MIGUEL ÁNGEL FERRER
Los más recientes datos sobre el asunto revelan que ya es mayor el número de mexicanos que regresan a México desde Estados Unidos que el de aquellos que salen hacia la Unión Americana. Esta tendencia es evidentemente contraria a la que predominó durante muchos decenios en la relación migratoria México-Estados Unidos.
La causa esencial de este cambio no se encuentra en una mutación en las condiciones económicas en ambos países. Sigue existiendo en EU la necesidad de mano de obra extrajera, y siguen existiendo en amplias capas de la sociedad mexicana el deseo, la necesidad o la voluntad de incorporarse al mercado laboral estadounidense.
En EU siguen siendo más altos los salarios y, en general, mejores las condiciones de trabajo. ¿Qué es, entonces, lo que ha cambiado? Indudablemente han variado las condiciones políticas y legales. Se ha vuelto más difícil el ingreso a EU y bastante más difícil la permanencia: es constante el riesgo de deportación. Y también es permanente el peligro que corren los patrones por contratar trabajadores indocumentados. Y debe agregarse, por estas razones, una caída sustantiva en la oferta de empleos.
Más dificultades para el ingreso y la permanencia, y menor oferta de empleo son hechos que explican una menor migración. Se trata de fenómenos disuasivos de indudable peso económico y sicológico.
Aún así, en México, en Centroamérica y en muchas otras partes prevalecen en millones de personas la necesidad, el deseo o la voluntad de emigrar y sumarse al mercado laboral estadounidense, lo que demuestra que las mayores y crecientes dificultades en el polo receptor no bastan para eliminar la migración mientras no haya condiciones mitigantes en el polo expulsor: mayor oferta de empleos y mejores salarios. Y también, desde luego, mejores condiciones de trabajo y menores índices de violencia.
Sea como sea la enseñanza es clara: la migración laboral a EU tenderá a reducirse por las crecientes dificultades que ella enfrenta. Y la evidencia está a la vista en el caso de las caravanas de migrantes hondureños.
Reducido el polo receptor, la única solución es atender y mejorar las condiciones económicas y sociales en el polo expulsor. Esto lo ha dicho hasta la saciedad el presidente mexicano. Y mientras esta faceta del asunto no sea atendida, las caravanas y otras modalidades de la migración chocarán una y otra vez contra la dura realidad del cada día mayor estrechamiento del polo receptor.