Teresa Gil
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En una de las escenas de la famosa comedia de Frank Capra, Arsénico y encaje antiguo ( 1944) una de las ancianas que suele darle mate a sus huéspedes con arsénico, justifica la forma como le dieron el veneno al último huésped, “se lo dimos con vino, porque con té sabe muy mal”. Así debieron pensar los de Keurig Dr. Pepper, durante los años que les dieron a beber sus aguas a los mexicanos. Solo el alerta extranjero -como suele siempre suceder- de Consumer Reports, advirtió los últimos días que las famosas aguas tehuacanas tienen arsénico. Y solo también en un país como el nuestro, del tercer mundo, hundido en la corrupción se pudo ignorar eso y no detectar una substancia natural que se mezcla con otros elementos y que es potencialmente mortal para los seres humanos ¿Que hacía la Secretaría de Salud y su eslabón la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), para cuidar la salud de los mexicanos? ¿en que otras situaciones similares estamos en este momento, si nos alertan a diario los nutriólogos e investigadores del consumo, sobre salsas, brebajes, añadidos y alimentos que están fabricados con ingredientes que son nocivos; de refrescos saturados de azúcar y de aguas de garrafón cuya firma de emisión proviene de dos grandes transnacionales la Coca Cola y la Pepsi Cola, entre otras?
LA MUERTE DULCE, OTRO PUNT0 NEGRO A LA SECRETARÍA DE SALUD DE NARRO
Parece que la salud de los mexicanos les ha valido. ¿A cuanto vendieron a las transnacionales la salud y la vida de miles de mexicanos los pasados regímenes? Durante años se ha insistido, se han creado organizaciones, se han presentado escritos, para que los refrescos, uno de los causantes de la terrible diabetes, sean desaparecidos de la dieta de los niños y rebajados a lo más ínfimo los contenidos de azúcar. La petición de la demanda no ha tenido respuesta completa. La diabetes embarca a México en uno de los más graves problemas de salud que ocupa el 30 por ciento del presupuesto destinado a ese sector, con 12 millones de diabéticos según datos oficiales de noviembre de 2018 y con cifras de mortalidad que ya rebasan la más alta dada en 2016 de cerca de 106 mil muertes anuales. Algunas firmas como la Coca Cola , redujeron el azúcar en ciertos refrescos de los llamados clásicos y en algunos sustituyeron el azúcar por edulcorantes, pero siguen manteniendo los viejos refrescos, los que causan adicción en el que los consume. Paralelamente muchas empresas que producían yogurt y otros alimentos sin azúcar, de los llamados light, los han desaparecido. Solo dos o tres firmas los mantienen. Panecillos y pasteles de firmas como Bimbo y Wonder también se nutren del dulzor, a ellos ni siquiera les han llegado los edulcorantes. El azúcar se mueve como Pedro por su casa
ARSÉNICO, ESTRICNINA, CIANURO ET AL, ¿SOLO EN EL VIEJO SUSPENSO POLICIAL?
Parte de la novela policial clásica, se nutrió de los venenos y una que les dio duro -porque además conocía el tema-, fue Agatha Christie. La causa de aquellos usos está en este párrafo de mi libro Mis crímenes con la señora Miller, Apuntes de novela policial, Groppe abril 2015 ( Miller era el verdadero apellido de Christie) “En sus primeras épocas, las prácticas boticarias, farmacológicas o de droguerías pueblerinas -tónicos, decantaciones, polvos, pastillas de colores etcétera-, los usos cotidianos para la actividad herbicida -arsénico en el jardín, por ejemplo-, y el profundo conocimiento que se tenía a nivel doméstico de las plantas venenosas, creaban un clima propicio para inducir el crimen en ese terreno”. Arsénico y encaje antiguo la comedia de Capra, no fue la única que abundó en el tema del arsénico y otros venenos. Se mencionan al menos diez películas clásicas, dos de ellas de la propia Christie, El truco de los espejos y Cianuro Espumoso. Pero fueron varias las novelas en las que los venenos más diversos aparte de los señalados arriba, llenaron sus páginas. En mi libro mencionado los apunto. Están las sales de Talio, las flores del árbol del Tejo, el ácido clorhidrico, la morfina, somníferos, nembutales preparados, las fisostigmina un alcaloide, entre otros. Los títulos de los capítulos de este libro corren parejos con algunas novelas de la autora inglesa y el de los venenos ya mencionado, que es el número diez, tiene el de la pregunta terrible de una anciana que envenena ofreciendo un vaso con leche y que señalando una chimenea apagada interroga: ¿Está ahí su adorable criatura?