Gregorio Ortega Molina
*Según la ONU estamos, en muchos aspectos, como en 1946, ¿hay lugar para el optimismo?
Todo indica que el problema, en su globalidad y consecuencias, resulta mayor de lo que los jefes de Estado aceptan, y además aparece invisible para los ciudadanos de a pie, pues a pesar de la comunicación instantánea, las redes sociales y el tradicional boca-oído, la desinformación impone una imagen del mundo.
Las fotografías y estadísticas de la hambruna en África son de infundir una mezcla de misericordia y temor: ¿cuál es el futuro? ¿Dónde la razón de que se muera de hambre o de enfermedades curables? ¿Y el regreso de las dictaduras disfrazadas de democracia?
En la sede de la ONU se emiten las voces de alerta: desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo, los seres humanos guiados por sus sabios gobernantes, no habían enfrentado una crisis de esta naturaleza. El origen es obvio, está en el marcado desequilibrio entre miles de millones pobres o muy pobres, y unos cuantos millones (¿llegarán a 10?) obscenamente millonarios, ricos a decir basta, con mayor nivel de riqueza que países pequeños, ya no digamos Grecia, el Caribe, Centro América, África. El mundo escora a la desvergüenza, en ambas antípodas sociales.
A los <<hijos putativos de Creso>> dejó de avergonzarles dilapidar sin objetivo. Merecen la abundancia, disfrutan del despilfarro; a los deformados por las condiciones de pobreza extrema en que viven, por la carencia de alimentos y dignidad, les importa poco haber perdido el pudor y mostrar sus desnudeces, o las avasallantes consecuencias de la humillación y el hambre.
Habrá que releer a Pétros Márkaris para no olvidar el comportamiento de ciertas autoridades gubernamentales, de empresarios, comerciantes, dueños de medios de comunicación, que con desprecio acompañan el hundimiento de Grecia, porque era necesario debilitarla para dar salida a las inquietudes turcas, a la crisis Siria. ¿Será que el destino de esa nación dirigida por Tsipras, sea verse convertida en el enorme campo de concentración de los migrantes que no caben en Europa? Es una hipótesis.
Allí está la frase que Elena Ferrante saca del caletre de su gran personaje: “La habilidad consiste en ocultar u ocultarse el verdadero estado de las cosas”; y sí, en esa tarea descuellan nuestros políticos y gobernantes, aquí y en el orbe, porque todos se rehúsan a dejar ese poder que, según ellos, les da otra dimensión.
Pero, como indica la historia de la humanidad, a la hora de la verdad los seres humanos tendemos a ratificar nuestra confianza en quienes nos despellejan con los horarios de trabajo y los ingresos, porque nos roban cotidianamente la capacidad de pensar, para poder decir NO.
Según la ONU estamos, en muchos aspectos, como en 1946, ¿hay lugar para el optimismo?
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