Norma Meraz
Los priistas que habían excomulgado a Alfonso Durazo Montaño por haberse ido con Vicente Fox en el año 2000 ahora querían fotografiarse con él.
Este 25 aniversario de la muerte de Luis Donaldo Colosio en Magdalena de Kino, fue como él hubiera querido… en familia y con verdaderos amigos.
Respecto a la familia, qué mejor que con sus hijos, su nuera, su yerno, sus nietos, sus hermanos, familiares cercanos, compañeros de la infancia y paisanos “magdalenenses”.
Su hija Mariana radica en el Estado de Jalisco y espera bebé en los próximos días, así que, imposible que asistiera.
Amigos, verdaderos amigos, llegaron a Magdalena procedentes de Nogales, Hermosillo, Villahermosa, Mérida y Ciudad de México.
La conmemoración del aniversario luctuoso rompió con todos los cánones de otros años.
El sábado 23 a las 8 de la mañana, se inició una caminata por las calles de Magdalena encabezada por su hijo Luis Donaldo, Marilú, la esposa de éste, su esposa Marilú, sus hijos Luis Donaldo y María Emilia, familia, oriundos y visitantes, todos vestidos de blanco, quienes hicieron un recorrido al que se sumaban cada vez más personas, hasta la plaza principal de la ciudad.
Yo me había adelantado a visitar el camposanto municipal. Quería estar a solas en el mausoleo erigido en memoria de Luis Donaldo y de Diana Laura. Luego bajé a la cripta en donde reposan sus restos.
Ahí recorrí los muros cubiertos de fotografías de ambos e inscripciones con algunos pensamientos del fallecido Donaldo.
Al lado de cada placa con sus nombres, había modestos arreglos de flores naturales depositadas por habitantes de Magdalena.
Decidí subir las escaleras e ingresar al mausoleo. Ya habían colocado algunas coronas de flores. Unas con listones de la familia Pavlovich, otra de la presidenta del CEN del PRI y otras con el remitente de la Fundación Colosio y del Presidente Municipal de Magdalena.
De pronto veo aproximarse a un grupo de personas –seis maestros de Tabasco– quienes me platican que año con año acuden a visitar la cripta y que en esta ocasión no iban a faltar.
Inmediatamente se aproxima otro grupo que había descendido de un par de camionetas.
Caminan todos presurosos hasta entrar al mausoleo –todos formados y queriendo ocupar los lugares centrales para la foto–, se encuentran ahí la presidenta priista, Claudia Ruiz Massieu; Sylvana, la hija de Manlio Fabio Beltrones; Guadalupe Gómez Maganda, Samuel Palma y Guillermo Hopkins.
En cuanto se tomaron la foto de cajón, captada por una decena de fotógrafos y camarógrafos del gobierno del Estado, salieron a galope.
Ahí tuve un encuentro inesperado y más que grato: era Beto Villaescusa, el hombre aquel que, jadeante, me dio la noticia de que a Luis Donaldo “le habían dado un balazo en la cabeza y otro en el estómago, aquella tarde del 23 de marzo de 1994. Él iba a darle la noticia a Diana Laura, a quien yo acompañaba, pero sólo pudo decirle que “le habían dado un palazo en la cabeza y se lo habían llevado al hospital”.
Un abrazo fuerte y lleno de emoción nos mantuvo por segundos en silencio. Hacía 25 años desde aquella tarde y no nos habíamos vuelto a ver.
Otro encuentro feliz fue con Miguel Reyes Razo, amigo entrañable y compañero de mil batallas periodísticas.
Del panteón nos dirigimos a la casa de la familia Colosio –permanece intacta como hace 27 años que estuve ahí por primera vez.
En el centro del jardín había dos mesas dispuestas con refrigerios; en torno a ellas estaban “los de la foto del mausoleo”, junto a Marcela, Martha y Claudia Colosio, las hermanas del homenajeado; con el hijo de éste, Luis Donaldo con su esposa, y Rubén Durán.
Permanecieron alrededor de media hora y se formaron rápidamente para tomarse –ahora con Luis Donaldo Colosio Riojas– la foto. Uno por uno.
Se despidieron, se retiraron y cuál va siendo mi sorpresa que, al cabo de un rato, cuando llega Alfonso Durazo a ofrecer sus condolencias a la familia –como cada año lo hace–, los de la foto del mausoleo ahora hacían fila para otra foto, cada uno, con “el tal Durazo” –como le decían en el año 2000.
A esta sesión fotográfica ya no asistieron las “priístas distinguidas”, pero sí el resto de la comitiva.
Con este encuentro, los “ínclitos” priistas, ya perdonaron a Alfonso Durazo. Y, claro, ahora coleccionarán una valiosa foto con el flamante secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la Cuarta Transformación. La que les ganó el anterior primer día de julio.
Así fue y…
¡Digamos la Verdad!