lunes, mayo 13, 2024

El odio y el humanismo en los tiempos del cólera

Parte II

Las izquierdas del porvenir

Por

Rafael Serrano

 

Las utopías son las primeras formas en las que se diseñan los modelos de sociedades, que más tarde inspiran los movimientos sociales. Por tanto las utopías acaban orientando la práctica y la teoría de la acción social. Cuando hubo suerte, los objetivos utópicos terminaron encarnándose en las reglas que rigen las relaciones sociales. Así, han dado cobertura jurídica, a la utopía igualitaria que quiso instaurar la Revolución Francesa.”

Manuel Martín Serrano

 

El barlovento y el sotavento de las izquierdas

 

Otras multitudes, extensas y densas, se manifestaron en la Ciudad de México el 27 de noviembre de 2022 (27N). Más festivas y lúdicas; o para decirlo de otra forma,  con un una estética diferente, opuesta a la estética de las marchas conservadoras:  sin odios o con resentimientos guardados en la covacha social. Se manifestaron por el cambio  y la transformación. Por el sotavento.

 

Después de 4 años de enfrentar y afrontar  a una pandemia infernal, a la primera guerra híbrida mundial hay un pueblo que tiene esperanza y la sostiene,  a pesar de que aparezcan los caballos del apocalipsis y que una contumaz oligarquía  ponga barricadas contra los vientos del sotavento social. Una oligarquía que impide, festina y obstaculiza las limpias necesarias e impostergables de instituciones anegadas por la impunidad y la corrupción.

 

A esta oligarquía herida, le duele que finalmente hubo vacunas para todos, se habilitaron hospitales que el PRIAN había abandonado, que se haya roto con el oligopolio de las medicinas en manos de políticos y médicos envilecidos; que se haya abandona la práctica clientelar de condonar impuestos a los más ricos; que se hayan limpiado cientos de fideicomisos donde habitaba el clientelismo y que se critique la manera en que proliferaron, como  hongos,  en la era neoliberal, los órganos autónomos que terminaron envenenando las actividades de gobernanza; que se señale que tenemos un poder judicial que no tiene la confianza y el respeto de la ciudadanía; que se haya detenido la entrega de nuestros recursos energéticos a empresas trasnacionales; que haya recursos para realizar megaproyectos que no se realizaban; que hay recursos para los vulnerables; que la economía no sólo no se vino abajo sino que sostuvo y se dinamizó como hacia décadas no se veía, muy a pesar de los “expertos”….  y un largo etcétera. Los marchistas 27N ven estos avances y saben que eso significa detener una gangrena  que nos impide alcanzar la justicia, la equidad  y saben  también que falta mucho por hacer. Pero no quieren volver al pasado. Hay que tocar el porvenir.

 

A contra parte del pueblo organizado que quiere caminar hacia un futuro verdaderamente igualitario y justo, encontramos una “ciudadanía” conservadora  aferrada a sus mantras ideológicos. Se expresan a través de sus bustos parlantes radiofónicos, televisivos y en artículos y columnas de una prensa escrita en proceso de descomposición. Todos los días el sistema mediático, plenamente oligárquico, nos ofrece lecciones “objetivas” de especialistas con  visiones fóbicas, clasistas, racistas sobre un país que suponen en llamas permanente y mal gobernado;  que “divide” lo que siempre ha estado dividido; es decir, hace evidente lo que siempre ha sido evidente. Destilan mala leche llamada lawfare.  Critican a un presidente que lleva más de mil conferencias de prensa  para comunicarse con “el pueblo”; que ya no depende de los poderes mediáticos tradicionales. Novedad comunicativa que les causa escozor porque ya no tienen el monopolio de la palabra.

 

La marcha del 27N demuestra  que a pesar de su poder, los medios ya no son los mediadores preferidos y únicos de la sociedad. Han emergido nuevas formas y nuevos medios para informarse sin las mediaciones institucionales de un establecimiento mediático en manos de la oligarquía. Una masa festiva, crítica les ha respondido:  no les cree; el pueblo, la mayoría, quiere más transformación y reconoce que la marcha será larga y tortuosa. La 4T avanza y como se observa,  es una mayoría enorme, un tsunami social. La oligarquía está ciega y muda al respecto:  sus bustos parlantes son una tautología verbal que se dedica a buscar los yerros y errores de un movimiento plural y diverso; contradictorio pero en movimiento transformador.

