viernes, abril 26, 2024

ISEGORÍA: ¿En dónde está la izquierda?

Sergio Gómez Montero*

El optimista se sentó a la mesa, miró a su alrededor
y se sirvió un poco de lo poco que halló. Le dijeron
que había demasiado nada

F. Jamis: “Filosofía del optimista”

 

Me pregunta un compa, desconcertado luego de leer mis notas recientes, ¿a qué se debe, a que no te tocó hueso? Igualmente desconcertado, me siento en la silla de ruedas frente a la computadora y me pongo a escribir.

Fue y es culpa nuestra, los izquierdosos, el que aún no aparezcamos; el que no ejerzamos aún influencia en el nuevo gobierno de transición y conciliación que encabeza AMLO. ¿Debemos estar allí?, me preguntó. En sentido estricto, debimos haber estado desde el principio. De hecho –oigo voces que tienen eco– allí estamos: en las cámaras federales y locales, y somos muchos y nos dejamos escuchar. Pero, más arriba, ¿ideológicamente estamos? No, apenas y pintamos y eso nos va a obligar a exigir muy pronto para igualar las cosas al interior del bloque dominante, porque nosotros allí, más allá de los puestos, también somos muchos –abajo y a la izquierda– y fuimos los que nos dimos a la tarea de organizar la fuerza que le dio sentido y orden a quienes se fajaron para que el voto se inclinara hacia donde inclinó (el zócalo el día 1 de julio sólo fue una muestra). Dejar a esa fuerza colgada del cuerno de la luna no sería nada sano.

La verdad es que ahora la izquierda no está exigiendo nada. No es ésa nuestra tarea. Nosotros sólo vamos a participar, con nuestros métodos –en la práctica y en la teoría–, para que este movimiento electoral no fracase (como ha fracasado en Argentina, Brasil y Ecuador), sino que se demuestre que también por esa vía, paulatina y pacíficamente (no revolucionariamente), se puede ir minando el neoliberalismo para ir construyendo hoy un mundo en el cual se respete el medio ambiente, podamos todos vivir con justicia, la riqueza se distribuya de manera equitativa y los derechos humanos de todos sean respetados por todos. Suena difícil pero no lo es tanto. Al menos eso creemos nosotros desde la izquierda.

Pero vale la pena no olvidar que en política todo es lucha. No entenderlo así es un error. Aun la conciliación conlleva lucha, porque la conciliación de contrarios qué es sino lucha abierta y encubierta para alcanzar los fines. Y, en instancia última, la política es lucha de clases continua; negarlo es engañarse, ir al más absoluto de los engaños, como hoy Lula lo sabe a plenitud y como lo supo la señora Kirchner cuando se enfrentó a Macri dividida de los sindicatos. El éxito de Bolivia es la alianza entre Evo y García  Linera o en Venezuela la alianza que se mantiene entre gobierno civil y ejército, alianza que no se supo mantener hoy en Ecuador al surgir una pugna inútil entre Rafael Correa y Lenin Moreno o el regreso de Salvador Piñera a Chile, como si el neoliberalismo fuera invencible.

No se trata, pues, ahora de enfrentarse al interior del bloque que se está formando. Ir limando asperezas, puede. Más tarde qué va a pasar, no lo sabemos aún. Preparar el terreno para cosechar, puede, ¿o no, camarada Armando Martínez?

*Profesor jubilado

gomeboka@yahoo.com.mx

Artículos relacionados