Sergio Gómez Montero*
Cruzar el río de los solos.
Cruzar el desierto de la sed
para alcanzar el sueño
M. Laredo: “Río Bravo”
Hace días escribía que la política es, desde sus orígenes remotos (pan y circo), un ejercicio cuya finalidad, siempre, es destruir al enemigo desde el momento en que ella es una lucha encarnizada por el poder. Creer que el amor y el perdón por sobre todas las cosas deja a sus actores al margen de los juegos malignos de la política, es de una inocencia manifiesta y es una apuesta perdida en términos de negociaciones políticas. Eso, desde tiempo atrás, en el país ha quedado demostrado (basta recordar al Alazán Tostao, Gonzalo N. Santos) y ella más sucia y maligna se ha tornado en el tiempo presente. Más nos vale no lamentarnos de ello, pues los ingenuos a veces son calificados de muy mala manera.
¿Hay manera de contrarrestar la malignidad de la política? Sí, desde luego, en la Grecia clásica se decía que con la isegoría, que no era sino hablar con la verdad, que no era nada fácil, pues ello implicaba una preparación muy profunda por parte de quien intentaba hacerlo (leer a Parménides mucho enseña al respecto) y que hasta hoy, después de los griegos, no se ha logrado de nuevo hacerlo, mucho menos con el capitalismo, cuando precisamente la política se convierte en un juego de todos contra todos y en donde la verdad juega un papel central sino también la aplicación de la ley y si la ley manda castigar, hay que hacerlo.
Habría pues que admitir que esa evasión de la ley, el castigo, es lo que ha generado el que hoy pululen enemigos por todos lados que no se miden a la hora de atacar, pues saben bien que para ellos no hay castigo y que por ende se pueden servir con la cuchara grande a la hora de lanzar ataques de todo tipo en contra de quien consideran sus enemigos principales, lo que hace que se avance cada vez más aceleradamente en la tarea de utilizar esos ataques en la consolidación de ir armando el entramado de acciones que bordan lo que finalmente busca conducir al fracaso total del nuevo régimen político, al que no se le quiere porque en la medida en que se consolida mina los intereses que hasta un poco antes predominaban con trampas e ilegalidades y que, al ya no permitirse, buscan que de nuevo se permitan.
Ese es pues, el juego perverso que se genera cuando, equivocadamente, el perdón opera sin razón aparente y en contra de la ley. ¿Quién, por ejemplo, de los grandes “huachicoleros” que operaron en las oficinas de PEMEX ha sido castigado? ¿Quién de esos hombres malignos habita hoy una cárcel? Y de los neoliberales que arruinaron al país, ¿cuál de ellos se encuentra pagando sus culpas? Para el país, ¿no necesitamos escribir y poner a funcionar, en concretito, una Nueva Comedia en donde todos los políticos de mala calaña comiencen a pagar sus culpas? Digo, una sugerencia.
Los enemigos existen y son de carne y hueso.
P. D. La enfermedad me alcanzó de nuevo y el doctor me sugiere que descanse. Me retiro, por tanto, un tiempo de la escritura. Ojalá y pueda, pronto, reanudar de nuevo mis tareas escriturales. Va, pues, este saludo de retirada, que espero sea temporal.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx