viernes, abril 19, 2024

“El apellido Havelange es sinónimo de corrupción”

Luis Alberto García / Moscú

 *La prensa internacional criticó severamente a esa familia.

*Joana, nieta del ex presidente de la FIFA, provocó escándalo en 2014.

*Fue una importante dirigente de la Copa del Mundo de Brasil.

*Su padre, Ricardo Teixeira, huyó a Miami por malos manejos en la CBF.

“Lo que tenía que robarse, ya se robó”, declaró sin denunciar a nadie.

 

 

La directora del Comité Organizador de la XX Copa del Mundo de futbol de Brasil, Joana Havelange, nieta del ex presidente de la Federación Internacional de Futbol (FIFA), Joao Havelange, dijo sin más ni más que “lo que tenía que robarse, ya se robó”.

Estas polémicas declaraciones las hizo a fines de mayo del año mundialista, dos semanas antes de la inauguración de la XX Copa FIFA / Brasil 2014, a través de un texto publicado en su cuenta de Instagram, en oposición a las protestas que hubo en Brasil contra el torneo, informó entonces la prensa internacional.

“No apoyo, no comparto y no me vestiré de negro en ningún día de partido de nuestro Campeonato Mundial. Quiero que se desarrolle de la mejor forma. No voy a aplaudir en contra, porque lo que tenía que robarse, ya se robó”.

Ésa fue la reveladora y sorprendente frase expresada por la también hija del ex presidente de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), Ricardo Teixeira, quien renunció al cargo en 2012, en medio de graves acusaciones de corrupción, emprendiéndola para Miami sin mayores explicaciones.

“Si había que protestar, que se hubiera hecho antes. Quiero que quien llegue de fuera vea un Brasil acogedor, que sabe ser amable. Quiero que quien venga, quiera volver. Quiero ver un Brasil bonito.

“Mi protesta contra la Copa del Mundo será en las elecciones. Además, destruir lo que tenemos hoy no cambiará lo que se hará mañana”, se leía en el mensaje original, que más tarde fue borrado.

El texto de Joana fue divulgado en medio de huelgas y protestas contra el costo del evento mundialista dirigidas al gobierno de Dilma Rousseff, y por la mejora de los servicios públicos en Brasil, a pocos días del inicio de una justa deportiva que congregó a las 32 mejores selecciones nacionales de futbol mundial.

Ese sentir se hizo manifiesto con motivo de la Copa FIFA / Rusia 2018 entre quienes participaron en la coordinación de diversas actividades, en especial de los periodistas brasileños, que, en su mayoría, coincidieron en que Joao Havelange fue un símbolo de la expansión -y la corrupción- en el balompié internacional.

El abuelo de Joana falleció el 16 de agosto de 2016, y como presidente de la FIFA durante 24 años “convirtió su apellido en sinónimo de corrupción”, aseguró André Filho, cronista y narrador de “Radio Jornal” de Rio de Janeiro.

El colega recordó que no se había dicho mucho al respecto durante los Juegos Olímpicos de la ex capital brasileña, pero el estadio olímpico de Engenhão -donde ocasionalmente juega el Botafogo, el equipo favorito de André, y donde el jamaiquino Usain Bolt ganó la carrera de 100 metros planos- se llama en realidad Joao Havelange.

O se llamaba, porque le cambiaron el nombre en 2015 para impedir un homenaje que, el otrora brasileño más poderoso del mundo deportivo había dejado de merecer, y Filho no duda en decir que su fallecimiento, durante unos Juegos que él contribuyó a traer a Río, es un cierre simbólico para una biografía que se manchó definitivamente en sus últimos años de vida, en su ancianidad.

Así fue después de haber acumulado un poder descomunal en el deporte mundial como presidente de la FIFA y miembro honorario del Comité Olímpico Internacional (COI), distinción a la que también tendría que renunciar en sus años postreros.

Havelange formaba parte del COI en 2009, cuando Río ganó los Juegos de 2016, prometiendo una gran fiesta en el barrio de Copacabana por su centésimo cumpleaños si elegían la candidatura carioca; pero entonces no esperaba que la justicia deportiva fuese a alcanzarlo a tan avanzada edad.

Las sospechas existían desde hace décadas; sin embargo él era inmune a cualquier investigación al impulsar el crecimiento del futbol dentro y fuera de los estadios, y la inyección económica resultante parecía justificar una nueva cultura de la corrupción que, sin fallar, funcionó sin ningún obstáculo durante cuatro décadas, hasta 2015.

Havelange fue el primer presidente no europeo de la FIFA y el más duradero -1974-1998, con seis reelecciones- y sus logros fueron incuestionables, tal como lo dijo en cierta ocasión en una entrevista: “Cuando llegué me encontré una casa vieja y 20 millones de dólares en la caja; cuando me fui dejé propiedades y contratos por valor de cuatro mil millones. Tampoco está mal”.

Durante su mandato la organización creció un 30% y sobrepasó las dos centenas de países miembros: “He acumulado –dijo- 26 mil horas en el aire, el equivalente a estar tres años dentro de un avión”, afirmó en otra ocasión: “El único país que nunca visité fue Afganistán, porque no me dejaron entrar”.

Hijo de un comerciante de armas belga y de una brasileña, Havelange fue cocinero antes que administrador, practicó deportes de élite y representó a Brasil en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, en el equipo de natación, y en Helsinki, en 1952, participó como waterpolista.

Después dio el salto a la administración de empresas y dirección deportiva: en 1956 alcanzó la presidencia de la desordenada Confederación Brasileña de Futbol (CBF), que medio siglo después – bajo la dirección de su ex yerno, Ricardo Teixeira- le traería graves y serios problemas.

Con él al frente de la CBF, el “país do futebol” conquistó sus tres primeros Campeonatos Mundiales -1958, 1962 y 1970- bajo el liderazgo indiscutible de Edson Arantes do Nascimento, “Pelé”, otro ex deportista brasileño experto en mercadotecnia, amistad entre ambos que, también, se rompería con el tiempo.

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