jueves, abril 18, 2024

EN REDONDO: Humillan a la “caballada” del PRI

Por: Mario Ruiz Redondo

Pareciera que ahora sí la puntilla va en serio, en contra de la existencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como la institución política del poder omnímodo en México.

El mensaje es claro y no deja dudas. Para quienes controlan la toma de decisiones cupulares, “la caballada” ha dejado de existir al interior del otrora partido hegemónico, por lo que han optado por cambiar sus estatutos, para que gente sin ninguna militancia, pueda ser su candidato a la Presidencia, en las elecciones de 2018.

Nada más falso en el contexto de una realidad política mexicana, en la que como nunca sobran los nombres de connotados priístas que aspiran a suceder a Enrique Peña Nieto, con probada capacidad, lealtad,  sensibilidad y experiencia, para ser nominados y defender con el más alto nivel, la causa del tricolor, retornado en diciembre de 2012 a Los Pinos, después de dos sexenios años de ausencia por arreglos bajo la mesa de Ernesto Zedillo Ponce de León.

Nunca antes una decisión como la asumida en la Asamblea Nacional del 12 de agosto, que golpea aún más el estado anímico de aquellos que lucharon por recuperar la Presidencia de la República, que ahora se convierte en una posición sujeta a una decisión totalmente fuera de lugar, desde donde se le quiere observar.

Toda una ofensa sin precedentes, para los millones de hombres y mujeres que toda su vida ciudadana, han defendido al Partido surgido de entre las cenizas de la lucha revolucionaria de la primera década del siglo XX, que con un costo de más de un millón de vidas de hermanos, marcaría el rumbo de la democracia y estabilidad social que hoy se vive en el país.

Suena nuevamente a traición para ceder a las presiones externas, específicamente de Washington, que insiste en su terquedad de imponer un sistema de dos partidos gobernantes en alternancia.

Muchos han sido los intentos por destruir al Revolucionario Institucional, desde los oscuros caminos de la ingratitud, que incluso han llevado al asesinato de uno de sus más populares candidatos, Luis Donaldo Colosio Murrieta, que por oponerse a la entrega del país al extranjero, así como al poder Presidencial absoluto, fue asesinado en la ciudad de Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de 1994.

Conspiración desde las alturas para eliminar, por convenir así a sus intereses, al partido que los ubicó en Los Pinos. Carlos Salinas de Gortari o el mismo Ernesto Zedillo Ponce de León, son los mejores ejemplos ilustrativos de esta maquinación, que obsequió a la oposición intrascendente, no solamente la Presidencia de la República, sino también como muestra de esa gran subordinación, de pilón un gobierno estatal, que fue el de Chiapas.

El mando omnímodo pasaría en diciembre del año 2000, a un representante de los intereses transnacionales estadounidenses, Vicente Fox Quesada (fue gerente de Coca Cola en México), mediante una orquestación de una “Alianza por el Cambio”, integrada por los Partidos Acción Nacional (PAN), y Verde Ecologista de México (PVEM), éste último en condición de palero justificante de un atraco en las urnas.

La noche del día de la elección, cuando el guanajuatense Fox Quesada empezó a festejar “su triunfo” y se jactaba de “echar al PRI de Los Pinos”, en la otra cara de la moneda se encontraba el abanderado del tricolor, el sinaloense Francisco Labastida Ochoa, que traía ya la consigna del Presidente Zedillo Ponce de León, de que reconociera oficialmente  “su derrota”.

Ocurriría la burda maniobra del entonces primer mandatario, de recibir al ex gobernador de Guanajuato en la residencia oficial y levantarle la mano como ganador de la contienda electoral, sin esperar a que el Instituto Federal Electoral, como autoridad responsable de los comicios, lo hiciera acorde a la ley, días después al terminar el conteo de votos.

Toda una farsa, porque por aquellos días, el PAN no contaba con una estructura nacional que le permitiera tener representantes en cada una de las casillas de la geografía nacional, mientras que el PVEM se ubicaba en condiciones vergonzosas por su intrascendencia en el ánimo ciudadano.

Esa noche, después de cumplir el ritual de la disciplina con el que manda, el ex gobernador de Sinaloa y ex secretario de Gobernación, llegaría abatido a su casa de la capital del país, donde le esperaba un grupo muy reducido de sus más queridos amigos, entre ellos Mario Vázquez Raña, dueño de la Corporación Organización Editorial Mexicana.

Y mientras recibía los abrazos y palabras de afecto de su esposa y de sus camaradas, Labastida Ochoa sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas y estallaba en gritos para desahogar su impotencia, por no haber exhibido ante la Nación, a quien había decidido el nuevo rumbo de México.

Ernesto Zedillo Ponce de León, denunciaría, ha traicionado a los mexicanos, al convertir por encima de voluntad popular, a Vicente Fox Quesada como Presidente de la República. Lo menos que se escucharía serían las mentadas de madre y maldiciones al entonces Primer Mandatario, por concretar la conjura que haría perder al PRI y a su candidato.

Y para que no quedara duda de que después de más de 70 años de mantenerse como partido hegemónico, el Revolucionario Institucional “era rechazado” por la sociedad nacional, Ernesto Zedillo Ponce de León, daría instrucciones para que en Chiapas se repitiera la misma historia, con el pastor de la Iglesia del Nazareno, Pablo Abner Salazar Mendiguchía, un falso abogado apoyado ya no solamente por el PAN y el PVEM, sino también por los Partidos de la Revolución Democrática (PRD), del Trabajo (PT), Convergencia, de la Sociedad Nacionalista ((PSN), del Centro Democrático (PCD) y Alianza Social (PAS).

