Gregorio Ortega Molina
*Quizá por ello la corrupción se salió de madre. Al perderse la oportunidad de ver a los ojos a los propietarios de los poderes fácticos, vale decir a los auténticos y actuales dueños de México, decidieron llevarse hasta al perico, o como consigna Jorge Zepeda Patterson, el bote de basura
Con una organización que no es partido -AMLO lo confirmó en varias entrevistas concedidas durante su camino al poder- sino un movimiento, que aspira a la regeneración nacional y a fundar la IV República, derrotaron a la partidocracia porque hastió a los electores, y además porque el modelo político fue vaciado desde dentro por los carcamanes del presidencialismo. Destruyeron todo el respeto y la confianza en las instituciones de la República, o al menos lo intentaron.
Pero, como sugiere Joel Ortega Juárez en un intercambio de mensajes en twitter, ¿puede o debe venir de fuera de los partidos la reforma del Estado, el cambio de modelo político, la verdadera transición? ¿Están los mexicanos capaces de encausar al nuevo México en las Organizaciones No Gubernamentales? ¿En la academia? ¿Entre los empresarios? ¿Qué líderes sociales tiene la estatura que mostró AMLO? ¿Está MORENA conformado por “arrepentidos” de los partidos políticos? El promedio de edad del gabinete de AMLO ¿no es garantía de experiencia, o sólo lo es de mañas que deben desaparecer?
Ayer nos referimos al hecho de que se pretende, se aspira a predicar con el ejemplo. ¿Puede un joven ser ejemplo de un hombre maduro, de un político de la tercera edad? Supongo que Ricardo Anaya Cortés es muestra de lo que los jóvenes políticos traen en el caletre y en el espíritu. ¿No tuvieron suficiente con el equipo de EPN?
El dilema es severo, porque de los viejos desconfían y en los jóvenes, ¿quiénes podemos confiar en ellos? La propuesta de refundar México, de convocar a la creación de la IV República, únicamente puede hacerse desde la experiencia, desde suficientes años vividos para comprender que el presidencialismo fue el epicentro de la cornucopia mexicana, y que su fuerza emanó de la Constitución, la ley y las instituciones, pero todo ese andamiaje legal era sostenido por el poder económico de los activos del Estado. Hagamos una paráfrasis de la célebre frase de Carlos Hank González: presidente pobre, pobre presidente.
Después, cuando dejan el poder político adquieren el económico que acumularon durante el ejercicio del servicio público, muy bien remunerado, y algo más.
¿Son suficientes los recursos fiscales de que dispone el Poder Ejecutivo, para hablarse de tú con los diversos poderes fácticos surgidos de la desagregación económica del Estado? ¿Cuál debe ser el bagaje vivido de un grupo de políticos que desea echarse un tirito con los mexicanos aglutinados en las organizaciones empresariales? ¿O con los procónsules del Imperio? ¿O un intercambio de <<twitazos>> con Donaldo Trump?
Corregir el rumbo sólo puede iniciarse si lo conducen quienes vivieron de cerca las desviaciones y directa o indirectamente contribuyeron al fracaso del proyecto de la Revolución. Para entenderlo hubo que haberlo padecido, saber de sus consecuencias y de lo que costará revertir el proyecto de nación al que nos condujeron, sin por ello desaprovechar lo bueno de los acuerdos de libre comercio y la globalización.
Quizá por ello la corrupción se salió de madre. Al dejar de tener con qué ver a los ojos a los propietarios de los poderes fácticos, vale decir a los auténticos y actuales dueños de México, decidieron llevarse hasta al perico, o como consigna Jorge Zepeda Patterson, el bote de basura.