domingo, diciembre 15, 2024

La parábola del Leviatán, la Hidra y el control social

 

Rafael Serrano

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La desconfianza ha crecido, cualquiera puede ser portador del mal o de influencias tóxicas”

Peter Sloterdijk

 

Tal y como lo demuestran los estudios de análisis de contenido, el discurso mediático es una parábola que se repite: la violencia es una Hidra imbatible y más si en su combate los héroes se descubren como traidores y corruptos, aunque caigan cabezas nunca cae el gran villano, el que mantiene, suelta y encamina a la Hidra. Porque el villano es una entidad metafísica llamado “Estado” o una red, una  maña, de instituciones podridas: policías, fuerzas armadas, ministerios públicos, jueces venales, autoridades municipales, estatales, federales y políticos mafiosos que esconden o administran los grandes negocios del crimen: el tráfico de drogas, la trata de personas  y de mercancías, la extorsión y el secuestro; a los que hay que agregar: los homicidios de “alto impacto”, los feminicidios y los asesinatos de periodistas como una urdimbre nefasta e indestructible en el telar social.

Ahora se agrega, el relato de la conspiración geopolítica que se integra al “Gran relato” de la Hidra imbatible y que refiere al concepto de “seguridad nacional” y se menciona como una “nueva militarización” que tiene por objeto sostener el control sobre los territorios, sus recursos y sus poblaciones. Se dice: EUA ha impuesto un control de facto sobre los espacios nacionales que los considera patios traseros y “va” sobre los recursos del subsuelo con la añagaza de la lucha contra el crimen organizado que según algunas narraciones periodísticas está “controlado/administrado” por instituciones represivas y manipuladoras de la seguridad nacional: la CIA, la DEA y el FBI.  Instrumentos estratégicos para el sostén del statu quo y de la pax norteamericana. Lo cual es un hecho sabido y aceptado desde hace mucho tiempo. Nada nuevo en el comal informativo. El periodismo realmente existente recrea o amalgama retóricas del pasado con los relatos “novedosos” sobre los hechos “duros”, datos “duros” de la violencia “estructural”, que son mediados con la imprecisión de las lecturas e inferencias de los periodistas de mala o buena leche: la estadística al servicio de las narraciones periodísticas que abrevan en la laguna encantada de los trascendidos e informantes opacos.

Ahora, en la narración/descripción sobre el crimen, proliferan los trascendidos, testimonios y todo tipo de información que igualmente procede de gargantas profundas, de víctimas o actores interesados; o de indagaciones en los meandros burocráticos que localizan omisiones, partidas secretas y contratos elaborados en lo oscuro. La metáfora y la letanía que envuelve estos encuadramientos concluye en que “todo sigue igual… nada más que peor…”;  “gobiernos van y gobiernos vienen” y  la Hidra del crimen esta ahí con sus mil cabezas.  Ante ello, la población, la “ciudadanía” está “inerme” y el periodismo cuenta esa orfandad y “cumple” con su “compromiso” enculturizador: mostrar que una caterva de políticos se ha apoderado del Estado y que éste no cumple con el contrato social y que ahora debe empoderarse a la “ciudadanía” para detener o amputar estos atropellos. Una utopía que se convierte en distopía por la magia de la narración “periodística”.

 

Esta letanía “informativa”, contada en clave catastrófica,  omite que los medios y la práctica periodística forman parte del entramado de la violencia y del control social del “Estado”, más allá de la venalidad y falta de probidad de los escribas o de los “opinion makers”. Omite que el periodista o “mensajero” también es un actor involucrado en el “desastre” social que narra.  Y omite, también,  que la “ciudadanía” es también actor corresponsable de la violencia. En el rasero “Estado” cabe todo y cabemos todos. Al respecto hay poca crítica y nula autocrítica, poca capacidad de distinción, diferenciación y mucho reduccionismo y maniqueísmo: “fue el Estado” es decir todo y es decir nada: “¿Quien mató al comendador? ¡Fuente ovejuna! Todos a una”. Para lo cual todos los días se “demuestra” con las imágenes de violencia en todo el mundo, que nos habla de un mundo en llamas, al borde del caos. Se trata de mantener a los públicos en estado inerme y no para transformar las causas profundas que originan la violencia: la desigualdad social, la expoliación y el saqueo de las élites oligarcas que controlan el mundo. Los efectos no son las causas en esta rueca informativa.

