*La ejecución no aclarada de Luis Donaldo Colosio en su XXV aniversario este 2019
Por Gregorio Ortega Molina
Este asunto de morir matando no es nuevo desde el punto de vista físico ni del espiritual. Los kamikazes, los terroristas dispuestos a entregar la vida en un gesto inútil de supuesta reivindicatoria venganza…, en cuanto a la razón y/o el alma, fallecen al violarse las normas éticas y morales.
¿De dónde sacó el valor Carlos Salinas de Gortari para suicidarse políticamente? ¿Qué lo impelió a esa acción sin respuesta, cuando a lo que un político aspira es precisamente a que sus gobernados le respondan? ¿Qué le informaron y cómo lo supo?
Fernando Solana Olivares demuestra ser un fino observador, capaz de ver con anticipación lo que Salinas de Gortari no quería aceptar: “¿Cuáles han sido sus dudas centrales, las zonas más frágiles, no calculadas de un régimen? No sabría decirle, contestará con una carcajada que todos los demás invitados harán suya. Detrás de él un hombre no se ríe. Nunca lo hace, nunca habla y siempre lo acompaña. La pregunta debió dirigírsele: es el torvo visir, el espejo oscuro, la sombra. Ha testificado hasta el gesto imperceptible y la desnuda intimidad. El drama ya está en curso”.
Es una de las Instantáneas de un mal tipo. La escena es en el Mar del Norte, también en 1994, en septiembre, un par de meses antes del destape y sólo seis que median entre el gesto de la conversación y el crimen político visto desde Este laberinto de cristal.
Es el poder que avisa, porque sabe, que llegó el tiempo constitucional; ha de cumplirse en un complejo ritual que implica la anulación política y social de él mismo para alumbrar a su sucesor, que invariablemente lo traiciona, hasta con el desdén, y no porque el último sol lo desee, sino porque los que rodean al nuevo tlatoani así lo requieren.
Humberto Romero Pérez afirmaba que Adolfo López Mateos ordenó dejarle una red presidencial al Viejito Ruiz Cortines, hasta que el propio presidente de la República instruyera a su secretario particular: “Humberto, se me acabó la gratitud, quítale la red a don Adolfo”.
Creo que todos sabemos quién es el hombre que no se ríe pero se parece a José María Córdoba; también intuimos que el tiempo político es el mismo al de hace 5 lustros: “Si se ha visto a las mejores mentes de otras generaciones buscando ansiosas la cercanía del poder, ¿por qué no a éstas, más pragmáticas y voraces, más resentidas?”
Nada habrá de impedirlo, ni siquiera el recuerdo del ritual del sacrificio y la manera en que ejecutaron a Luis Donaldo. ¿O sí?
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