jueves, abril 25, 2024

EN REDONDO: Lealtad militar a AMLO; ¿necesario reiterarla?

Mario Ruiz Redondo

 

El Presidente de la República, de acuerdo con la Constitución General de México, es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas del país, sean Ejército, Marina o Fuerza Aérea. Ningún ciudadano de la República tiene duda al respecto.

Por lo mismo, no se acaba de entender el por qué el 2 de noviembre, último, Andrés Manuel López Obrador, afirmaría que la transformación que encabeza cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y la paz, que no permitiría otro Golpe de Estado, como el que sufriera Francisco I. Madero, quien fuese derrocado y asesinado por “conservadores y sus halcones, porque no supo o las circunstancias no se lo permitieron, apoyarse en una base social que lo protegiera y respaldara”.

Atribuiríamos entonces que su mensaje estaba dirigido a los mandos del Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea, en activo y retiro, al reunirse durante un desayuno el 22 de octubre, elevarían su voz a la Nación, por conducto del general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, ex subsecretario de la Defensa Nacional, para advertir:

“Nos preocupa el México de hoy. Actualmente vivimos en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante, que no mayoritaria, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento”.

Voz oficial que implicaría a la vez un severo enjuiciamiento al Jefe del Ejecutivo Federal: “Hoy tenemos un gobierno que representa aproximadamente a 30 millones de mexicanos, cuya esperanza es el cambio. Un cambio que les permita subsanar lo que ellos consideran un déficit del Estado para dicho sector poblacional”.

Un discurso que parecería ser una respuesta de las Fuerzas Armadas, a la humillación que habían sufrido apenas cinco días atrás, en Culiacán, al detener a Ovidio Guzmán López, hijo del capo del cártel de Sinaloa, Joaquín “chapo” Guzmán Loera, quien purga cadena perpetua en Estados Unidos, para liberarlo cuatro horas después de una negociación de cuatro horas.

Palabras que calarían hondo en el ego Presidencial, más aún por la presencia en el evento, del secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, quien avalaría a su colega de armas, Carlos Demetrio, al hablar con la espada desenvainada: “Sin embargo, es también una verdad inocultable, que los frágiles mecanismos de contrapeso existentes, han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo, que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad.

“Ello nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes, fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados. Pero es imposible olvidar las experiencias del pasado, porque en los eventos donde existió la unidad nacional, el país pudo ver sus aspiraciones satisfechas y se construyeron los objetivos nacionales”.

Sin duda, que lo que más molestaría al Presidente López Obrador, sería la intención abierta del general Gaytán Ochoa, de no mencionarlo en  ningún momento, durante los 15 minutos de duración de su discurso, en el que también subrayaría: “En medio de todo esto, se encuentran los soldados, que siguen ofrendando incluso el sacrificio máximo por México”.

Preguntaría a sus iguales: “¿Quién aquí cree que ello es fácil? ¿Quién aquí duda de que se está realizando, desde el Ejército y la Fuerza Aérea, el mejor esfuerzo? ¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido?.

“Pero estoy convencido que es mi deber, irrenunciable, mantener invariables los principios de honor, valor y lealtad para con el pueblo de México, si!, para con el pueblo de México”.

Sucesión  de eventos que reforzarían la idea del Presidente López Obrador, al propinar los militares junto con la Policía Nacional, un severo revés a su homólogo de Bolivia, Evo Morales, al solicitarle su renuncia el pasado domingo 11 de noviembre, “para evitar un baño de sangre” entre los habitantes del país sudamericano.

El líder sudamericano, vería el fin de su intento de un tercer mandato en el poder abanderado por su Partido Movimiento Al Socialismo (MAS), que pretendía concluyera en 2025, una vez que el proceso electoral del domingo 20 de octubre, que le había dado el triunfo en las urnas, fuese cuestionado severamente por una misión de observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Un suceso que retumbaría en los oídos de López Obrador, que constataba que de nada había servido a su amigo Evo, haber recibido en repetidas ocasiones “la lealtad del Ejército Boliviano”, así como de la Policía Nacional, integrada por personal de las filas castrenses, a quienes llenó de privilegios, con la intención de tenerlos como respaldo indiscutible en el ejercicio del poder.

Y para sumar una más de las ya demasiadas contradicciones entre lo que dice y lo que hace, ordenaría el despliegue inmediato hacia tierras bolivianas, de un avión ejecutivo de la Fuerza Aérea Mexicana, para ir al rescate de su amigo, en lugar de mandarle los boletos de avión clase turista de alguna línea comercial internacional, acorde a su política de “austeridad republicana”.

Una vez en el país, la recepción en la terminal aérea, cual si fuese jefe de Estado, por parte del secretario de Relaciones Exteriores, que como muestra de cariño lo recibió afectuosamente apretándole los cachetes.

La presencia en la ciudad de México ha sido festejada por la “izquierdista” jefa de gobierno, Claudia Sheimbaun Pardo, que sin pensarlo mucho le entregaría las llaves de la ciudad, a tan distinguido personaje, cuya presencia ha revivido al Estado Mayor Presidencial, “desaparecido” por Andrés Manuel, disponiendo en beneficio de su amigo y correligionario, una treintena de elementos militares de seguridad, así como cuatro camionetas Suburban reforzadas con el mayor nivel de blindaje, modelo 2019, más otras unidades de apoyo con servicio médico y edecanes.