Como bien decía Manuel Martín Serrano en su paradigmático estudio sobre la prensa en la transición española, “La Producción social de comunicación” (1986): el “Cuarto Poder” es un mito escudado en la libertad de expresión que cree que con poner las “pruebas” testimoniales o los trascendidos basta. Unos ejemplos:  hay que creer en Anabel Hernández que ya “descubrió” que el gobierno de López Obrador es “narco” con testimonios filtrados por ignotos abogados o que Alito Moreno y otros replicantes histéricos  hablan de que se vive en un régimen “dictatorial” y que “sigue lo mismo “; o la reproducción de violentas   retóricas de los políticos profesionales que hablan del derecho, la legalidad cuando ellos son desnudados todos los días por sus tropelías, traiciones, mentiras y robos en despoblado.

Ahora desde Nueva York, está siendo juzgado un policía mexicano de altísimo rango que era un doble agente y se está “descubriendo” que tanto las élites norteamericanas como las provincianas forman parte del gran negocio de la droga. Durante años han vivido inventando luchas y guerras que hemos pagado con miles de muertos, juventudes perdidas y sociedades enfermas. Se está destapando una cloaca que involucra no sólo a los políticos, policías, ejércitos, empresarios, banqueros  sino a los medios nacionales, a periodistas y comentaristas que han vivido de ese lodazal: todos somos García Luna dirán con justa razón. Y los medios y sus cronistas se regodean describiendo la mano en el corazón de un truhan convertido en víctima mandando besos a su mujer, un “soldado civil”, dicen, condenado por sus jefes en la Babel de Hierro. Como ya lo había mostrado Leonardo Sciascia en su novela 1912+1, los asesinos son melancólicamente románticos y una vez cumplida su misión aunque ésta se sucia y reprobable son reivindicables. Todo conduce a presionar al “Gran Jurado” para que absuelva este policía militante del Estado corrupto. La dignidad y la verdad no venden informativamente. Esta es la deshonestidad periodística de los “grandes” medios y de sus escribas de folletín. Una muestra más de la miseria intelectual y del cinismo planetario, escandaloso, del sistema mediático. Los medios y la “sociedad civil” viven y describen esa confabulación, son parte de la confabulación que se inventa una verdad y esconde la perversidad que inunda sus vidas y las nuestras.

 

 

En realidad, son reconfiguraciones de un “Estado” que sólo está interesado en conservar el poder a través de un sutil o férreo control social. En ello los medios y sus mediadores profesionales (los periodistas, comentaristas, influencers, escritores, “sociedad civil” y Academia) tienen una responsabilidad que no puede evadirse en una supuesta objetividad y menos colocarse desde las alturas “éticas” para mostrarnos “la verdad”. Los poderes económicos y sus grupos de presión son los que no sólo limitan las políticas públicas, sino que desgastan su credibilidad y las reorientan. Crean nexos espurios con los políticos que encumbran o desprestigian y que los convierten en socios de sus negocios o en bestias negras. Para ello inundan sus medios con verdades a medias: fijan agenda, enmarcan las noticias y crean un ambiente de precariedad, incertidumbre y confusión entre los ciudadanos que desde sus perplejidades, angustias o ignorancia perciben un mundo en caos permanente.

 

Hércules combatiendo a la Hidra

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En este modo de producción y distribución de información, el consumo de las noticias se convierte en un instrumento de control social más que una actividad racional en busca de una verdad que mejore la vida social. En esta jaula de hierro informativa, los periodistas/comentaristas/influencers son seleccionados, reclutados por estas organizaciones como piezas intercambiables y desechables, sometidos a los espacios/tiempos informativos que fija la naturaleza del medio y los intereses políticos/empresariales. Sin duda, hay excepciones y está surgiendo una nueva estructura, un nuevo modo de producción informativo esperamos más libre; pero que todavía es incipiente e inmaduro. El sistema mediático realmente existente, verdadero ecosistema, está poblado de una flora y fauna muy diversificada, donde dominan las grandes empresas que está siendo absorbidas por las GAFA (Google, Amazon, Facebook, Alí-Baba). Ahí trabajan muchos periodistas o comunicadores, la mayoría precarizados que sufren no sólo de bajos salarios sino de represiones y en ocasiones atentados mortales. Pocos se convierten en opinión makers o en infuencers.

