jueves, marzo 28, 2024

Jan de Vos y el camino de los indios de Chiapas

Adrián García Aguirre / San Cristóbal de las Casas, Chiapas
* Fernando Benítez, guía intelectual para estudiar al ex jesuita belga.
* Odisea heroica de los protagonistas de la gran tragedia nacional.
* Hizo la obra más confiable y completa sobre la historia chiapaneca.
* Vida, obra y legado del escritor y humanista amigo de los indios.
* San Cristóbal de las Casas, Pueblo Mágico para el gobierno federal.
* La antigua Jovel, ciudad que simbolizó la explotación colonial.

Marcados por la influencia intelectual de Fernando Benítez, quienes fuimos sus alumnos en la generación 1968-1972 de la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas (FCPS) y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tuvimos un genuino interés por conocer la historia de nuestros pueblos originarios, sin que éste dejara de crecer al paso de los años.
Durante la niñez y adolescencia, conocimos las tierras indias michoacanas -Cherán, Nahuatzen, Comachuén y Sevina-, ubicadas en el corazón de la meseta purhépecha, de donde procede nuestra raíz ancestral, en las personas de doña Reducinda Romero Avilés, indígena tarasca, y don Luis Gonzaga García Villa, criollo nacido en 1847 en Erongarícuaro, a orillas del lago de Pátzcuaro.
Con un conocimiento apenas suficiente de la etnia purhépecha fue que entramos a explorar también la grandeza geográfica e histórica de nuestro pasado, a grado tal que, hasta la fecha, conservamos como un tesoro la obra completa de Benítez, escritor, etnólogo, antropólogo, novelista, maestro y amigo.
Nacido en enero de 1912 y fallecido en febrero de 2001, Benítez nos impactó con sus obras, en especial Los indios de México, reunida en cinco tomos que constituyen una labor monumental que detalla la odisea heroica de nuestras etnias, los protagonistas de una las grandes tragedias nacionales.
Gracias al profesor Benítez tuvimos noticia de alguien que se llamaba Jan de Vos, historiador de origen belga, ex jesuita, científico social de luces extraordinarias, quien en 1994 acababa de publicar Vivir en frontera (CIESAS-INI), libro que nuestro maestro de la UNAM generosamente nos obsequió el 8 de julio de ese año.
En esa antología –la más confiable sobre la historia de Chiapas, dijo alguno de sus colegas- el antiguo jesuita, quien dejó en 1982 la orden fundada por San Ignacio de Loyola para dedicarse al estudio de los indígenas de ese estado, al que llegó de Bélgica en 1973, profundizó con enorme convencimiento en el largo proceso de histórico de esas comunidades del sureste mexicano.
Seguidores y lectores devotos de Fernando Benítez, Antonio García de León, Jan de Vos, Ignacio Bernal, Alfonso Caso, Carlos Montemayor, Desiré Charnay, John Lloyd Stephens, Robert Laughlin, Didier Boremanse y de muchos autores más, todos aquellos que nos hemos interesado en la historia nacional coincidimos en algo que se resume así:
Ese proceso de dominación, sumisión y casi exterminio se inició con la llegada a América de los primeros europeos, y no ha llegado aún a su término, como lo describe y comprueba De Vos en Vivir en Frontera, que marca el camino seguido por la población originaria de Chiapas.
Y la principal víctima de ese proceso –como lo <descubre y escribe Jan de Vos- lo fue el pueblo originario y verdadero poblador de la selva: los lacantunes, ancestros de los choles actuales, quienes resistieron durante dos siglos la conquista española hasta que fueron totalmente exterminados a inicios del siglo XVIII.
Los dos últimos murieron de hambre en una prisión en Retalhuleu, actual territorio de Guatemala, en 1712, al mismo tiempo en que llegaban a la Lacandonia los indígenas migrantes de origen maya-quiché provenientes de la península de Yucatán.
Un siglo y medio después, éstos fueron denominados erróneamente como “lacandones” por el antropólogo francés Jacques Soustelle y por la socióloga suiza Gertrude Duby, quienes los ensalzaron sin evidencia científica como los “descendientes de los príncipes de Palenque y Bonampak”, falsa argumentación que Jan de Vos exhibió y expuso en sus revelaciones históricas.
Por otra parte, esos descubrimientos han sido resultado de la búsqueda de la sobrevivencia, de un intento de superar hasta epidemias y hambrunas, factores que, como autor riguroso, Jan de Vos se adentra para su comprensión, además de señalar las estrategias de resistencia de los antepasados de los actuales indios pobres de Chiapas.
Y es que ellos han sido, desde siempre, las víctimas de ese proceso como integrantes de las etnias indígenas del sureste de México, entre quienes se encuentran los caribes de origen maya conocidos genéricamente como lacandones que, como señala Jan de Vos, fueron casi exterminados durante el dominio español.
Fue durante la Semana Santa de 2011, en San Cristóbal de las Casas -considerado Pueblo Mágico por las autoridades turísticas federales, la antigua Jovel, que también fue eje de la explotación colonial del pasado por estudiosos como el ex religioso de origen belga-, donde iniciamos la lectura de La Paz de Dios y del Rey (FCE, 1980), que justamente se refiere etnocidio de los caribes de la selva Lacandona.
Este libro, resguardado celosamente como otros en la vasta biblioteca que con los años se fue integrando en la sede regional de Maderas del Pueblo del Sureste A.C, es resultado de años de investigación por parte de Jan de Vos, constituido en un documento de incalculable valor para la historia de Chiapas y de México.
Al no aceptar la fundamentación jurídico-ideológica de la colonización, y al atacar sus métodos, prácticas y formas de organización, Jan de Vos se unió así a la tradición del estudio profundo de las civilizaciones mesoamericanas.
“Las páginas de este libro –nos dijo- no son más que un pequeño párrafo en la larga y triste historia de la destrucción de las Indias que fray Bartolomé de las Casas inició en 1542, destrucción que, para vergüenza de todos nosotros, continúa y sigue siendo actual”.
Y concluía: “En Chiapas, la llegada de los españoles trastocó la vida humana en todos sus niveles: la población, hasta entonces dueña de su territorio, fue obligada con las armas a compartir su espacio, y por encima de las diferencias existentes, los nativos fueron reducidos a la condición de ´indios´, como ocurre hasta nuestros días”.

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