sábado, abril 20, 2024

Hablo desde los precursores

Carta de Mario Rechy Montiel a Andrés Manuel 

Celebro tu triunfo Andrés Manuel. Lo celebro desde la tierra y con el corazón. 

Pues aunque empecé esta lucha por la democracia cuando tú tenías diez años, no estoy entre los que se te adelantaron, sigo en una trinchera, con la misma voluntad y determinación con que me asumí como luchador por la democracia hace más de medio siglo. 

Reconozco, como todos los ciudadanos de este gran conjunto de Naciones que conformamos México, que tu tesón, tu necedad, tu fortaleza de espíritu, han sido decisivos para recoger el enorme descontento y hartazgo de esta mayoría, para transformarlo en esta transición ordenada para la Cuarta Transformación de México. 

Entiendo que para haber conjuntado las fuerzas que se han requerido para esta victoria has sabido cómo podía aprovecharse la diversidad en un horizonte común de colaboración. Todo esto es claro y sin duda ha sido indispensable. Pero –y este pero es tan grande como la celebración del triunfo–, veo –y muchos otros compañeros ven también– a personas en tu gabinete que representan intereses que no son populares. O que más allá de su importancia, no tienen un horizonte compatible con la pluralidad o el interés mayoritario. 

La unidad de los mexicanos es fundamental. Y en este histórico horizonte se requiere la participación de los hombres de la cultura, de los científicos, de los estudiantes, de los campesinos, de los obreros, de los empresarios, de los maestros y de los políticos profesionales. Pero en este país los hay de a de veras y los hay de conveniencia. Los hay representativos y los hay de mentiritas. 

Y como ciudadano que no ha buscado el poder para sí mismo sino para conseguir la voluntad popular, me erijo y asumo hoy como vigilante y defensor del interés popular en el proceso de la transición. Porque también te conozco, he vivido momentos en que te alertábamos sobre riesgos del proceso que tú desdeñaste y que fueron, finalmente, comprobados en los fraudes electorales del 2006 y el 2012. 

Yo fui, Andrés Manuel, quien como jefe de Asesores de Carlos Abascal, te buscó para explicarte cómo se estaba instrumentando el fraude electoral desde las esferas del poder público. Yo fui el que acudió a tu oficina para que me turnaras ante el compañero Marbán y él escuchara los detalles. Yo fui el que se sentó ante una computadora para detallar cómo se estaba instrumentando el fraude y lo firmé con mi nombre y cargo. Para que tú desdeñaras lo que yo decía y en un gesto megalomaniaco afirmaras que ibas a ganar de todas maneras. 

Esa actitud, compañero Andrés Manuel, no era la del Estadista, sino la del hombre enceguecido por un baño de masas que no alcanzaba a aquilatar lo que desde la posición del científico social podía avizorarse sobre el futuro inmediato. 

Y me erijo también en defensor y vigilante del interés social de los mexicanos, porque en tus expresiones –sin duda de buena voluntad—llegas a afirmaciones y promesas que preocupan, no por injustas, sino por voluntaristas. Yo no suscribo la pensión universal para aplicarse desde el primer día de gobierno. Vivo al día. Pero creo que antes de instrumentar semejante suma de reparto habría que esclarecer un orden de prioridades. 

Porque la prioridad no es quedar bien en lo inmediato con aquellos con los que te hemos dado nuestro voto, sino sentar las bases para el desarrollo sostenible. 

El mismo Romo lo ha expresado de alguna manera en su plan de gobierno.  

Primero generar las condiciones. Y luego distribuir los beneficios. Y no quiero que el populista Andrés Manuel le gane la partida al político prudente y al hábil estratega que es Andrés Manuel. 

Pero asumo y emprendo esta tarea también, porque cuando eras presidente del PRD y yo un promotor de la transformación de los ejidos en unidades de desarrollo participativo, y de la creación y fortalecimiento de las cooperativas, preparé un Programa de impulso al Sector Social, y te lo presenté. Tú me hiciste el favor de recibirme (por cierto flanqueándote de Adolfo Gilly), y al ojear mi propuesta –que era una Carpeta de presentación como las que se entregan a los altos funcionarios–, levantaste la vista y me preguntaste: ¡Y esto dá más votos? Y yo te contesté: No vengo a presentarte un pedazo de tu campaña, no soy un estratega electoral, soy un organizador de la economía. Y entonces pronunciaste tu sentencia: Ah, entonces preséntame el asunto cuando seamos gobierno. 

Ahora serás gobierno. Y estaré puntualmente a presentarte de nuevo la carpeta. Y se trata de un tema fundamental.  

Yo soy uno de los autores principales de la Ley Reglamentaria del párrafo séptimo del Artículo 25 de la Constitución General de la República. Ley que nos tardamos 16 años en conseguir que se aprobara, y que cuando fue aprobada la primera vez por ambas cámaras, fue enseguida vetada por Felipe Calderón; pero habíamos generado tal claridad en esa célebre legislatura, tan distinta y tan distante de la que recién aprobó la reforma peñista que destruye la economía nacional, que el Congreso –ambas Cámaras—volvieron a aprobar contra el veto presidencial. Y la ley entró en vigor. 

Y te detallo eso porque con tu actitud no parecías concederle al asunto la importancia histórica y estratégica que tiene. Pues en el futuro inmediato no podrá haber ni empleo suficiente, ni generación de riqueza significativa, ni reactivación del campo, ni bienestar, si no se sabe combinar el espíritu de los empresarios y la voluntad de los políticos, con el impulso y el fortalecimiento de las cooperativas reales –no las simuladas–, y con la transformación de los ejidos en organismos autónomos, sin injerencia del poder público, desmantelando la estructura corporativa fascista que impuso Lázaro Cárdenas y que ha mantenido el sistema político hasta la fecha. 

Porque este pueblo que te ha conducido hasta la victoria es una nación de naciones con identidad social. Y eso quiere decir que son principios y valores lo que prevalece en cada uno de los actos de trabajo, de vida y convivencia. 

Porque somos un pueblo donde el bien común está por encima del interés personal y la utilidad privada. Y eso es la fortaleza más grande para la reorganización de la economía. 

Por eso Andrés, te llevaré la carpeta. Y no te pediré nada para mí. Solo que asumas y emprendas el fortalecimiento del sector, porque como lo dicta el Artículo 25 de la Constitución, el Estado ha de instrumentar políticas de fomento diferenciadas, que impulsen, acorde con la naturaleza de cada uno de los sectores de la economía, es decir, distinguiendo al sector privado, al público y al social.  

Es la oportunidad para que los ideales del generalísimo Morelos, de Ignacio Ramírez, de Flores Magón, de José Revueltas, encuentren el curso real de cumplimiento en nuestra historia. 

¡Salud y Revolución social! 

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