ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Ya en serio, los mexicanos no tenemos por qué pagar los altísimos salarios y entrambuliques de los frucionarios miedosos, mucho menos subsidiar sus miedos endocrinos. No cargamos sólo con su incompetencia, también pagamos sus miedos. Ése corre por cuenta de todos los causantes cautivos.
El miedo ha dejado de ser parte de aquella famosa “reverencia institucional”, de la tan llevada y traída protección de los secretos de Estado que hoy se reducen absolutamente a la complicidad con las bandas del trasiego. Porque el miedo se ha convertido en una práctica cotidiana, en servilismo puro y duro. Y éste traiciona al pueblo y al aparato administrativo. Acojona, paraliza, ofende.
Y sí, miedosos “no le cambian ni una coma”
Fue por miedo al “caudillo” que senadores y diputados de Morena y de partidos que lo acompañan –el PRI, incluido– que votaron “sin cambiarle ni una coma” la reforma al Poder Judicial, con todo y la ampliación de mandato del también miedoso –¿qué le sabrán?– Arturo Zaldívar.
Ha sido por miedo al energúmeno de Palacio Nacional que los legisladores aprueban cuanta zarandaja les envían para que, como vil Oficialía de Partes, den trámite a los deseos obtusos del “caudillo”. Miedo, pavor, pánico les provoca.
Por miedo, los operadores burocráticos de esa impudicia que es la Comisión Federal de Electricidad están al servicio de los resentimientos y de las tácticas electorales del “caudillo”. Por eso provocan todos los días los apagones en todo el país, que cuestan una millonada en pesos y en dólares.
También meten las patas en la reserva y compra de las vacunas, también se complicitan con las actitudes ordenadas a las brigadas morenistas para hacer del programa de vacunación sanitaria una cena de negros, una especie de canibalismo electoral que ha trascendido las fronteras y humilla al país, indefenso ante las artimañas del hombrecillo de Tepetitán.
Legisladores: mediocridad y terror al “caudillo”
Desde el Poder Legislativo cometen errores incentivados por las campañas antiyanquis de Palacio Nacional, que para lo único que sirven es para distraer a la población de las enormes fallas de gobierno y para inflamar el odio de los chairos, puestos para repetir como loros huastecos que la transformación esperada y que nunca llegó tiene enemigos poderosos.
El miedo también está posesionado de los legisladores y fruncionarios que detienen a como dé lugar las reglamentaciones de las leyes y reformas aprobadas para llevar a cabo los procedimientos de revocación del mandato, parte de esa argamasa de mediocridad y terror a un “caudillo” que cada día se disminuye más ante el pueblo.
El miedo es la argamasa del golpe de Estado
En las cavernas del Poder Judicial de la Federación, el miedo se apodera de los ministros de la Corta para dar trámite a favor de los intereses de Palacio a iniciativas atacadas de fondo por su inconstitucionalidad, haciéndose de la vista gorda en cada expediente impugnado de raíz.
Lo mismo sucede en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en donde las agarraderas de la voluntad de los magistrados han sido domesticadas con dinero y con expectativas de conquistas políticas a futuro para dejar pasar los marraneros: desde la antijuridicidad de las “mañaneras”, hasta el cochinero electoral de cubrir los delitos de candidatos impresentables del partido oficial.
El miedo es la argamasa del golpe de Estado y de la elección anticonstitucional que se viene, si los ciudadanos no acuden masivamente a las urnas para demostrarle a los farsantes e impostores que la impudicia tiene un límite: la voluntad mayoritaria del pueblo.
Ante todo, la suprema ambición reeleccionista
El miedo, ancestralmente analizado como una respuesta de la conducta ante sucesos impredecibles y no controlables se ha vuelto en nuestro país un componente fundamental de la sumisión de los mayores burócratas al hombrecillo, ya que con la obediencia lacayuna creen que asaltan su futuro luminoso.
Sin darse cuenta de que son sólo un puñado de sujetos manipulados por la hipocresía y las vanas promesas de quien despacha en Palacio, el que a la mera hora de las palabras mayores se quedará callado, y dejará pasar la suprema ambición reeleccionista, o de perdida, a los personaj@s más lambiscones del régimen, para confiarles la estafeta de candidatos a la primera magistratura del país.
El lugar sólo es para los más abyectos, para aquellos que demuestren en el sexenio oscuro que son capaces de ser invertebrados, de empinarse sin decir chus ni mus a todas las ocurrencias y a todas las afrentas que se le ocurra descargar sobre el pueblo al “caudillo”, con miras a doblegar a los más débiles del escenario.
El miedo ataca a las mentes de los presidenciables
Aquí de nada sirven los descollantes ensayos de Montaigne, el creador de la especialidad, que dijo y alertó a la humanidad sobre el único miedo real que había que combatir: tenerle miedo al miedo. O a aquella premonición de John F. Kennedy: “jamás negociemos con miedo, pero jamás temamos negociar”.
De nada sirvió la advertencia de Jules Romains, fundador del Institut Français d’Amérique Latine (IFAL), pronunciada en la calle de Río Nazas de la Ciudad de México: “optar por el miedo es ubicarse en la regresión y es temer por lo que existe”.
Aquí todo eso no vale. El miedo sirve a las mentes calenturientas de los suspirantes, que no paran en mientes cuando de cumplir las órdenes de un enajenado son capaces de echar por la borda su juramento de cumplir estrictas las leyes del país desde que tomaron posesión del cargo. La figura del “caudillo” puede más que todo eso, según se observa.
El miedo manipulado es la antesala de las dictaduras
El miedo de los jerarcas del sistema y su correlato, la cobarde precaución, es el cultivo ideal para todas las formas del totalitarismo. Es el mejor termómetro para saber cuándo se ha secuestrado cualquier asomo democrático, y ancestralmente se le identifica como la medicina idónea para los ingenuos.
El miedo de los burócratas empoderados y su sumisión absoluta al caprichato del poderoso es el mejor antídoto que ha encontrado la gente menor para atacar la razón, el raciocinio y la solidaridad. El miedo manipulado, dijo Chateaubriand en Memorias de Ultratumba, un poco antes que la represión, es la antesala de las dictaduras.
Los que presumiblemente mandan están entendiendo al revés los mensajes de la gente. Los gritos de indignación que se producen hoy en cualquier lugar abierto o cerrado del territorio para reclamar, sin tapujos, la falta absoluta de gobierno en el poder prestado.
La nula respuesta a simples cuestiones que desde el Medioevo se consideran parte del buen gobierno, como el castigo a la corrupción, el alto a la impunidad, la mayor transparencia en las cuentas públicas, la seguridad mínima para la vida e integridad de los habitantes, la reacción inmediata ante la violación de las leyes, y que la autoridad no lleve mano con el crimen organizado, entre nosotros es letra muerta.
La única actitud decente es la renuncia oportuna
Con el miedo cerval de quienes creen que mandan, adocenados y obnubilados ante una figurita de cartón que despacha en Palacio vamos al desastre.
Que después no argumenten que estaban amenazados de muerte para obedecer.
El de ellos, simplemente, es un miedo cómplice, una actitud lacayuna ante un fantasmón.
La única solución digna de su vida, la única actitud decente ante los acontecimientos es la renuncia oportuna. Ésta será mejor valorada por los electores que esa representación de cobardía inmunda.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Lo que sigue en el guion presidencial es incrementar la generación de miedos entre los ciudadanos menos informados, mismos que lamentablemente son su clientela electoral: “Si ganan los conservadores, los fifís, los partidos opositores a Morena, te van a quitar tus apoyos sociales…”
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