sábado, abril 20, 2024

En el Nueva York de los mayas

Adrián García Aguirre / Calakmul, Campeche

* “No vimos las urnas de la consulta”.
* “El tren nos va a traer turismo”, cree Estaban Pérez.
* Los campechanos, entre la ilusión y el desengaño.
* A la casa de Julián García llegan seis programas sociales.
* Siempre perteneció al PRI, hasta que llegó López Obrador.

Julián García es el representante ejidal de una comunidad ubicada entre las futuras estaciones 4 y 18 del mal llamado Tren Maya, dos modernas construcciones de cristal y techos de dos pisos en Escárcega y Xpujil con áreas ajardinadas y zona de café para los viajeros, según se puede ver en las oficinas centrales del tren en la Ciudad de México.

Sentado en una banca de madera frente a su casa, don Julián es un buen ejemplo del perfil más extendido a lo largo de miles de pueblos por los que pasará el tren, en una comunidad en la que el único futuro para los jóvenes es irse de “mojado” a Estados Unidos.

Así lo hizo él hace 15 años su hijo, al que no ha vuelto a ver, y con este panorama, a su edad, no imaginaba que un tren le “haría tanta ilusión”, dice, moviendo las manos manchadas de tierra.

Actualmente, en casa de don Julián García entran seis programas sociales cada mes: cinco mil pesos de “Sembrando vida” (unos 220 dólares), dos pensiones de 1.800 pesos (80 dólares), otra similar para su esposa enferma con poliomielitis, y dos pagas más de 1.500 pesos (unos 67 dólares) por cada nieto.

El representante ejidal fue toda la vida del PRI, pero dice que cambió de parecer cuando pudo darle personalmente a Andrés Manuel López Obrador una carta en donde le pedía ayuda para un problema con el seguro agrario, durante la eterna campaña en la que estuvo inmerso el mandatario.

Hasta el momento, el único dato oficial para conocer el apoyo popular al tren ha salido de la consulta organizada, claramente amañada, según las evidencias, por el gobierno en diciembre de 2019, según la cual el 92 % de la población quiere la llegada del ferrocarril.

Los datos se pueden confirmar fácilmente con el poco científico método de preguntar a todo lo que se mueva: taxistas, estudiantes, ganaderos, apicultores, campesinos, hoteleros, vendedores ambulantes o alcaldes.

Durante esta encuesta a lo largo de 1.500 kilómetros, ocho de cada diez personas se mostraron entusiasmados ante la llegada del tren. “Por fin voy a poder conocer Cancún”, dijo Antonia Villa, afanadora de hoteles de Palenque. “Nos va a traer turismo”, dijo Esteban Pérez, un obrero de 34 años en Campeche.

“Va a devolver la vida a toda la región”, dijo Juan Gómez García, vendedor ambulante de Escárcega. “Volveré a subirme a un tren”, dijo Natalio Sánchez, ganadero de Xpujil de 63 años. “Llegará más gente y habrá más dinero”, dijo Ana María, recepcionista en un hotel de Mérida.

Natalio, sin embargo, dice que ocho de cada diez personas no vieron jamás nada: “No vimos las urnas de la consulta y desconocemos el trayecto, el impacto y la dimensión de la obra, o fuimos incapaces de señalar dónde estará la estación que, en los planos, está dibujada junto a sus casas.

En la consulta del gobierno realizada en diciembre para legitimar el proyecto participaron casi 100.000 personas: el 2,8 % del padrón electoral, y aunque la cifra alcanza el mínimo requerido para una consulta de este tipo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reprochó que la votación no cumplió con los mínimos estándares.

Solo se informó del impacto positivo que tendría la obra, únicamente votaron alcaldes y delegados y las traducciones en lenguas indígenas estaban mal hechas, entre otras fallas.

A pocos kilómetros de la casa de don Julián está su pueblo, sencillo, con algunos hoteles para los turistas que visitan los restos arqueológicos de Calakmul, una maravilla de la arquitectura maya al nivel de Copán o Palenque con más de 6.000 construcciones, de las que solo han visto la luz unas pocas.

Es una ciudad levantada en el clásico tardío —entre el 500 d.C. y el 900 d.C.—, cuando el imperio se extendía por cinco países centroamericanos, en cuyos territorios existen numerosos sitios arqueológicos, algunos sin descubrir siquiera.

Hace algunos años, López Obrador hizo un viaje a Calakmul y quedó tan deslumbrado con la belleza del lugar que decidió que todo el mundo debía conocer “el Nueva York de los mayas”.

Finalmente llegó a lo más alto y dizque cumplirá su palabra de levantar la estación número 18 junto a la zona arqueológica, a solamente unos kilómetros de tanto amor; pero este no será el único guiño familiar: la parada estará cerca de Constitución, el pueblo donde vive su tío y está enterrado su abuelo, pobladores de un mundo que ya no existe.

 

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