martes, abril 23, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Matar la identidad nacional I/II

*Flores y Jiménez estaban en la defensa de una idea que hoy parece obsoleta, pero que en ella nos va la vida. Tener identidad nacional no está reñido con la globalización, lo que pasa es que lo quieren todo, y los gobernantes lo entregan

Gregorio Ortega Molina

¿Qué defendía Rubén Jaramillo que tanto irritó a sus asesinos, y además de pagar con su vida ofrendó la de su esposa embarazada y la de sus hijos? ¿Qué los obligó a ejecutar a Samir Flores? ¿Defensa de territorios? ¿Un nebuloso concepto ecológico y de desarrollo sustentable? ¿La idea de nación y de identidad nacional?

     Las preguntas anteriores son motivadas por el reportaje de Emiliano Monge para El País, cuya lectura implica empeñarse en una ampliación al tema y obliga a abrir las preguntas: ¿por qué es necesario defender la autoría intelectual de los diseños indígenas plagiados por la moda internacional, la originalidad de los artesanos de la cerámica del robo de otras naciones, o de los desarrolladores de conceptos ideológicos que distorsionan la idea de patria frente a una avasallante globalización?

     Hay quienes suponen y predican que cierta dosis de nacionalismo hace daño y perjudica el desarrollo. Defienden el libre comercio y la globalidad de la identidad humana con un populismo libertario, en el supuesto de favorecer esa nostalgia del modelo político y económico del pasado, que creó fenómenos como el milagro mexicano y la presidencia imperial.

     Recurramos a la aguda mirada y a la pluma del reportero Monge: “Samir era náhuatl y uno de los líderes más importantes en la lucha contra el Proyecto Integral Morelos, del que la termoeléctrica de Huexca no es sino la joya de la corona. Una corona contra la que Samir, originario de Amalcingo y fundador de la radio comunitaria Amiltzinko, se oponía desde que fuera anunciada la construcción del gasoducto que atravesaría, transformaría y violentaría el territorio de su comunidad.

     “El penúltimo fue Noé Jiménez, quien el jueves 17 de enero, sobre la plaza de Amatán, fue baleado, secuestrado y desaparecido por un grupo paramilitar al servicio del Gobierno municipal y de la familia Carpio, que en aquella región del país vienen a ser más o menos lo mismo.

     “Noé era zoque y además de haber sido uno de los fundadores del Movimiento por el Bienestar, la Paz y el Bien Común de Amatán, que exigía el fin de la corrupción gubernamental y denunciaba su asociación con el crimen organizado -el municipio es un corredor en el trasiego de personas, drogas y armas-, formaba parte de la Comisión Política de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala: llevaba, pues, varias décadas luchando contra concesiones mineras, contra el despojo agrario y contra la tala indiscriminada de maderas preciosas.

     “Que quede claro: como Samir Flores, Noé Jiménez, cuyo cuerpo fue encontrado en las inmediaciones de un basurero, con señas evidentes de tortura y desfigurado por el ácido con el que lo rociaron durante los últimos instantes de su vida, era, ante todo, un defensor del territorio”.

     El territorio y algo más. Los animales no humanos defienden su espacio, lo marcan, no como ámbito de casa sino como lugar de seguridad. Es el equivalente al hogar. Quienes tengan perro saben de lo que hablo.

     Flores y Jiménez estaban en la defensa de una idea que hoy parece obsoleta, pero que en ella nos va la vida. Tener identidad nacional no está reñido con la globalización, lo que pasa es que lo quieren todo, y los gobernantes lo entregan.

www.gregorioortega.blog          @OrtegaGregorio

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