lunes, diciembre 2, 2024

ISEGORÍA: El periodismo criminal nos atosiga

Sergio Gómez Montero*

para él

para millones como él la vida está escondida

no la encuentra

J. Carabelli: “Lógica”

 

Escribir periodismo siempre implica miedo. Uno nunca sabe qué callos son los que pisa, porque casi nunca sabe dónde está pisando. El problema de los pesos y los contrapesos sociales es difícil, porque si bien antes no existía (¿quién se iba a poner a luchar con los dioses hasta la Edad Media?, basta leer El dosel sagrado de Peter Berger para saber un poco de ello), a partir de ahí los reyes eran nuestros iguales y más iguales aún lo fueron los humanos de los parlamentos y de los gobiernos republicanos, con quienes podíamos combatir más de igual a igual. Aunque de gobierno a sociedad siempre ha habido ventaja por parte del primero y ventaja del primero respecto a los organismos intermedios –por más intermediarios que éstos sean– también siempre la ha habido, de ahí que en tanto organismo intermedio al periodismo le ha tocado jugar con la más ruda (o bailar con la más fea, si se quiere) sobre todo si sabe que casi siempre lleva las de perder, porque casi siempre le toca jugar contra el gobierno. Sólo así, hoy, se explican los crímenes horrendos de la periodista búlgara Victoria Marinova y de Jamal Khashoggi, otro distinguido periodista árabe, quienes, la primera en Bulgaria y el segundo en su embajada en Turquía fue liquidado por un grupo de sicarios de su país que allí lo estaba esperando.

¿Por qué esa falta de respeto por la vida de los periodistas, cuya tarea se limita, en el caso de Marinova a descubrir sucios negocios de corrupción en su país, en tanto que Khashoggi a poner al descubierto los excesos de uno de los príncipes petroleros de su país, y, así, poniendo al descubierto, como Miroslava Breach y Javier Valdés entre nosotros lo hicieron, la suciedad que nos rodea y que tanto molesta cuando sale a luz a los gobiernos de todos los países del mundo. Quizá como los periodistas somos el eslabón más débil de la cadena entre el punto fuerte y el punto débil es que al gobierno y a los criminales se les hace fácil atacarnos y destruirnos para así conservar los reinos de corrupción que poseen y controlan. Habiéndole restado casi todo poder a la sociedad, el gobierno hoy sigue con los organismos intermedios a cuyos integrantes -–periodistas, defensores de derechos humanos, defensores del medioambiente, migrantes, mujeres que luchan por sus derechos– los liquida sin tocarse el corazón, pues sabe que por ellos muy pocos vamos a reclamar y de parte del gobierno los crímenes de esos personajes fácilmente pueden quedar impunes.

¿Qué nos queda a los periodistas entonces? ¿Quién va a defender nuestros derechos, que son la verdad y la denuncia? ¿O será acaso que escribir periodismo con la verdad y la denuncia van a ser ejercicios ya para nadie permitidos, caducos, y que el único periodismo va a ser el rapaz, el servil, el chayotero entre nosotros?

Duros tiempos para el periodismo, hoy, a nivel mundial. Que descansen en paz Victoria y Jamal, pero que sepan también que mientras tengamos aliento algunos seguiremos defendiendo nuestra tarea a toda costa. Que nadie tiene aún el poder suficiente como para imponernos el silencio. Mucho queda por denunciar, mucho por decir la verdad. Nuestras computadoras están abiertas para seguir trabajando.

Aquí, o en donde haya una hoja en blanco, una pared, una pancarta. La verdad no tiene límites.

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

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