para llegar a ser candidato dejó muchos heridos en el PAN y el PRD estaba muy débil, por lo que consideraba que era una alianza agarrada con alfileres. Le preguntó, de llegar a la Presidencia, “¿con quién vas a gobernar?”. Anaya respondió que los integrantes de la coalición gobernaban 15 entidades en el país, y aunque “el vaso se puede ver medio vacío, o medio lleno, yo estoy convencido que el vaso está lleno”.
En la carrera por la nominación a la presidencia de la república forzó a que se agotaran los tiempos de elección del candidato para obligar a la otra aspirante —y quien estaba mejor posicionada en las encuestas—, Margarita Zavala, a renunciar para buscar la candidatura independiente, al mismo tiempo que tejía una alianza con la cúpula del PRD. Al final resultó electo como candidato a la Presidencia y su interlocutora en el PRD, Alejandra Barrales, candidata a la Jefatura de Gobierno. Como candidato, se presentó con una narrativa poco clara, amarrada con una camisa de fuerza por izquierda y derecha. ¿Cómo confiar en un político cuya carrera fue construida a través traiciones?