Gregorio Ortega Molina
*No es lo mismo desarraigar de un territorio, una nación, una patria, que de los brazos de una madre, de un padre. Los efectos secundarios se revertirán a Estados Unidos
Dejé de recordar con puntualidad el argumento de los generales-dictadores de la Junta Argentina para separar a los hijos de sus madres, pero estoy seguro que las seguidoras de Hebe de Bonafini y Marta Ocampo de Vázquez los tienen clavados en la memoria, los refrescan durante sus encuentros en Plaza de Mayo.
Algo había sobre el hecho de que al arrancarlos de los brazos de las madres y entregarlos a otras familias, curarían de la enfermedad del comunismo o del socialismo o de la justicia a los argentinos, lo que ennoblecía los sucesos de tortura de la Escuela de Mecánica de la Armada. Al menos esos creyeron Jorge Rafael Videla y sus secuaces.
¿Qué persigue Donaldo Trump al separar a los niños de sus padres? ¿Desarraigo? ¿Intimidación para que los migrantes ilegales y legales dejen de insistir en llegar a la tierra de seguridad y justicia y bienestar prometido por los padres fundadores? El resultado será peor que el de los marielitos enviados a Florida por Fidel Castro.
Supongo que Donaldo Trump es un ignorante sublime. Con certeza no está enterado del procedimiento de integración que implantó Alejandro de Macedonia entre los habitantes de las naciones conquistadas y sus soldados: nada mejor que el matrimonio, el mestizaje físico y cultural. Sus asesores debieran tarjetearle los libros de Yuval Noah Harari, para que haga el denodado esfuerzo de comprender que los resultados de su procedimiento se revertirán en contra de lo que él dice defender.
Quizá el único acierto declarativo de Vicente Fox Quesada durante su sexenio, fue hacernos conscientes de que los migrantes ilegales de América Latina van a Estados Unidos a hacer los trabajos que los negros rechazan, por indignos y mal pagados. Bueno, no olvidemos la puntada del sello postal de Memín Pinguín y la famosa respuesta a los reporteros maiceados por Martha Sahagún: ¿Y yo por qué?
El comportamiento político y la conducta corporal y verbal de Donaldo Trump nos indican que es un nazi embozado, deseoso de olvidar su origen y la pobreza de sus abuelos, esa miseria que los obligó a emigrar a la República que él hoy dice gobernar.
Es un tema psicológico mayor el decidirse por el procedimiento de separar padres e hijos y, además, encerrarlos en jaulas, intimidarlos y vaya usted a saber qué les hacen los guardias fronterizos y del ICE a esas indefensas y atemorizadas criaturas. Los que se quedan solos tienden a convertirse en Don Corleone o en Scareface, esa inolvidable actuación de Al Pacino para mostrarnos las consecuencias de la llegada de los marielitos.
No es lo mismo desarraigar de un territorio, una nación, una patria, que de los brazos de una madre, de un padre. Los efectos secundarios se revertirán a Estados Unidos y es muy posible que nadie recuerde que fue Donaldo Trump el que los originó, debido a sus torpezas como gobernante.