 

Las tareas por hacer

 

El pueblo tiene una narrativa más poderosa que la del establecimiento mediático: Roma no se construyó en un día ni la corrupción que infesta todo se limpiará en 6 años, va para largo. La  4T, proyecto suscrito, mandatado en las urnas en 2018, ha logrado sostener al país en contextos de crisis mundial profunda y ser eficaz en el dictum: “por el bien de todos, primero los pobres”. Pero no ha logrado barrer, de arriba hacia abajo, tanta  ineficacia, ineficiencia ni clavar la estaca a la ideología vampira, ahora rabiosa, del PRIAN.

 

No se ha logrado desmontar ni internalizar la cultura emergente de la solidaridad y la fraternidad como antídoto al individualismo feroz del neoliberalismo y de las derechas renovadas. La  lucha contra los delincuentes organizados de cuello blanco y azul sigue ligada a una procuración de justicia anegada en la corrupción,  leguleya, que defiende a las mafias y que los  “expertos”  en violencia achacan a este gobierno: “fallida” estrategia con “montañas de muertos” dicen desde sus tribunas. Como si la maraña corrupta de 90 años se limpiara en con un plumazo de 4 años, con un fast track mágico de la mano de los Álvarez Icaza, Anabeles y Rivas Palacio.  Como  si el patriarcado que genera la violencia contra las mujeres fuera solo un pacto que se fractura con  retóricas de “equidad”  y de “perspectiva de género” y no con la disolución de una estructura que tiene milenios anidada en nuestras familias, en el trabajo y en nuestro perverso sistema de justicia; problemas que  van más allá de la “visibilidad” y las “adscripciones”  verbales de “inclusión”. Hipocresía mediática en un mar de machos corruptos.

 

Muchas tareas por hacer. Para ello hay que sostener el poder popular en los gobiernos y en los congresos; y exigir una renovación  estructural; desde la familia, el trabajo, la iglesia hasta la llamada “clase” política, toda, incluyendo y comenzando por MORENA. Tenemos una burocracia todavía cómplice de un pasado que no termina por derrumbarse. Se  requerirá  tiempo para terminar la demolición de esa estructura y recoger el cascajo social que dejará. Todavía prevalece la  “cultura mexicana” que  acepta la corrupción como un mal inevitable y se arropa en expresiones extra-punitivas,  en una defensa del yo como una individualidad egoísta e insolidaria: se auto-exculpa con el discurso de “todos (los políticos) son lo mismo”.

 

Decía el poeta:  “te ruego a aprender a decir YO” desde la ventana de los “otros”, del “nos-otros”. Y no olvidar las peticiones de Ezra Pound: “te pido que entres en tu vida” para “entrar en el mundo”. Ver con los buenos ojos populistas: ser es pertenecer a una comunidad.  Darse cuenta, como decía el Quijote, que “ancha es Castilla”: la comunidad es más que los barrios ricos de nuestras ciudades, más que las empresas, jueces y periodistas corruptos: se llama pueblo y es diverso, distinto, plural.

 

Propuesta utópica

 

Hago paráfrasis para una trans-narrativa utópica:  “cuando entres al metro, camines en un mercado, vayas a una colonia jodida, camines por las calles fracturadas de la miseria y huelas el dolor, el sufrimiento de los descamisados de este México… dejarás  de ser un “individuo desdibujado” amontonado en un vagón de la productividad (llamado trabajo) para convertirte en un “yo” cuya vida está más allá de un Centro Comercial”.  Es decir, reconocernos como existencias viviendo la realidad densa y dura de cada día. Habitamos un capitalismo que aliena el trabajo y “deshonra la belleza y la felicidad” (Pound). La utopía surge ante  este desastre que ha convertido al planeta en un desierto, que ha sometido a la mujeres al infierno de la desigualdad y desprecia a la vida (los animales, las plantas, el aire, el agua, etcétera). Decir NO o ya basta es empezar.

