jueves, mayo 16, 2024

“Los menonitas también somos ejidatarios”

Adrián García Aguirre / Bacalar, Q. Roo

*Han sido beneficiados con créditos mediante fideicomisos.
*Albert Schmitt reconoce la destrucción selvática.
*Dos décadas de depredación en Salamanca y El Bajío.
*Se está destruyendo la vida del campo.
*La producción rural está basada en uso de agrotóxicos.

“Hasta hoy vamos más o menos bien. Poco a poco estamos comprando tierra en dos ejidos: El Bajío y Paraíso. Entre las dos colonias ya tenemos como cinco mil hectáreas”, admite al respecto y sin inconvenientes Albert Schmitt, líder de los ejidatarios menonitas de El Bajío.
Salamanca, El Bajío, San Fernando y Paraíso, siempre de acuerdo a Global Forest Watch y el Padrón e Historial de Núcleos Agrarios (PHINA), son los ejidos con mayor porcentaje de disminución de cobertura arbórea por superficie ejidal; “al fin de cuentas los menonitas también somos ejidatarios”, dice.
La merma no se ajusta únicamente a esos espacios: a través de la compra de derechos ejidales y la renta, los menonitas han diseminado la deforestación por otros 16 ejidos aledaños a los ya controlados por los colonos.
En un recorrido llevado a cabo con Albert Schmitt, se corroboró que la destrucción de la superficie arbórea en todas esas áreas guarda relación directa con el cambio de uso de suelo para el tipo de agroindustria que desarrollan las comunidades menonitas mencionadas.
Mediante un análisis cartográfico realizado en los ejidos Salamanca, El Bajío, San Fernando y Paraíso, se estableció que la deforestación efectuada en los últimos veinte años implicó la pérdida de más de 11,450 hectáreas de monte. Cifra equivalente a la superficie de la ciudad de Cancún.
Existe una gráfica que muestra el porcentaje de disminución de cobertura arbórea por superficie ejidal (2001-2021), fuente documental del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera de 2022.
“Están destruyendo la vida del campo -denuncia el documento-. Pues ellos tienen el apoyo del gobierno, toda la maquinaria que ellos sacan tiene ese aval. Si uno como campesino va, no tiene esas garantías”, asegura Fernando Canul, dirigente del Consejo Indígena Maya.
Lo expuesto por Canul encuentra argumentos en las más de cuatro décadas de políticas agropecuarias que han priorizado la producción agroindustrial en la Península de Yucatán.
En ese sentido, las colonias menonitas de Bacalar han sido beneficiadas con incentivos y créditos a través de los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), con el objetivo de fortalecer la producción de oleaginosas a partir de la disponibilidad de maquinaria agrícola y semillas.
La expansión agroindustrial menonita en Bacalar es, además, la principal causa de deforestación, pues el cambio en el uso del suelo sin previa autorización y con complicidad silenciosa de las autoridades ambientales.
Sobre todo para la producción de monocultivos como la soya transgénica, que repercute en la vida campesina y alienta la pérdida del segundo bosque tropical más extenso de América.
En conclusión, declara Fernando Canul, la producción rural está basada en el uso de agrotóxicos y maquinaria pesada forma parte de la cultura de las colonias menonitas asentadas en la península de Yucatán con la anuencia y el permiso de los gobiernos federal y estatal, responsables de un ecocidio que no se atreve a aceptar su nombre.

 

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