Teresa Gil
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El agua fue el elemento clave en los últimos días, no sólo en la entrega del Óscar, sino en la urgencia vital de conservarla y no dejar que los intereses mezquinos nos la arrebaten. Millones de personas en el mundo se están movilizando para defender su derecho al agua. Es una defensa fundamental por su propia vida. Y lo ordena el resolutivo 64/292 de la ONU que reconoce el derecho humano al agua. Aquí lo acabamos de ver en la gran población de Baja California, que se movilizó y entregó a las autoridades 26 mil firmas para impedir que una cervecera transnacional, la Constellation Brand, se instalara en Mexicali y robara 20 millones de metros cúbicos anuales, para fabricar su producto. En otros estados como Morelos y en la propia Ciudad de México, la lucha se está organizando. No es sorprendente, porque ya han demostrado cosas peores, pero instituciones como el Banco Mundial que deberían impulsar un desarrollo equitativo, son las que están presionando para privatizar el agua. A ella se suman la Citygroup Banamex y Morgan Stanley, diversas transnacionales y países poderosos que presionan para que el vital líquido sea sometido a la oferta y la demanda. Estados Unidos es uno de ellos, que incluso ha promovido modelos de leyes que tienen esa intención. La revista Proceso advirtió en una información del pasado 20 de enero, que el gobierno actual se guarda bajo la manga la privatización del agua a nivel federal y que, -como en esas venganzas que ejercen los seres minúsculos, añadimos nosotros- será el Congreso con la actual legislatura, la que dará la estocada final a la Ley General de Aguas. Dos meses antes, la revista Regeneración había advertido, junto con diversas posturas y voces de Morena, académicos, la organización Agua para todos, entre muchos, que la Ley de Sustentabilidad Hídrica aprobada por la Asamblea Legislativa el año anterior, es el disfraz de la privatización que están vendiendo con otro rostro, en la capital. Es la corrupción disfrazada que se inició con la llamada ley Korenfeld, que se nombró así por David Korenfeld. ex director de Conagua depuesto por usar bienes de la nación en beneficio personal y quien había sido nada menos que presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Agua y Saneamiento (ANEAS), listo para privatizar a su favor el agua de millones de mexicanos.
LA FORMA DEL AGUA Y TODO SU CONTENIDO VITAL, EN PELIGRO
El filme La forma del agua de Guillermo del Toro ( The shape of water, guión del cineasta mexicano y Vanessa Taylor 2016) que acaba de ganar el Óscar a la mejor película, plantea el agua como plenitud de vida, de espacio donde pueden emerger criaturas sensibles y ligarse a otras que también dependen del agua para vivir. La trama en la que una criatura humanoide es el centro de conflicto entre grandes poderosos, advierte que el control del agua y sus contenidos, serán causa de enfrentamientos mundiales y guerras sangrientas. Así se prevé el futuro inmediato en el que la disputa por el agua será feroz y las naciones poderosas avasallarán a las pobres para quedarse con su vital líquido. Es lo que ya está planteando la privatización aquí y en todos los países, en la que transnacionales y grandes empresas nacionales, serán los dueños de la vida de los demás. Incluso ahora sin la privatización formal, el agua se distribuye en forma inequitativa y resulta contradictorio que el sur que tiene más agua, sea donde miles de comunidades y zonas marginales carezcan del líquido necesario, porque hay acaparamiento. Y que en el norte donde hay menos, sean los ricos y poderosos apoyados por los políticos, los que usufructúen el agua y enfrenten a comunidades, como sucede con la agresión que sufren los yaquis en Sonora. La película de del Toro deriva en una compleja trama y el elemento como personaje inspira al músico Alexandre Desplat para penetrar en los maravillosos sonidos del agua. El propio cineasta calificó al líquido vital, tan similar al amor, dijo, por su transparencia y por ser la premisa de todo.