“Toda la carne al asador”, con organizaciones partidistas sin trascendencia entre los chiapanecos, en contraste con el gran  arraigo del PRI, con su candidato, el experimentado político Sami David David, ex diputado local, federal, senador, líder estatal priísta.

Un contendiente del tricolor difícil de vencer, pues superaba en todo a Salazar Mendiguchía, que de la noche a la mañana saltó, por decisión de su amigo Javier López Moreno, gobernador interino, a la Secretaría General de Gobierno, donde estuvo sólo tres meses a principios de 1994, para de ahí saltar a la candidatura por el tricolor, al Senado de la República, desde donde inicia contacto con Vicente Fox Quesada.

Pablo Abner nunca conoció Chiapas ni los chiapanecos a él. Su elección, después de traicionar al PRI,  fue parte de los arreglos entre Fox y Zedillo Ponce de León, para convertirse en la segunda Elección de Estado en los comicios del 2 de julio del año 2000 y transformarse en la peor pesadilla que los habitantes de la tierra de Belisario Domínguez, vivirían durante seis años.

Ni Fox Quesada, como tampoco Salazar Mendiguchía cumplirían con las expectativas de mejores gobiernos, que los mantenidos por el Revolucionario Institucional, al que desde un principio de sus gestiones trataron de socavar para afianzarse en el poder.

Ya con la sartén por el mango, tanto uno como el otro, teniendo a su disposición los Institutos Electorales Federal y Estatal, manipularon para imponer sin ningún problema a sus sucesores, cometiendo de nuevo atropello contra la voluntad popular.

La inexperiencia, incapacidad e insensibilidad de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, el Presidente de la República en segunda etapa de la alternancia del PAN, empezaría a cavar la tumba del blanquiazul al dar comienzo, sin consultar a nadie, la guerra contra los cárteles de la droga, que para 2012 tendría un saldo rojo de 80 mil muertos.

Ocurriría lo mismo con Juan Sabines Guerrero, otro renegado del PRI, que se pasaría a las filas del PRD, PT y Convergencia, que lo postularían a la gubernatura, con el respaldo y manipulación de su padrino hacedor, Pablo Abner Salazar Mendiguchía, que pasaría por encima de todo para dejarlo en su lugar.

Ocurriría el absurdo de hacerlo ganar sin mayor mérito que haber sido diputado local y alcalde por el PRI, en Tuxtla Gutiérrez. Sin conocer Chiapas, le sería adjudicado el triunfo, “derrotando” a José Antonio Aguilar Bodegas, quien sí conocía la entidad, además de que la mayoría de los chiapanecos se identificaban plenamente con el tapachulteco.

Al igual que Pablo Abner, Juan saquearía con todo cinismo las arcas oficiales. Acumularía sin transparentar, una deuda pública de más de 20 mil millones de pesos, a la que se agregaría una cantidad similar con los proveedores de servicios que todavía sigue sin pagar.

Referencias históricas importantes en el juego del poder en México, en el que por más intentos que la “oposición” hiciera para eliminar al PRI, en las elecciones de 2012, la ciudadanía cansada de 12 años de una alternancia fracasada, optaría de nuevo por los abanderados del tricolor para que recuperaran Los Pinos y otras posiciones importantes de la política en México.

Vuelta a la hoja hasta llegar en la suma de capítulos de una historia llena de traiciones, a 2017, en que a casi cinco años de ejercicio del Gobierno de Enrique Peña Nieto, no ha podido demostrar fehacientemente su voluntad política, de combatir a fondo la corrupción en la que se mantienen inmersos lo mismo gente del PRI, como de los demás partidos políticos, que tiene como sus mejores ejemplos a los ex gobernadores de Veracruz Javier Duarte De Ochoa; Roberto Borge Angulo, de Quintana Roo; César Horacio Duarte Jáquez, de Chihuahua y Guillermo Padrés Elías, de Sonora.

A pesar de ello, la institución partidista se mantiene fuerte en sus estructuras, en cada una de las entidades de la república, enfrentada a una ofensiva adversa permanente desde las redes sociales, donde, como se sigue comprobando, no todo lo que se difunde es verdad y se presta fácilmente para la manipulación de la realidad nacional.

Al reformarse los estatutos del Revolucionario Institucional, se

da paso al amiguismo y no a los políticos de carrera. Resultan beneficiados aquellos que se ubican en el Gabinete Federal, sin haber realizado el menor esfuerzo como militantes priístas, decepcionando a quienes durante muchos años han permanecido leales a la lucha, por no perder las batallas a las que se han enfrentado como oposición.

“Caballada”, que se ha enriquecido en los últimos años, aguardando los tiempos de la sucesión, y que de pronto han recibido en el rostro una bofetada y no el reconocimiento.

¿Cómo entender que José Antonio Meade, actual secretario de Hacienda, ex miembro del gabinete panista de Calderón Hinojosa, sea uno de los grandes beneficiados por las reformas aprobadas bajo consigna en la XXII Asamblea Nacional Ordinaria del PRI, como su posible candidato a la Presidencia? ¿Ahí está también otro sin méritos, más que el de estar en el afecto del presidente, Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación, o José Narro Robles, de Salud?

¿Acaso no tienen  más derechos el ex gobernador hidalguense Miguel Ángel Osorio Chong o el ex mandatario de Sonora, Manlio Fabio Beltrones; la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega; el actual gobernador mexiquense Eruviel Ávila, el yucateco Emilio Gamboa Patrón o el mexiquense Luis Videgaray Caso?

Por lo pronto, la humillación existe.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.

Desde <http://www.cuartopoder.mx/hoyescriben/columnas/enredondo-213633.html>

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