La “austeridad republicana”, pues, con cargo a los bolsillos de la mayoría de mexicanos empobrecidos y desempleados.

Y como si mucho nos preocupara, ocurriría la aclaración del canciller Ebrard Casaoubon, en cuanto a que la presencia en México de Evo Morales, no había molestado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como si México fuese ya una estrella más de la bandera de la Unión Americana.

Aquí no hubo “Golpe de Estado”, como lo había augurado Andrés Manuel, sino en Bolivia. Una oportunidad que tampoco desaprovecharía el mandamás de la Casa Blanca, al aplicar lo mejor de su ironía, para advertir que lo acontecido en el país sudamericano, podría repetirse en el corto plazo en “las dictaduras” de Venezuela y Nicaragua, gobernadas respectivamente por Nicolás Maduro Moros y Daniel Ortega Saavedra.

Cambio en la estrategia del desfile en la capital del país, presidido por el inquilino de Palacio Nacional, con motivo del aniversario de la Revolución Mexicana, que esta vez hizo a un lado la presencia deportiva, para dar paso mayoritariamente a más de tres mil efectivos militares, entre soldados, marinos y de la Guardia Nacional, así como asociaciones provenientes de 22 estados de la República.

Oportunidad previa, para que en ceremonia especial el Jefe del Ejecutivo Federal presidiera la ceremonia de Condecoraciones y Ascensos, a elementos de las Fuerzas Armadas, en el edificio que también fuese ocupado como vivienda, por Benito Juárez.

Ahí se daría el “acto de desagravio” al Presidente de la República, después del discurso del 22 de octubre, de los principales responsables de las Fuerzas Armadas de México, que lo harían feliz, pues aunque el de Marina, José Rafael Ojeda Durán, no estuvo presente en aquél desayuno, se vería obligado junto con su igual de Defensa, Luis Cresencio Sandoval González, a ratificar su lealtad absoluta a su comandante Supremo, Andrés Manuel López Obrador.

El primero en referirse al Jefe del Ejecutivo Federal como “comandante supremo de las Fuerzas Armadas”, sería el almirante Ojeda Durán, quien dedicaría un solo párrafo de su mensaje a López Obrador:

“Recordemos siempre que somos hombres y mujeres al servicio de la nación, siempre leales al presidente de los Estados Unidos Mexicanos, quien es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, siempre leales al licenciado Andrés Manuel López Obrador y con ello al pueblo de México y a su voluntad expresada democráticamente”.

En cambio dedicaría más tiempo a quienes obtuvieron condecoraciones de perseverancia, de 10 hasta 45 años de servicio ininterrumpidos, como desde 1939 se aplica y que en esta ocasión beneficiaría a seis mil 479 hombres y mil 699 mujeres, entre generales, almirantes, jefes, capitanes, oficiales, tropa y marinería. Además, ascensos a 22 mil 166 elementos del personal masculino y tres mil 601 del femenino, militares y navales.

El titular de la SEDENA, Sandoval González, sería más amplio en la manifestación de apoyo al Primer Mandatario: “Respaldamos su proyecto de gobierno con lealtad, profesionalismo y honestidad. Somos leales y guardamos profundo respeto a la institución presidencial que usted representa al haber sido elegido en un proceso democrático y transparente. Le refrendamos el principio esencial de las Fuerzas Armadas de ser siempre leales.

“Quienes integramos las Fuerzas Armadas hemos sido formados en la disciplina, el honor y sobre todo en la lealtad a las instituciones nacionales. Nos ceñimos a estos valores por convicción y no sólo porque así lo establecen nuestras leyes y reglamentos. La práctica de estos valores enmarca nuestro actuar.

“En su gobierno se nos han encomendado nuevas tareas. Tenga la seguridad

de que los soldados y marinos nos sentimos orgullosos y honrados de que así sea, y las hacemos porque sabemos que esos esfuerzos están encaminados a la transformación de México que usted dirige. Reitero a ustedes que las Fuerzas Armadas seguirán sirviendo con lealtad a México, a sus instituciones y a nuestro comandante supremo”.

En el afán reivindicatorio, el secretario de la Defensa Luis Cresencio Sandoval González, expresaría: “Nos regimos por los valores de lealtad, deber, disciplina, honor, patriotismo, valor y respeto a las libertades constitucionales que incluyen los derechos humanos. Nuestra madurez institucional está fraguada en el apego al Estado de derecho y a la subordinación al poder civil. En nosotros, la voluntad de servir a México con entrega e institucionalidad es permanente”.

Fin de fiesta de la Revolución Mexicana, para agradar al Jefe de la Nación y evitar en él más dudas de la subordinación total a su mando, de unas Fuerzas armadas que el próximo 1 de diciembre, cumplirán un año de enfrentar humillaciones que le han llevado al descrédito, como las instituciones más respetadas, hasta antes de ser sacadas de sus cuarteles, violando la Constitución, para combatir al crimen organizado.

Y a pregunta obligada: ¿Había necesidad de obligar a los mandos del Ejército y Marina, a manifestar una lealtad al Presidente de la República, que por ley la Carta Magna establece como obligación?

Creo que no. Y lo que auguro, es que la osadía del discurso militar del 22 de octubre, tendrá en el corto plazo, un cobro de factura al estilo de la 4-T.

 

  • Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
  • Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.

Redacción/dsc
Redacción/dsc
Periodista en crecimiento; siempre buscando algo que contar.

Artículos relacionados