Clientelismo, rendija vacua de Morena
Por José Luis Camacho
Este año se cumple el centenario de Arnoldo Martínez Verdugo, uno de los líderes del Partido Comunista Mexicano, algunos de cuyos integrantes terminaron sumándose al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Han creído que es la alternativa política capaz de incorporar a sus muy largas luchas un desarrollo democrático, donde el proletariado, las clases marginadas rurales y urbanas, pero especialmente la clase obrera, fueran el motor e incidan en profundos cambios sociales en el país.
En sus papeles congresistas del PC llegaron a expresar que nadie creyera “que en nuestro partido hay alguien que piensa por todos, que lo sabe todo y que puede prevenirlo todo”. Confiaban en la expresión de un “partido colectivo actuante y pensante” sin clientelismos.
En 1973 el XVI Congreso del PC la “inquietud de las grandes masas” preocupaba a sus dirigentes. Eran la base de sus líneas de acción para su lucha social. Por esa época en México cuando aún se respiraban los climas de autoritarismo político del Partido de Estado y se abría una ventana aunque estrecha para la participación legal del PC en la vida pública del país, ese partido fincaba en la clase obrera su influencia en las masas para alcanzar sus objetivos políticos de una democratización nacional.
Martínez Verdugo afirmaba en ese momento que “la disyuntiva real, la que se pone de relieve a medida que avanza la crisis política, es la que existe entre el mantenimiento de las formas despótico-paternalistas de gobernar y el desarrollo democrático del país: O dicho en otras palabras, entre autoritarismo y libertad política”.
Más de medio siglo después, esas sentencias de Martínez Verdugo resuenan en la vida política actual de la nación y siguen siendo probablemente vigentes a la hora de gobernar entre autoritarismo y libertad política, con un partido como Morena y sus gobiernos que nutre sus nuevos cuadros de la alta burocracia con una afiliación indiscriminada provengan de donde provengan.
En esta estrategia de afiliaciones masiva lo mismo caben, como vocifera su campaña mediática, colonos, estudiantes, comerciantes, obreros, campesinos, vecinos, de la clase popular y desde luego exmilitantes provenientes de los decadentes partidos tradicionales, ahora conocidos como prianismo.
Morena a toda costa de afiliación clientelar sacrifica sus propios principios de gobernar con humildad, sencillez y con el ejemplo que profesa la presidenta Claudia Sheinbaum. Crea una fuerza política muy disímbola con tal de predominar en la vida del país.
En el gabinete presidencial y gubernaturas figuran personajes provenientes del Partido de Estado del siglo XX que sobresalen en el escenario político nacional. Martínez Verdugo por esos años de los setenta temía la formación de un régimen político déspota con una burocracia política con una alta“concentración del poder” que eliminara otras fuerzas políticas.
Hoy esa concentración del poder afecta más a cuadros provenientes del PC o de la izquierda dentro de los propios gobiernos burócratas de Morena, al ser desplazados por personajes provenientes del prianismo en la estructuras de gobierno y representaciones en el exterior en embajadas y consulados.
El extinto líder del PC insistía mucho en que las “constantes históricas del Estado Mexicano” eran “el paternalismo y autoritarismo” que hace 50 años llegaban a ser una forma de “presidencialismo despótico”.
Si bien la misión de los partidos es seguir gobernando como ahora lo hace Morena con los rápidos cambios constitucionales aprobados por su aplanadora, con la superioridad tanto en el Congreso como en la mayor parte de los gobiernos estatales y aún con la exigua elección en las urnas de las jerarquías judiciales del 1 de junio, el peligro que acecha al sistema político mexicano es un ancho tejido de gobiernos emanados de ese joven partido creado en 2011 como asociación civil, que con una plataforma política basada solamente en los clientelismos, construya un régimen de poder despótico tipo balcánico bajo el techo del mismo partido, al que temía Porfirio Muñoz Ledo.
Alejandro Encinas, de los pocos militantes del PC que están en el gobierno, ahora en una débil posición en el gobierno de la Ciudad de México, cuando dirigía las bases del Partido Socialista Unificado de México (PSUM) en el Estado de México, rechazaba el clientelismo político. Creía que era una forma de corrupción para lograr abrir “camino en los pasillos o adquirir cierto consenso”.
En una entrevista con Héctor Delgado, Encinas, con una larguísima trayectoria en las filas de la izquierda mexicana desde 1978 cuando ingresó al PC, le molestaba “abultar el trabajo político que nosotros desarrollamos; hacer cuentas alegres del crecimiento del partido”.
Ya varias décadas después de lo que pensaba Encinas, Morena ha emprendido esa tarea en todo el país de aumentar el número de sus afiliados hasta llegar a los diez millones de militancias. Cientos de jóvenes con chalecos guindas han sido desplegados a cumplir con esa tarea con un ropaje de pesca clientelar.
López Beltrán, en medio de una polémica por su viaje de vacaciones a Japón justificado por él mismo al estar cansado de sus tareas de afiliación masiva y encargos electorales, donde pagó siete mil pesos diarios por hospedaje, es el estratega de esa operación en todo el país de que Morena sea el partido con el mayor número de clientelas políticas, superando a las que llegó a contar el PRI en el siglo pasado antes de perder la elección presidencial en los comicios del año 2000, que dio lugar a la alternancia en el poder ejecutivo.
En octubre de 2011 nace Morena como asociación civil. Las elecciones presidenciales de 2012 fue su primera oportunidad “de iniciar una revolución pacífica, a través de una insurgencia cívica” donde su candidato Andrés Manuel López Obrador pierde su segunda elección. La primera, en 2006, era el candidato del extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD). Enfrentó una elección cargada de dudas y vicios sobre el triunfo de Felipe Calderón consumado con el lema de “haiga sido como haiga sido”.
En el acto simbólico efectuado en el pequeño jardín el domingo 3 de agosto, de donde fueron despojadas las figuras de Fidel Castro y el Che Guevara, por una de esas burocracias despóticas tan temida ahora en el siglo XXI, se escucharon los cantos de Gabino Palomares en honor a la única república socialista de América. Estaban ahí antiguos militantes como David Cilia, Francisco Rosas y otros miembros que reivindican su pertenencia a ese partido, recuperaban la esperanza de varias generaciones de mexicanas y mexicanos de un país justo y democrático. Para concluir desplegaron la bandera del PC mexicano. Rondaba por ese jardín la memoria de Martínez Verdugo.