 

Habría que investigar, como lo hizo Roderic Ai Camp en el campo político, cuál es la psico-génesis y la socio-génesis de un periodista de a pie que llega a ser un hacedor de opinión y cómo estos mutan no siempre bien, hacia su pináculo de fama y credibilidad. Una bien ganada y otra muy oscura. Es el caso de los periodistas como Jacobo Zabludovsky que duró más de 30 años sembrando la confianza en el régimen priista o de personajes como López Dóriga que ha sobrevivido mutando de ser un orgánico salta montes entre Televisa y canal 13 durante más de tres décadas para reconvertirse, en la sociedad líquida, en un opinante “independiente” en las redes; o de Loret que pertenece a la casta divina de Yucatán y que ahora gatillea fakes contra su bestia negra López Obrador con dinero del PRIAN y del Big Pharma madracista;  o Marín un periodista de la estirpe de Carlos Denegrí que al no poder ser Director de Proceso se pudrió asaltando la razón, todos los días, con insultos y sarcasmos machistas y abrevando en las salas de los políticos del viejo régimen;  o Brozo que de alternativo pasó a ser filtrador de denuncias uniendo patéticamente la farsa con la verdad; o Loret clásico hacedor de fakes; o  Gómez Leyva dramaturgo del desdén y del desprecio hacia sus críticos y un largo etcétera que incluye a académicos y profesionales de todo tipo y que hoy pueblan los conversatorios (talk shows) de cualquier espacio informativo para decir verdades a medias y aceitar la rueda del Hámster social bajo la narrativa de que  estamos siempre al borde, a punto de la ruptura del estado de derecho, con un pie en el desfiladero. “Vean”, nos dicen, como “cunde la violencia y los criminales; están ahí impunes mientras nadamos en corrupción; se hunde el mundo en manos chinas y rusas y emerge el populismo como fantasma anticapitalista” mientras hablan de un hombre sereno, vestido de azul panista enfrentando “acusaciones sin pruebas” de malandros protegidos; etcétera.

 

Es el encuadramiento cínico de los grandes medios nacionales y extranjeros. Pero también han emergido periodistas que han ganado su fama con trabajos relevantes, valientes que nos mostraron y muestran los meandros del poder y su gigantesca impunidad. Estos trabajos refieren a investigaciones documentales en los archivos policiacos, las rutas del dinero, los contubernios entre crimen y política. Pero predomina un establecimiento informativo jerárquico, clasista, excluyente, obnubilado donde influencers como Anabel Hernández, Lydia Cacho se unen a los fogoneros tradicionales de los medios: los López Dóriga, Loret, Beteta, Ruiz Healy, Gómez Leyva, etcétera. Algunos “ilustres” y otros ignorantes de mala leche atizando el fogón de la tragedia social que se recicla al infinito. Sus relatos son pasto seco en la pradera social.

 

El recuento cotidiano de muertos, de mujeres asesinadas, periodistas baleados, policías y autoridades corruptas comprueban el ritual del miedo, el dragón del mal que sale de la cueva para asolar a una sociedad y que los San Jorge, políticos y héroes anónimos; “valientes periodistas y activistas desgarrados/ofendidos” caen uno a uno; son devorados por las llamas de la corrupción y muertos en las cunetas de la sociedad. Un relato cuyo contexto es crear un estado de inermidad permanente que exige depurar al infinito una sociedad que nunca se depura. Se crea una rueca narrativa cuyos efectos positivos siempre son menores y que terminan siendo utilizados para la lucha por el poder con la promesa política de que hay que remover a las autoridades responsables, convirtiéndose en una perversión más de la democracia.

los trabajos Hércules

https://es.wikipedia.org/wiki/Hidra_de_Lerna

 

Desde “Los Miserables” hasta las tramas urbanitas de “El complot mongol”, “Las horas violentas”, “Casi el Paraíso” o las posmodernas “La guerra de Galio” o “Morir en el Golfo” hasta las abundantes investigaciones periodísticas sobre “hechos” reales que se escriben sobre el crimen organizado, donde la industria del libro fabrica best sellers y hace su agosto, encontramos esta necesidad/deseo, a veces perverso, de mostrarnos una sociedad descompuesta y prácticamente irrecuperable. Es un conjunto de relatos abrumadoramente redundante que creo no ha logrado más que fortificar una ideología densa y brumosa sobre una realidad rocosa, lava petrificada, que no se diluirá. Sobre estas piedras los relatos sobre la violencia se vuelven una tautología sobre la infinita perversión del sistema que devora a sus hijos nobles y apacienta a sus ovejas negras. Desde esta perspectiva todo es fallido y estamos condenados.

 

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