viernes, abril 19, 2024

¡Habemus Tlatoanim!

Por Siegfried Hitz

 

Todo un contrasentido. Votamos libremente bajo reglas democráticas por la solución menos democrática: la concentración total del poder. El principio republicano de contrapesos hecho añicos.

¡Habemus Tlatoani!

Decidimos un poder de hecho absoluto para un solo hombre. Hay hipótesis sobre las causas, como el rechazo al mal gobierno de PRI y PAN, la maquiavélica estrategia priísta de ceder todo el terreno a Morena para continuar gobernando a través de ella o la del triunfo zedillista vía Morena contra el PRI salinista.

Ninguna de estas hipótesis va al fondo el tsunami electoral del 1° de julio. Sospecho que los siglos de historia han formado una cultura del poder atípica y muy a la mexicana. Una breve revisión histórica puede acercarnos a una causa de este particular fenómeno electoral.

El concepto de democracia nació en la temprana Grecia pero no floreció. Fue hasta el siglo XVII en el seno del absolutismo, vigente en Europa, que surgió en Inglaterra la revolución que despojó al monarca de toda autoridad bajo el principio de “el rey reina, pero no gobierna”, ponderando el bien y la libertad individual por encima del bien colectivo, al que considera la suma del bienestar de todos sus miembros.

Sustentó nuevos derechos y libertades para las personas y dio origen al poder emergente del liberalismo económico. Casi un siglo después se extendió con la Independencia de los Estados Unidos y culminó en la Revolución Francesa, desde donde se esparció finalmente a casi toda Europa.

La democracia transformó de fondo la política de todo occidente y su sistema político se convirtió en su prototipo característico.

Salvo Europa, Norteamérica y Oceanía las democracias fueron ocasionales. En Latinoamérica se crearon democracias que alternaban temporadas con dictaduras. Pero el caso de México es único. En la época precolombina los mexicas tenían un Dios Emperador denominado Tlatoani. Al Tlatoani no se le veía a la cara, sus órdenes eran ley y sólo se le obedecía. Si era necesario, se daba la vida por él.

Los españoles conquistaron e impusieron su autoridad, la que emanaba del Rey Emperador Carlos V monarca absolutista que inició el virreinato de tres siglos. El concepto de democracia fue escasamente conocido en la Nueva España y mucho menos aplicado.

Con el modelo inglés, los Estados Unidos de Norteamérica iniciaron su independencia con un claro sistema de gobierno, el único que conocen y han vivido en paz y con éxito.

Escaso medio siglo más tarde México logró su independencia. Siempre vivió bajo regímenes autoritarios. La reluciente democracia vecina, modelo para el mundo es el prototipo para algunos de los nuevos mexicanos. Los más conservadores solo conciben por ideología o por interés, la monarquía o formas de poder autoritario.

La vida independiente fue por más de 50 años, inestable y casi anárquica, incluyendo el reinado de un monarca europeo. No existía un concepto uniforme de país como sí lo había en los Estados Unidos.

El primer pacificador fue Porfirio Díaz, que se eternizó por 33 años en el poder con un férreo y liberal control del país. El nuevo Tlatoani fue obedecido, seguido y respetado. Cuando la Revolución le arrebató el poder, una parte importante de los mexicanos lo añoraron.

Francisco I. Madero llegó democráticamente a la Presidencia y fue respetuoso de las libertades políticas y de expresión. Idealista que condujo a la mayoría a extrañar el autoritarismo porfirista pues los atemorizaba el posible desorden sin un gobernante fuerte. Este fue el segundo muy breve lapso de plena democracia de nuestro país después de la restauración de la república. Pronto cayó asesinado y siguieron casi dos decenios, primero de revolución y después de inestabilidad.

Plutarco Elías Calles, tras el asesinato del Presidente electo decidió fundar en 1929 un partido que abrazara a todas las fuerzas revolucionarias para alternarse de manera pacífica la presidencia con plena autoridad como el juego de las sillas musicales. Nadie quedaría afuera, el pastel se lo repartirían ellos y sólo ellos, pero sin derramamiento de sangre.

Tuvimos por setenta años un Tlatoani, renovado sexenalmente, previamente eran de cuatro años. El fruto fue un largo período con relativa paz política y un aceptable desarrollo económico y social. No así político y sí de creciente corrupción.

En el año 2000 terminó la fiesta del régimen. Fox, el Presidente opositor, al igual que Madero no supo ejercer el liderazgo del país y a nivel federal, los partidos concentraron y negociaron a espaldas del pueblo, sus intereses formando la llamada partidocracia. En los estados los gobernadores se hicieron caudillos o virreyes y muchos abusaron de los recursos federales y locales.

¡Que nuestro gobernante piense por nosotros, que él decida, no nos preocupemos por marcar la ruta!

Es cómodo contar con el Tlatoani. Con esa carga histórica parece que la conciencia popular decidió regresar a un sistema autoritario para sanear el sistema de dramáticos niveles de corrupción. Al parecer ni los políticos ni los líderes sociales ni el pueblo en general se encuentra cómodo con la democracia o es algo que no acaban de entender.

AMLO fue el único instrumento que la voluntad popular encontró a su gusto, para ungir como nuevo Tlatoani, no obstante que una proporción importante de la sociedad se manifestara alarmada con sus propuestas. Algunas eran claramente incoherentes y otras lo parecían. Ahora queremos creer que no lo eran tanto.

Pero la esencia es que tenemos una persona, con tal poder, que a nadie más se le podrá imputar todo lo que no funcione adecuadamente. Muchos querrán cobrárselo. Y esto lo será para algunas personas el que se afecten sus intereses.

Pero el Tlatoani, con su poder absoluto, podrá minimizar los reclamos si se apoya en un equipo capaz.

Nuestras raíces son misteriosas. No sabemos si nos trajeron al Tlatoani como salvador o como castigo. Sólo el tiempo lo dirá.

Artículos relacionados