Sergio Gómez Montero*
Un poeta pretende reconstruir
el rompecabezas del mundo
desgarrado por sus abuelos
E. Espósito: ”Puzzle”
Como toda historia, la de cada una de las herencias heredadas encierra anécdotas de naturaleza múltiple, que uno nunca logra saber si son mentiras o si son verdad. Pero de que son sabrosas esas anécdotas, tampoco nadie lo puede negar. A qué me refiero, pues en este caso, a una frase cuyo origen es polémico, pero no su contenido: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Unos se la atribuyen a Porfirio Díaz; pero aún en vida don Nemesio García Naranjo éste decía que el autor era él, quien en algún debate parlamentario a principios del siglo XX (con palabras más o menos) la había pronunciado. Pero sea quien sea su autor, hoy de nueva cuenta esa frase sirve para describir sin engaño las relaciones de todo tipo que existen entre México y Estados Unidos, en donde los vaqueros gringos se sienten con el derecho de insultarnos olímpicamente, sabiendo que rara vez nosotros (según Trump, los narcos, adictos, ladrones, nacos, etc.) le vamos a pintar cara para exigir nuestros derechos y que ellos deben de ser respetados pésele a quien le pese.
¿Qué causó el enojo del troglodita de las Rocallosas por estos días: la detención de Ancira y la persecución de Loyola, los buticompas de Jared Kushner; la muerte de los niños migrantes en los centros de detención en la frontera; el acoso de los demócratas en su contra, para aplicarle juicio político y desconocimiento como presidente, o la suya es sólo una actitud que lo consolide en las próximas elecciones como el candidato republicano en ellas? Lo que sea, pero no tenía por qué aplicar el ilegal 5% de aranceles a todas las importaciones mexicanas hacia Estados Unidos.
Pero si eso es importante, hay otro aspecto que es igualmente importante y que vale la pena no descuidarlo: la herencia maldita que implica el haber ido perdiendo desde el siglo XIX hasta ahora (López de Santa Anna) nuestra capacidad de defendernos de un vecino tan agresivo como lo ha sido el gobierno de Estados Unidos, para quien no existen leyes que valgan cuando se trata de regular las relaciones entre él y los gobiernos de los países del sur, a los que ve con un mirada colonialista, depredadora y esclavista (y ante lo cual, la ONU cierra los ojos). Y si eso era en el siglo XIX, esa situación se agravó desde entonces y hoy, el siglo XXI, el gobierno de Estados Unidos piensa que no tenemos ningún derecho para defender nuestra soberanía ni mucho menos para aplicar una política exterior que limite efectivamente los excesos del gobierno estadounidense, al margen de que haga bilis y actúe totalmente fuera de la ley. De allí que hoy el gobierno de México tiene dos tareas urgentes: por un lado, defender los intereses de la Nación frente a los excesos neocoloniales de los gobiernos gringos; por el otro, modificar de raíz nuestra política exterior para que ella recupere su capacidad de respeto y defensa de nuestros intereses nacionales, que desde el siglo XIX se han visto pisoteados por los gobiernos de Estados Unidos.
Desde luego, lo anterior no es sólo tarea del gobierno actual. Si no lo acompañamos nosotros, los ciudadanos del país, ni lo uno ni lo otro se va a lograr. Si no actuamos todos políticamente, nos augura el fracaso al respecto.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx