Luis Alberto García / Nakhodka, Rusia
*Luego se convirtió en sinónimo de unidad nacional.
*Vladímir Travkin compara su trazado con la hazaña del “Sputnik”.
*“Google” celebró su centenario con un video conmemorativo.
*La renovación del tren de Siberia, obra del neozarismo.
*Sobreviven 87 estaciones de las 990 que existieron.
*Modernizado, se le considera una leyenda viva y en movimiento.
Vladímir Travkin, moscovita, antiguo corresponsal de la agencia informativa Novosti en el extranjero, define: “El Transsib, nuestro Ferrocarril Transiberiano, fue orgullo de un imperio, y con los años se convirtió en sinónimo de unidad nacional, extendido por toda mi patria y cuya importancia ha sido crucial en el desarrollo político, social, económico y militar de Rusia y de la Unión Soviética”.
Sin temor a exagerar, el colega dice que su ejecución en aquella época fue comparable a la gesta de la primera vuelta de Yuri Gagarin a la Tierra en el “Sputnik” (Acompañante) el siglo pasado, y Travkin recuerda que, en sus primeros años, cuando se inauguró la línea, el viaje, de punta a punta, era de treinta días.
“Hoy, tras la decisión de continuar con la electrificación de la línea en la década de 1960, que acabó hasta 2002, y el desdoblamiento de las vías -aún en curso en varias partes del recorrido-, el viaje se completa en siete días y seis noches; pero sin seguir la ruta original hasta llegar al puerto de Nakhodka, en el que se descarga el 30% de las exportaciones rusas”, añade con orgullo inocultable el periodista.
Travkin estima que su presencia ha marcado un siglo de unión entre Moscú y el Océano Pacífico, porque un viaje en el Ferrocarril Transiberiano equivale a un trayecto igual a uno de la ciudad de México a París en línea recta no solamente es el tren más famoso del mundo, sino también el más largo, con la celebración de su cumpleaños número cien en 2016.
Fue ideado –agrega el periodista- con el objetivo de solucionar el problema de aislamiento que padecía Siberia: “Con trece años consecutivos de trabajos –que oficialmente acabaron no en 1904, sino en 1916, el Transsib requirió el equivalente a 223 millones de euros actuales de inversión inicial para su construcción.
Con una ingeniosa caricatura, alguna empresa global de comunicaciones cibernéticas conmemoró el siglo transcurrido desde que finalizó la construcción definitiva del mítico ferrocarril, acompañada por una suave melodía rusa que hace las veces de banda sonora y una animación integra de los escenarios que componen la narración.
Esta genialidad inicia desde la estación en la que los viajeros toman el tren, hasta diferentes paisajes que los pasajeros contemplan desde sus ventanillas durante el trayecto para, finalmente, llegar a su destino tras atravesar una distancia de más de nueve mil 288 kilómetros.
Empleados del tren cargando el equipaje, maquinistas en plena acción y operarios poniendo carbón en la caldera son algunos de los personajes que aparecen en la secuencia, salpicada por alguna que otra aparición de soles y lunas que simbolizan los siete días y seis noches que, en promedio, requiere la travesía.
Por supuesto, tampoco faltan imágenes de los turistas, ya sea durmiendo en sus camas o disfrutando de las vistas desde el vagón restaurante, cuyo menú tiene muchísimas páginas, incluidas las tazas de té de diferentes clases, cuando la temperatura en el exterior puede llegar a alcanzar los 40 grados bajo cero.
El Transsib, el afamado Ferrocarril Transiberiano tuvo una celebración tan ruidosa en su centésimo aniversario, para los rusos no dejó de ser un acontecimiento histórico, con significado especial para el gobierno de Vladímir Putin, que dicen sus compatriotas, es la presencia de un neozarismo en el siglo XXI.
Y no es para menos en opinión de Travkin y muchos otros personajes, pues conectando Moscú y Vladivostok, el Ferrocarril Transiberiano marcó un antes y un después en la historia la Rusia europea con el lejano Oriente Ruso, Mongolia, China y Corea del Norte, en un ambicioso proyecto que hizo realidad una colosal línea de tren cuyas cifras siguen sorprendiendo a pesar de su antigüedad.
De acuerdo con The Siberian Times y Pravda, uno de cuyos representantes en el exterior ha sido Leonid Maximenko, este proyecto gigantesco se fraguó cerca de finales del siglo XIX, cuando los zares de Rusia estudiaban la forma de establecer vínculos geográficos, económicos y políticos con Europa y desarrollar integralmente los territorios de Rusia oriental.
“Ya es conocido que el zar Alejandro III impulsó el proyecto de diseño y construcción hacia 1891; pero fue su hijo y heredero, el zar Nicolás II, quien continuó el plan de la línea de ferrocarril que partiese de Europa y llegase a la frontera con China, aumentando también la influencia militar y comercial del imperio ruso en el Océano Pacífico”, establece Maximenko.
Sobre el tren que atraviesa Siberia, el veterano corresponsal señala que, la actualidad, está en plena actividad el transporte de personas y mercancías, porque en él recaen el 30% de las exportaciones rusas para el comercio exterior con Europa y China, llegando a transportar cien millones de toneladas de carga al año.
El Transsib –dice Leonid Maximenko- también transporta diariamente a miles de pasajeros y es uno de los mayores recursos turísticos de la nación rusa, aunque nada más prevalecen 87 de las 990 estaciones que tuvo en su primera época, a principios del siglo XX, tal vez la de su mayor esplendor.
Después de una fase de decaimiento seguida por otra de recuperación, el mítico tren -concluye el periodista- atrae cada año especialmente a turistas que ven en él la mejor manera de viajar por Rusia sin prisa y gozar a plenitud todo el trayecto, porque para hacerlo, no hay como el Ferrocarril Transiberiano, que es y debe ser considerado una leyenda viva y en movimiento.