martes, enero 21, 2025

Fernando Benítez ya tiene su santuario

Adrián García Aguirre / Cdmx

*La Fundación Ildefonso Vázquez Santos resguarda su obra.
*Jorge Vázquez, artífice y creador de ese oasis de cultura.
*Grupos estudiantiles visitan el centro de difusión educativa.
*Provienen de escuelas públicas y privadas de Nuevo León.
*Los jóvenes de Monterrey saben valorar al gran maestro.
*Se definía como un buen reportero, antes que escritor.

En cada ciclo escolar, los estudiantes de la capital de Nuevo León realizan una investigación sobre la obra monumental reunida en varios tomos: Los indios de México, del historiador, editor, escritor, cronista, periodista y conocedor como pocos estudiosos contemporáneos de la antropología mexicana de los siglos que nos antecedieron.
El premio al mejor trabajo interpretativo sobre los escritos de este maestro extraordinario, consiste en visitar la fundación del empresario Jorge Vázquez González, que resguarda el legado de antiguo profesor de periodismo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Así, el legado de nuestro maestro en la carrera de periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, el gran escritor Fernando Benítez (1912-2000) está más vivo que nunca.
Su magnífica biblioteca, resguardada por la Fundación Ildefonso Vázquez Santos (FIVS), se ha convertido en fuente de conocimiento que deslumbra a los jóvenes, quienes, durante cada ciclo escolar, realizan un trabajo de investigación.
Esta debe ser en torno a la colección de seis tomos de los libros clásicos -Los indios de México- publicados de 1967 en adelante, con numerosas ediciones que contienen la historia de los rarámuris o tarahumaras, los otomíes o ñahñús, coras, mixtecos, zapotecos, tzeltales, tzotziles, mixtecos y zapotecos.
Así, los estudiantes reciben como premio visitar la residencia, que desde 2010 alberga el acervo del maestro de periodismo de numerosas generaciones que asimilaron y aprendieron de su sabiduría, debido a que ahí se encuentra también el archivo personal del fundador y director de los suplementos culturales más emblemáticos del siglo XX en México.
Este se integra por cartas de sus amigos Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, libretas con sus transcripciones y apuntes de entrevistas y reportajes, ensayos y crónicas, así como las fotografías que -junto con el inigualable Héctor García- captó en las comunidades indígenas que recorrió durante años.
En la casa también se aprecia la magnífica colección de piezas prehispánicas que, a lo largo de su vida, reunió en las casas que habitó en San Ángel Inn y en Coyoacán, quien siempre se definió con orgullo como un buen reportero, antes que escritor.
El empresario Jorge Vázquez González y su esposa, Leonor Guzmán Martínez, son los artífices de este oasis de cultura que en poco más de una década se ha consolidado como uno de los más importantes centros de investigación del norte del país que se ocupa de la difusión de temas relacionados con la identidad nacional y los pueblos originarios, entre otros.
Vázquez narra que, desde chico, conoció los suplementos culturales que hacía Benítez, pues su abuelo Jesús los coleccionaba:
“Ahí leí por primera vez a Octavio Paz, textos de Alfonso Reyes, poemas de Gabriela Mistral y Pablo Neruda, que dejaron una marca en mí. Por supuesto en ese momento no tenía idea que me quedaría con la biblioteca de Benítez, pero fue la primera vez que él se cruzó en mi camino.
“Un día me propuse hacer una fundación para preservar la memoria de mi padre, porque, cuando le pregunté por qué trabajaba tanto, me dijo que lo hacía para que le lleváramos flores a su tumba.
“Me impactaron sus palabras. Cuando falleció pensé que llevarle flores todos los días iba a estar duro, entonces nació la idea de hacer la fundación con su nombre, para hacerla brillar y que cada vez que mencionen su nombre sea una flor para él”.
Fue así que, en 2010 -cuenta Vázquez- una corredora de arte le avisó que había encontrado un acervo para ser adquirido por la FIVS con las características que buscaba, que fuera insigne y que pusiera a Monterrey en el mapa nacional, e incluso internacional, por la calidad del intelectual que hubiera sido su propietario.
“Sin embargo -dice- había un problema: la viuda del profesor Benítez, doña Georgina Conde, había negociado ya la venta de todo ese legado con la Universidad de Texas, en Austin, que compró todo el archivo del Premio Nobel colombiano, el fantástico Gabriel García Márquez, nacido en 1927 y fallecido en 2014”.
La negociación no fue fácil, recuerda Vázquez González, al resumir aquellas doce horas que le costó convencer a la señora Conde, quien decía que seguramente lo que nos interesaba eran sólo las piezas arqueológicas para revenderlas fuera del país.
“La convencí al decirle que más que un comprador sería un custodio de ese legado, que se quedaría en México y que íbamos a hacerle un lugar para honrar la memoria y mantener vivo el espíritu de don Fernando Benítez”.
Al concretarse la adquisición, tardaron seis meses en trasladar cerca de diez mil libros de la Ciudad de México a Monterrey, entre los que destacan los dedicados a Benítez por sus colegas y amigos.
“Faltan algunos libros importantes que, sabemos, los tiene el ingeniero Carlos Slim, pero no los vamos a pelear… pero si los quiere donar, estaría bien”, añade Vázquez con una sonrisa, la que muestra con orgullo a sus invitados y visitantes de cada una de las habitaciones de la residencia que adquirió para alojar el acervo completo de don Fernando.
El traslado de las más de cien piezas prehispánicas, continúa, “fue supervisado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, pues cada una cuenta con su registro, y tardamos otros tres meses en remodelar la casa para convertirla en lo que es ahora: un centro cultural y de investigación.
“Además, al acervo le hemos agregado la obra plástica de autores con los que el periodista interactuó, entre ellos su gran amigo y colaborador Vicente Rojo, y grabados y litografías que le gustaban mucho”
Vázquez sabe que hay personas que tienen material que perteneció a Fernando Benítez, y no tiene prisa por obtenerlo: “El tiempo es el mejor aliado, tarde o temprano habrá alguien que dirá: ‘¿Qué hago con esto?’, y sabrá que aquí está la casa del maestro Benítez para recibirlo.
“Por ejemplo -dice- en el archivo de Carlos Fuentes hay varias cosas; sin embargo, está todo en la Universidad de Cambridge y no lo podemos recuperar; pero habrá tesoros que irán apareciendo y darán más robustez al acervo que aquí tenemos”.
La gran satisfacción de Jorge Vázquez es que en la actualidad “los niños regiomontanos saben más de Fernando Benítez que cualquier otro estudiante del país, y lo digo con toda la seguridad del mundo, porque trabajamos mucho en la responsabilidad de tener un acervo que fue de un hombre con el pensamiento del periodista, que además tuvo la habilidad de juntar sólo mentes brillantes”.
Si bien -concluye el director de la Fundación Ildefonso Vázquez Santos-, el núcleo intelectual de Benítez estuvo en la Ciudad de México, ahora los broncos del norte, en nuestras áreas filantrópicas, estamos en la competencia cultural y podemos decir que el Fernando Benítez regiomontano está más vivo que nunca y en manos de las nuevas generaciones”.

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