Gregorio Ortega Molina
*El tamaño de los agravios gubernamentales a la sociedad es de la dimensión de los problemas nacionales
Antes de que AMLO y Jesús Ramírez Cuevas nos iniciaran en la esotérica clasificación del periodismo nacional, los medios en México, notoriamente los que ocupan a los hogares durante la tarde-noche, fueron definidos como nuestro espejo fiel: hacemos televisión para los jodidos, aseveró Emilio Azcárraga Milmo.
Creyeron que el negocio les daría para transitar durante una eternidad, pero hete aquí que la sociedad decidió modificar sus preferencias y los ingresos de la televisión abierta se desploman. ¿Por qué?
La combinación celulares-tabletas-Internet-redes sociales dejaron de obligarnos a permanecer en un sitio -literalmente sitiados- para informarnos o entretenernos, con el añadido de que cualquier entusiasta creativo y audaz para fotografiar con su celular y darle voz al audio si registra un suceso, de inmediato se convierte en informador y transforma en suceso de actualidad la realidad real, en sustitución de la realidad imaginada.
En la refundación de México, en este intenso proceso de regeneración nacional para edificar la IV República, decidieron sustituir la televisión para los jodidos por la prensa “fifí”, pues es ésta la que sirve de entretenimiento y distracción en un afán de tener presencia, de hacer olvidar -o al menos posponer a la consideración y el análisis- lo trascendente para perdernos en el vacío del anecdotario cotidiano: entre los corazoncitos de la prensa nacional, los besos al desgaire y la descalificación anticipada, o la magnificación de los rubores inexplicables de una estudiante que no acierta a explicar cómo y por qué circulan sus fotografías, y un senador de la República que incumple su mandato constitucional. Dedica la sesión al chateo y nosotros pagamos su salario.
En medio de todo, el coordinador de Comunicación Social en la futura administración federal, Jesús Ramírez Cuevas, ofrece que el próximo gobierno abrirá sus puertas, sus oídos y sus ojos a los ciudadanos. No más comunicaciones de propaganda tradicional, sino más bien imponer una real.
¿Cómo? Para lograr comunicación de ida y vuelta con los mexicanos es necesario el silencio, de otra manera sólo escucharán lo que quieran oír para construir su propia realidad, la que les conviene porque se niegan a advertir, o siquiera a considerar, que deben ir más allá o corregir el rumbo, pues el tamaño de los agravios gubernamentales a la sociedad es de la dimensión de los problemas nacionales.
Pero se empeñarán en el esoterismo de su propio lenguaje: crean al enemigo de la prensa fifí. No han aprendido que los gobiernos pasan y las policías, los militares, los marinos y los periodistas de todos colores permanecen.