 

El humanismo como guía

 

El 27N  refrendó los logros en proceso y el deseo de seguir apoyando la continuidad de las reconversiones estructurales que necesita el país. AMLO habló de sustentar estas acciones en una visión utópica: el humanismo. Incluso propuso la denominación de “humanismo mexicano”.  Sus ideas las dirigía el sotavento (de dónde vienen los acontecimientos ) porque el barlovento (a dónde van los aconteceres) le indicaba cambios de timón y velas desplegadas. Caben varias reflexiones:

 

  • Las utopías subyacen en todo quehacer humano y en la vida política son referentes, significados de alto valor, que acompañan a los movimientos y a sus liderazgos. En este caso, suponemos que un pueblo auto-organizado, poético-estético, inventa un porvenir desde sus miserias y grandezas: “haciendo camino al andar”.
  • Las utopías del Renacimiento, las mejores que el hombre moderno ha intuido, siguen siendo guías de un buen actuar; son generosas, fraternas e igualitarias.

 

Siguiendo la tesis IX de Walter Benjamin sobre la Historia, el hombre desea no volver a un pasado fracasado, a un infierno de injusticia y desigualdad, a un mundo anti-utópico; a no seguir el camino de la distopía.  Para ello nunca hay que  olvidar lo negro del pasado, al contrario hay que redimirlo con un futuro renovado, basado en el deseo de igualdad, fraternidad y libertad.  El  “Ángel nuevo” (Angelus novus) de Benjamin es una esperanza que nace del dolor y el sufrimiento de las personas y de los muchas personas que configuran el o los “pueblos”. Aquellos que no quieren seguir la senda del Valle de Lágrimas ni agonizar en algún huerto ni ser crucificados. La  utopía es un deseo que niega lo adverso del pasado-presente. Redimir el pasado es un compromiso “vigente entre las generaciones del pasado y la nuestra”:  la liberación de nuestras penas de un colectivo por otro  es el defender derecho a la esperanza, a la felicidad. Somos, decía Benjamin, “ los esperados sobre la tierra”. Esa es la raíz utópica y su razón histórica.

 

¿Por qué luchar, en los tiempos del odio y la envidia, del “Talón de Hierro” descrito por Jack London, por  una apuesta humanista, redentora? Por el derecho a arribar a la tierra prometida, a la   “Edad de Hombre” que se anunciaba  en “El Talón de Hierro”; un deseo por superar la pre-historia y arribar al reino de la libertad superando la necesidad. Como agua de mayo para apagar los incendios que provocan los odios que avivan los vientos de Barlovento y que las derechas han convertido en dis-topías (robo, corrupción, desigualdad, violencia y marginación). Para ello se debe construir un humanismo libertario, fincado en el manantial de la democracia participativa. Las rebeliones que hoy se llaman capilares (feminismo, ecologismo y animalismo) deben incorporase a la utopía y rescatar las utopías señeras del humanismo occidental que en México fueron sembradas por Tata Vasco, retomadas por el anarquismo de Flores Magón y las luchas populares del zapatismo/villismo de viejo cuño.

 

Hay quehaceres revolucionarios: primero escuchar al pueblo  y sus necesidades y como decía Benjamin, redimirlo a partir de organizar sus deseos. Esta escucha atenta refiere a conocer los deseos de las personas, de los grupos, de los colectivos. Recordar que un deseo es una carencia y una negación al dolor, al sufrimiento para abatirlo. La utopía debe ser reinterpretada y relanzada en los tiempos de la globalización salvaje; de tal manera que  la razón instrumental que subyace en los usos de las nuevas tecnologías y de los procesos de virtualización del mundo así como los usos de las biotecnologías se subordinen a un proyecto ético, solidario y libertario. Rescatar la utopía humanista donde la libertad individual y la solidaridad colectiva sean conciliables. Dice Manuel Martín Serrano: “…ese ha sido el principio que ha hecho de nuestra especie la única especie humana que ha permanecido y el principio que tendrá que seguir manteniéndose para que los cambios socio-históricos que están en curso progresen en el sentido de la humanización”.

 

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