domingo, mayo 19, 2024

Lenin el Desconocido

Rajak. B. Kadjieff / Moscu, Rusia

*Recuerdo trágico de dos chistes políticos-
*El clero ortodoxo ruso, entre los perseguidos.
*Stalin sucesor, garantía de entrada a la historia.
*Heredó el chef del Hotel Astoria de Petrogrado.
*El pedestal vacío de Stalingrado.
*Había una vez un tren que iba al comunismo.

En un memorando de 1922, publicado por Richard Pipes en Lenin el Desconocido, el dirigente soviético se congratuló de que sólo “ahora cuando en las regiones hambrientas la gente está comiendo carne humana… podemos (y por lo tanto debemos) confiscar los objetos de valor de la Iglesia ortodoxa con la energía más salvaje y despiadada, sin dejar de aplastar cualquier resistencia”.
En una impactante carta del mismo año, Lenin instó al Politburó a sofocar un levantamiento del clero en la ciudad textil de Shuya, de población 100 % rusa: «Cuanto mayor sea el número de representantes del clero reaccionario y de la burguesía reaccionaria que logremos ejecutar, mejor”.
Un historiador ruso ha estimado que ocho mil sacerdotes y laicos fueron fusilados como resultado de esta carta, una gota en un mar de genocidios, y conózcase otra de sus grandes frases:
«No puedo escuchar música con demasiada frecuencia. Me dan ganas de decir cosas amables y estúpidas y acariciarle la cabeza a la gente. Pero ahora hay que golpearlos en la cabeza, golpearlos sin piedad»
Podríamos sospechar que nombró como sucesor a Iósif Stalin en la certeza de que solo al ser reemplazado por alguien aún más criminal y obtuso que su persona lograría una plaza de honor en la historia rusa.
Hoy, una estatua gigante de Lenin preside Volgogrado, la antigua Stalingrado, porque Nikita Khruschev ordenó que tiraran la estatua de sí mismo que había colocado Stalin, y a Leonid Brezhnev, su sucesor, le dio corte dejar el enorme pedestal vacío sin poner ninguna otra estatua en su lugar.
Es necesario dejar constancia de que, aparte del poder, Stalin heredó también el cocinero personal de Lenin, un hombre que antes de la guerra era el chef del lujoso Hotel Astoria de Petrogrado, favorito de Rasputín. Su nombre era Spiridon Putin, y después de la Segunda Guerra Mundial tuvo un nieto al que llamaron Vladimir, como al antiguo jefe del abuelo.
Siempre que se piensa en Lenin, se recuerda otro gran chiste soviético, que muestra la idealización que se hizo de un personaje que tanto hizo para brutalizar a su propio país, y que murió a tiempo para disimularse entre la maleza.
La historia es que había una vez un tren que iba al comunismo. En él estaban Lenin, Stalin y Brezhnev. El tren se detuvo en un puente caído. Lenin dijo: «Lean a la tripulación mis discursos sobre el futuro utópico a ver si se arregla el tema».
No pasó nada. Stalin dijo: «Hagan fusilar a la tripulación». Aún así, el tren no se movió. Brezhnev suspiró y dijo: «Bajen las persianas y simulemos que nos estamos moviendo».

 

Artículos relacionados