Teresa Gil
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Palabras de todo tipo se han usado para convertir en un terremoto la reforma de la constitución local de Baja California, que elevó el período de gobierno de 2 a 5 años. Hasta el herido y postergado Jaime Martínez Veloz, coahuilense de nacimiento que buscó la postulación de aquel estado norteño, anda muy activo para sabotear cualquier postura que no convenga a sus intereses. Pero la mayoría se pierde en su propio laberinto. Ni el gobierno federal han podido decir con claridad que es lo que se violó jurídicamente en ese que consideran un atentado a la democracia. La también llamada “ley garrote”, de Tabasco, ¿lo es realmente o es otra llamarada de petate de la oposición retomada por los medios? Tradicional fue tomar la norma para alterarla en un juego de malabares, que ha sido utilizado por montón en el sistema jurídico mexicano. PRI y PAN no hacían otra cosa. Si no hubiera sido así, no serían más de 700 las reformas que ha sufrido la Constitución, algunas innecesarias para reflejar la visión del gobernante en turno. Eso sucedió por ejemplo con las muchas reformas que se hicieron en el gobierno de Miguel de la Madrid (DLM) para adecuar la carta magna a las necesidades del neoliberalismo. De 1917 a 1982 con DLM, las reformas llegaron al 70 por ciento. En algunas de ellas se ha alterado el sustratum original. Los cambios al artículo 130 para dar una idea, confirman lo que se ha dicho de que la carta magna ha sido una norma utilizada para el uso personal de cada gobernante. Con esa reforma, Carlos Salinas de Gortari que quiso quedar bien con la iglesia católica, alteró la concepción juarista y colocó en oposición al artículo Tercero que contempla el laicismo. Los robos de la presidencia, uno del propio Salinas y otro de Felipe Calderón, no son sino alteraciones flagrantes de la ley y eso se ha repetido en centenares de veces en muchos comicios mexicanos. Lo vimos en 2017 en el Edomex y en Coabuila. Los albazos son famosos, como el que sucedió con la Ley de Seguridad Interior, los llamados sabadazos para sorprender al opositor y las reformas de última hora para dejar enganchado al gobierno siguiente. Eso lo vemos en esos funcionarios -como en Veracruz con el fiscal Winkler-, dejados por ley y por venganza, fuera de sexenio solo para poner en la picota al nuevo gobierno. O lo que hizo EPN en junio de 2018, cuando ya presentía que su candidato iba en picada, de firmar decretos a diestra y siniestra para levantar la veda de 300 cuencas hidrológícas en lo oscurito. Y son solo pocos ejemplos…
LOS NEOPORFIRISTAS RECALCITRANTES CONTRA LA REELECCIÓN
Las vestiduras rasgadas de los neoporfiristas, muchos de ellos dentro del PAN, se caen a pedazos cuando se les recuerda que el señor Porfirio Díaz se reeligió diez veces, aunque algunos hablan de siete. Enardecidos, poniendo en duda incluso la fe notarial, se mueven dudosos contra la firma de no reelección de AMLO. Y no es que los haya cambiado la historia; siguen siendo reeleccionistas, es que el mandatario no es de su esfera. De hecho, en su círculo se mueve Felipe Cálderón que aunque ya no pertenece al PAN, cojea del pie reeleccionista. Recuérdese el intento que hizo de reelegirse a través de su consorte Márgara Zavala que no le cuajó y ahora busca desde muchos ángulos una reelección al menos en las decisiones que determinan al país a través de la asesoría a sindicatos, la creación de un nuevo partido, el impulso a movimientos desestabilizadores de derecha y de pilón, se va a Venezuela a prohijar un golpe de estado para demostrar que las puede. En su sexenio tanto él como Peña Nieto dieron un engrosamiento sorpresivo a la Constitución según dijo a El Economista en 2017 -en los cien años de la Carta Magna- el constitucionalista Diego Valadés, al pasar de 21 mil palabras a 54 mil 815 en el periodo calderonista y llegar con 10 mil 632 palabras más, con EPN, a 65 mil 447 en el año del centenario. El destrozo que hicieron de la Constitución los priístas en su mayoría, y en doce años ayudados por los panistas, se exhibe en el hecho de que de 136 artículos solo 22 no han sido tocados.
TRATO HECHO, DE MAUGHAM. EL TRATO HECHO MEXICANO, FAVORECIÓ A MUCHOS
Múltiples cambios a las leyes en México han tenido un trato hecho previo, con los grupos de poder. El tufo que destilaba la pasada reforma educativa para ampliar la privatización de la enseñanza, fue varias veces denunciado. Los casos son muchos. Entre su caudal de relatos, el escritor inglés W. Somerset Maugham, tiene uno, Trato hecho, (Lluvia, Argos Vergara 1983) que aborda el aprovechamiento de la ley por un gobernante y los grupos de poder que resultaron beneficiados al mismo tiempo. Un gobernante casado con una mujer de alta sociedad, que se ha enamorado de una bella joven extranjera, decide cambiar la ley por considerarla anticuada, para poder casarse con ella. Pese a la objeción legislativa la ley se aprobó y el gobernante lanzó la promulgación. Poco después fue depuesto y fusilado. Pero como la ley seguía vigente, muchos la utilizaron para enriquecerse ya que la norma permitía acelerar el divorcio en pocos días y contraer nuevo enlace – como en Las Vegas y Reno, Nevada-; hoteleros y otros empresarios hicieron su agosto con la gente que arribó de varios lugares. Aparecen entonces tres mujeres que el autor describe con discreción, pero que eran las tres poderosas madames de la ciudad. Las tres protestaron contra los hoteleros que les afectaban su negocio, porque las mujeres foráneas trabajaban en sus instalaciones. Ante el dilema, el nuevo gobernante arregló las cosas de tal forma, que todos pudieran beneficiarse de la ley, ya que ésta lo permitía. Maugham, autor de Servidumbre Humana, La luna y seis peniques, El filo de la navaja, Vacaciones de navidad entre muchas, ha sido uno de los más llevados al cine por la singularidad de sus historias. Entre sus relatos más destacados están La carta – con película que ganó el Óscar- y Lluvia.